Los cambios climáticos, que en principio están sujetos a las estaciones del año (primavera, verano, otoño e invierno), producto de la intervención humana han venido variando el ciclo normal de dichas estaciones.
En el pasado los agricultores podían pronosticar con cierta precisión la época del año en que debían sembrar para cosechar productos agrícolas; sin embargo, los cambios que se han producido que han roto el ciclo normal en términos de la relación entre días soleados y días lluviosos, esto también permitía que se pudiera planificar no solo las actividades de cultivo y salida de productos desde las plantaciones, sino también las actividades económicas, educativas y sociales de la población.
Aunque para enfrentar los cambios climáticos son necesarias intervenciones globales en las cuales la mayoría de países del mundo participen, para revertir las causas y los efectos que producen los cambios climáticos; cuya mayor responsabilidad recae sobre las grandes potencias capitalistas y sus actividades sobre todo industriales, por ser los que aportan mayores acciones para que se produzcan los cambios climáticos adversos a partir de los gases de efecto invernadero, que se produce como consecuencia de la expedición al aire de gases como el carbono y el gas metano, que disminuyen la capa de ozono, que viene siendo una cortina que evita que los rayos ultravioleta del sol entren directamente a la atmósfera de la tierra, lo que produce mayor nivel del calentamiento y por consiguiente temperaturas cada vez mayores.
Estos cambios provocan que se produzcan intensas tormentas tropicales con eventos extremos ya sea de intensas lluvias o largas sequías en temporadas fuera de lo normal, acarreando grandes inundaciones que generan perdidas de vidas humanas y económicas, dejando un gran trauma en la población y sobre todo en aquellos que pierden seres queridos y los bienes tanto de sus hogares o de sus actividades productivas de subsistencia.
Las últimas tormentas que han pasado por la República Dominicana, desde las tormentas Noel y Olga a finales del año 2007, fuera de la temporada ciclónica y luego pasando por la tormenta María en septiembre del año 2017, que arraso en el Caribe, sobre todo en las Antillas menores y Puerto Rico y que llegó como tormenta tropical a nuestro país, dejando una secuela de pérdidas humanas, dañar la infraestructura y la producción de casi todas estas islas y más recientemente en el mes de junio del presente año 2024.
Producto de los cambios que se han producido en la República Dominicana, que, a partir de las campañas de reforestación de los últimos 30 años, ha aumentada el volumen de los bosques en su territorio, aunque existe la amenaza continua de tala indiscriminada de árboles en dichos bosques. Esto de una u otra manera a permitido que el nivel de calentamiento del mar caribe en la zona de influencia del territorio del país, sea menor que en otras áreas, por lo que nos atrevemos a afirmar que por esa razón los últimos Huracanes, que en principios por la trayectoria se había estimado que podían afectar directamente a nuestro territorio, sin embargo, al llegar próximo al canal de la Mona se han desviado ya sea hacia el norte o hacia el sur, como por ejemplo el Huracán Beryl que continuó su trayectoria hacia el sur a cerca 300 kilómetros de las costas del Sur de República Dominicana y luego azotando a Jamaica, Islas Caimán y más luego la península de Yucatán de México.
Pero por la anterior señalado no podemos cantar victoria, pues, aunque los efectos de los huracanes que pasan por el caribe no afecten directamente al país, pero si la cantidad de lluvias que generan inundaciones y por vía de consecuencia pérdidas de vidas humanas y materiales.
Es por esto que se debe profundizar en una política de gestión de riesgo ante desastres que producen los fenómenos naturales, para proteger vidas y propiedades, fortaleciendo no solo los equipos que trabajan en las emergencias: Bomberos, Defensa Civil y otros organismos de socorro; también se debe realizar campaña entre la población sobre todo la más vulnerable, con la participación de las organizaciones comunitarias, de cómo actuar para proteger la gente, sobre todo niños y ancianos en caso de producirse estos fenómenos naturales adversos.