Un hombre de éxito se esfuerza por entender los cambios locales y globales, para adaptarse a ellos. No vive rumiando el pasado que jamás volverá. No es retrógrada y acompaña los cambios que tocan a las puertas del tiempo.
¿Qué sentido tiene aferrarse a tabúes, caprichos y prejuicios de siglos pasados? Los que hemos vivido tiempos ya idos nos corresponde entender a las nuevas generaciones y no vivir exigiendoles que sean como nosotros. ¿Es posible, materialmente posible, que estas generaciones puedan comportarse como nosotros? ¿Acaso nosotros nos comportamos como nuestros padres o abuelos? ¿Cómo no entender que todo evoluciona?
Sé que no es fácil. Pero es un imperativo y es lo que procede, si no queremos vivir desenfocados y en una perturbación emocional única.
Adaptándose a las innovaciones se modifican tabúes y conceptos superados ya. Y superados esos prejuicios y tabúes todos sentiremos la sensación de paz y libertad.
Seguir aferrados al pasado es condenarse a una vida terrible y de sufrimientos. Y me parece que definitivamente esa no es la opción para alguien que desee vivir en paz y progreso.
Porque también es bueno que sepamos que aquel que no innova, que no cambia con los cambios, poco a poco se va lánguidiciendo y muriendo.
Ya lo dijo Séneca hace dos mil años: "El que no se adapata, perece".
Y perece como individuo, como empresa económica o como institución política.