“Es perfectamente posible acabar con la corrupción como sistema de organización política. Pero sería contraproducente aspirar a más: cambiar el género humano, llegar al paraíso en la tierra. Confundir lo que sí se puede hacer con lo imposible termina mal y sirve para justificar el desánimo, la complicidad, el cinismo”. (Gabriel Zaid: El poder corrompe).

A fuerza de empujones, de caernos y levantarnos, a riesgos de asomarnos y brincar para no tropezar en el eterno gatopardismo de esta elite política y empresarial, la sociedad dominicana camina en medio de una transición interesante en el marco de la credibilidad, confianza e institucionalidad. Los matices están ahí para aquellos que quieran verdaderamente ver.

Hay una praxis desde el poder inocultable en la asunción del desafío de esta sociedad y de la época: una sociedad más decente que no siga estando entre los peores lugares en corrupción e impunidad. El mometum es difícil, empero, posible. Retos del Covid-19, de la guerra entre Rusia y Ucrania nos desbordan en un panorama tan lúgubre que la CEPAL señala que “El mundo en 2022: Menor crecimiento, más inflación, alza de tasas de interés: Advierte retroceso en la lucha contra la pobreza y la pobreza extrema”.

Recientemente la organización Internacional de Las Américas: CCC nos evaluó y la República Dominicana, al igual que el 2021, mejoró significativamente. En el 2021 nos encontramos en el ranking 13 y saltamos al 10. Para el 2022 logramos colocarnos en el ranking 5 de 15 países, solo superado por Chile, Uruguay, Costa Rica y Perú. Puntaje en el 2022: 5.19; en el 2021: 4.38 y en el 2020: 3.26 para nuestro país. Para el 2022, Uruguay (7.42), Costa Rica (7.11), Chile (6.88), Perú (5.66). El destacado intelectual Bernardo Vega, después del regreso vacaciones, apuntaba tanto en el Despertador SIN como en los periódicos Hoy y acento, su encuentro en Europa donde al final esbozó: “Pero tengo una buena noticia dentro de tantas malas. En mi reciente viaje a España tanto intelectuales como empresarios y periodistas coincidieron en opinar que el sistema político y económico nuestro es de los pocos que marcha bien en América Latina y que, por fin, no hay que dar dinero a los políticos dominicanos para invertir aquí, algo que habla muy bien del actual gobierno y mal de los anteriores”.

Es en el marco de ese extraordinario hito y hálito de esperanza en que nos encontramos, de una sociedad que lucha denodadamente entre el sepultar la vieja política y la búsqueda y encuentro de la nueva política, entre cercar enteramente el pasado y trillar un presente en doble sintonía de un puente halagüeño que sostenga laudatoriamente el futuro. El caso Medusa significa la cristalización de una trascendencia inédita en la lucha contra la corrupción y la impunidad. Un golpe demoledor a la corrupción administrativa, a la delincuencia política y, al mismo tiempo, al delito de cuello blanco.

Por primera vez, de manera ostensible, visible, nos encontramos que SOBORNADOS Y SOBORNADORES están imputados en asociación de malechores, coalición de funcionarios, desfalcos, estafas al estado, prevaricación y lavado de activos. Todo un entramado mafioso de un crimen organizado perpetrado desde la instancia del Estado, llamada a perseguir los delitos y la conducta desviada y punible. El caso Medusa, como Anti pulpo, Coral y Coral 5 G, es la viva representación de la cleptocracia que se instaló en el cuerpo político de la sociedad dominicana desde 2005. Un Estado capturado, caracterizado por la corrupción sistémica, institucional, estructurada, al servicio de un partido hegemónico-dominante que lo corporetizaba todo.

El caso Medusa es el juego del estropicio de la biopolítica y el necropoder. Alrededor de RD$6,000 mil millones de pesos que desangran vidas y comunidades. Constituyen el deslizamiento de cómo el poder corrompe y el poder absoluto, corrompe absolutamente, como nos diría Lord Acton. Medusa es la puesta en escena de cómo es la cleptocracia, desde la Sociología política, allí donde el tejido de la corrupción se encuentra desparramada en todos los intersticios, en todos los rincones de la vida política y de una parte de esa elite empresarial, rentista, que no logra dar el salto y se quedó petrificada en el tiempo de un capitalismo indescriptible, sencillamente salvaje.

El caso Medusa es el desgarramiento que ahoga a una sociedad y da pábulo para que individuos, en medio de una sociedad enferma, encuentren el camino para cimentar la avaricia, la codicia y la ambición desmedida, trayendo consigo el eco y dimensión de los trastornos de personalidad. Esa corrupción del principal protagonista, tuvo como génesis un medio y marco cultural e institucional que lo catapultaría en el plano individual a través de: trastorno antisocial, trastorno de límites y el trastorno narcisista. Vale decir, un ambiente determinado, cuasi demencial, en el plano de la cultura del fraude social, potencializa y encamina las enfermedades, no visible hasta llegar allí. Los inmuebles allanados, la Villa remodelada, las formas como pagaba nos dicen, en gran medida, como los trastornos de personalidad incubados florecieron, sobre todo, por las relaciones cuasi primarias, formales y no formales que el incumbente de la Procuraduría tenía en el Palacio y con el candidato sin palabra, con voz quebrada, no por la naturaleza, sino por el desconcierto del conocimiento y de la crisis cognitiva.

La cleptocracia hizo que en la sociedad dominicana, la cultura como conducta aprendida, la corrupción, se viera como normalizada y en gran medida, hay actores sociales de clase media alta y alta que tipificaron esa conducta desviada como engranaje de la “cohesión social”. No entendieron ni mucho menos visualizaron que esa putrefacción derivaba en más conflictos y no coadyuvaría a más desarrollo humano y a más armazón armonioso. La corrupción es la forma más despiadada de la desigualdad social y constituye el tramo más espeluznante y horrido de hacerse rico y millonario con el dinero de la sociedad y que afecta, en gran medida, a los que menos tienen, que pagan con sus vidas lentamente, la falta de salud, de agua, de medicina y de atenciones dignas en sus condiciones de existencia.

Medusa, como Anti pulpo, Coral, Coral 5 G, Operación 13, es la no comprensión de la clase política que nos encontramos en un mundo diferente, distinto, nos ubicaríamos como diría Byung-Chul Han en su libro INFOCRACIA, en el Régimen de la información que al decir de él “es la forma de dominio en la información y su procesamiento mediante algoritmos e inteligencia artificial determinan de modo decisivo los proceso sociales, económicos y políticos”. Una partidocracia imbuida en pleno Siglo XXI por la mediocracia más abyecta, más subliminal en el hablar sin decir nada.

Nos encontrábamos al borde del precipicio como sociedad, como país. Una crisis profunda de la calidad de la democracia, una inobservancia del imperio de la ley y una corrupción galopante que, en medio de un crecimiento con estabilidad, produjo la cadena humana más infrahumana de la vida social. Somos un producto social y estos últimos 20 años crearon:

  • Un desempleo juvenil de 29% entre jóvenes de 15-29 años. En la Región es de 17%.
  • 22% de NI NI, esto es, cerca de 850,000 jóvenes que ni estudian ni trabajan.
  • De 80 países para el 2015 y el 2018 según PISA, obtuvimos las peores evaluaciones en matemáticas, lecto escritura y ciencias.
  • 9 niños mueren antes de cumplir 5 años, de cada 1000 nacidos. El promedio de la Región es de 16.
  • La tasa de natalidad más alta de toda la región: 97.3/1000 niñas y adolescentes.
  • La esperanza de vida al nacer: 73 años. Costa Rica: 79. Chile: 80. Uruguay: 80. Panamá: 79.
  • 46% de los hogares dominicanos no tiene agua dentro de la casa y el promedio de horas por día en las 31 provincias y el Distrito Nacional se encuentra en 8.5 horas al día.
  • El matrimonio infantil más alto de toda la Región.
  • Una mortalidad materna de 120/100,000. En la Región 67.
  • El 49 % de las mujeres entre 20 y 24 años del Quintil más pobre ha tenido hijos. En cambio, solo el 6% en el Quintil 4 y 5.
  • Cuando el Banco Mundial escribió su informe: La prosperidad no compartida, estableció que éramos de los países de la Región con menos movilidad social ascendente.

Medusa, como Anti pulpo, Coral, Coral 5 G, Operación 13 representan el pincel del espejo de esa tara social que se graficó en una clase política del pasado que hay que cercar para que el peso trepidante de la mala distribución de la riqueza no siga ondeando de manera pétrida en nuestro cuerpo social. Biopolítica, el necropoder y la cleptocracia son la caverna de Platón que nos señalaría Byung –Chul Han en su libro La sociedad de la transparencia “es una especie de teatro de sombras”. Medusa es la realidad develada en el encuentro de la luz.