Casilda Luna nació en República Dominicana en 1926, y emigró a Estados Unidos a los 35 años en el 1961, en un tiempo en que existía discriminación en el empleo, la educación, la salud, la vivienda, en el voto, y por motivos raciales o étnicos. Muchos creían que los ciudadanos de piel oscura como ella, si sufrían trastornos mentales era porque no iban a la iglesia, y allí los curaban, y no donde psiquiatras y psicólogos, tan caros que no estaban a su alcance.
Casilda llegó a lavar platos, y como empleada doméstica y sin saber inglés; pero el líder, Martin Luther King, la inspiró a pensar en grande y actuar. Lo conoció y acompañó en la gran Marcha sobre Washington en agosto 1963, donde pronunció su famoso discurso “Tengo un sueño”. Una vibrante defensa por la vida, la libertad y la felicidad humanas; y para que los ciudadanos no fueran juzgados por el color de la piel sino por su conducta y carácter; y contra aquellos indignantes carteles que decían “’solo para blancos”’.
Con estas influencias Casilda, empezó a celebrar reuniones y organizar vecinos. Y fundó un centro de asuntos latinos en Washington, para mejorar la calidad de vida de personas necesitadas, a ofrecer apoyo y recursos personas mayores y discapacitadas; y promover e integrar a los afrolatinos e inmigrantes en la vida cultural y política de sus comunidades. Un trabajo tan meritorio que fue reconocido por personalidades y entidades importantes como el presidente John Kennedy, y la alcaldía de Washington proclamó el 6 de abril como Día de Casilda Luna. Y el gobierno dominicano le otorgó el premio Oscar de la Renta al Emigrante dominicano por sus aportes a las comunidades donde residen.
En un reportaje que le hizo “La voz de América” en febrero pasado dijo de viva voz. “Usted viene aquí a lavar platos, pero no se quede lavando platos. Tiene que ir a la escuela y mejorar su forma de vida’’.
Ella es un vivo ejemplo de dedicación, sacrificio y espíritu de servicio, por lo que resulta injusto que un pueblo que haya producido a una Casilda Luna, donde existe derecho a la libertad y la seguridad personal, y no es racista ni maltrata a las personas de piel oscura, porque somos una sociedad medularmente mestiza; sea víctima de una alerta o amonestación supuestamente por discriminar ciudadanos americanos, donde residen 300 mil; al confundirlos con haitianos, los que tampoco son discriminados y se calculan en más de un millón los que viven aquí.
Por lo que hasta la robot Sophia valora la buena imagen de la nación al decir, “los dominicanos son tan cálidos y amables que me hacen sentir como en casa”, tratamiento que confirman más de 7 millones de turistas que recibimos al año.
Salud y gratitud infinita a la dominicana Casilda Luna, llamada en Washington la mamá de los migrantes. Abajo las alertas y amenazas contra la nación y que viva nuestra patria soberana.
** Este artículo puede ser escuchado en audio en el podcast Diario de una Pandemia por William Galván en Spotify.