Los récords de calor de este verano en varios puntos del mundo confirman el avance hasta ahora indetenible del cambio climático y sus estragos presentes y futuros. Junio de 2024 fue, a nivel mundial, el mes de junio más caluroso jamás medido sobrepasando el récord de 2023.

En Arabia Saudí más de 1300 personas murieron en la Gran Mezquita durante el peregrinaje de la Meca donde las temperaturas alcanzaron hasta 51,8 °.  En Grecia cerraron el Acrópolis a mediados de junio a más de 44 °. Ejemplos de calores intensos y de los desastres ambientales que provocan las altas temperaturas no faltan alrededor del planeta; así, hace unos días, los periódicos europeos titulaban “Arde el Mediterráneo” debido a los incendios que se han declarado en varios países de esta región.

Desde el mes de mayo sufrimos en RD de temperaturas muy elevadas, especialmente durante el día, debido a la incidencia del viento cálido del este-sureste, un sistema anticiclónico y el polvo del Sahara. Estas altas temperaturas vienen acompañadas por una alta sensación térmica en un país donde la humedad promedio relativa ronda el 80%: mientras más calor y humedad mayor es la sensación térmica.

Ahora bien, los ancianos y la niñez son los que más sufren de la crisis climática. Los niños y niñas de los países de ingresos medios y bajos, como República Dominicana, están en menor capacidad de soportar y sobrevivir a condiciones climáticas extremas como inundaciones, sequías, tormentas y olas de calor; sin embargo, son los que deberán soportar los efectos más peligrosos del calentamiento global.

La crisis climática es en la actualidad una de las mayores amenazas que existe para la infancia y el cumplimiento de sus derechos a nivel global. Se calcula que el 80% de los niños se ven afectados por al menos un fenómeno climático extremo al año.

El New York Times International llama además la atención sobre el hecho que la industria alimentaria se ha apresurado a aprovechar, sin muchos escrúpulos, las oportunidades ofrecidas por el cambio climático. Durante las olas de calor, las compañías suelen desatar una incesante avalancha de anuncios en televisión, espectaculares y en línea, muchos de ellos de bebidas azucaradas y comidas chatarra que afectan aún más la salud de la niñez.

En nuestro país, la población de niños y niñas menores de 14 años es de 2.7 millones (ONE 2023), potencialmente expuesta a vivir en algún momento las consecuencias que se desencadenan con los efectos del cambio climático, que se exteriorizan con la escasez de agua y alimentos, enfermedades transmitidas por vectores, inundaciones repentinas, sequías, contaminación del aire, y contaminación de suelos y aguas. Lo que representa una amenaza directa para su supervivencia y desarrollo. Sin embargo, ellos son los que menos han contribuido a esta crisis, pero serán los que pagarán el precio más alto si no avanzamos más rápidamente.

En República Dominicana se han dado varios pasos en la dirección correcta, pero estos no son suficientes. El camino recorrido convoca a hacer más para lograr una mayor inversión y el desarrollo de políticas amigables en los temas de primera infancia e infancia y cambio climático, que sumen al sector privado, social, gubernamental e internacional en pro de proteger los derechos de la infancia frente a la amenaza del retroceso que la crisis climática está provocando.