Debemos admitirlo con vergüenza, mientras los estragos del cambio climático provocan las más altas temperaturas registradas globalmente durante el presente verano, lo que se entiende continuará in crescendo en los años por venir, y el calentamiento de los océanos cubre las cristalinas aguas de nuestras playas con el odioso sargazo, y recientemente se ha anunciado la creación de un nuevo gabinete para luchar contra estas marejadas, seguimos sin solucionar un aspecto fundamental, la falta de civilidad de la población que, por ignorancia, o total inconsciencia tira basura en las vías públicas, cañadas, ríos y mares, que no solo ensucian y hacen que se tenga que dedicar ingentes recursos a su recolección, sino que obstruyen imbornales, desagües y filtrantes, convirtiéndose en un gran peligro cuando llueve, mucho mayor en situaciones de tormentas como la actual.

La República Dominicana es uno de los países más vulnerables al cambio climático de conformidad con el Índice de Largo Plazo Riesgo Climático-CRI, ocupando la posición número 12 en los datos del 2019, y nuestro vecino Haití se encuentra entre los tres países más afectados del mundo, por lo que nuestra isla es una de las más impactadas a nivel global, y se prevé que si para el año 2030 no se aplican medidas ambiciosas, el costo de combatir el cambio climático será de alrededor del 4.8 por ciento del Producto Interno Bruto (PIB) anual, faltando apenas 7 años para que venza ese fatídico plazo.

Sin embargo, poco hemos hecho y si no lo hacemos por conciencia y responsabilidad ante las generaciones futuras, deberíamos siquiera hacerlo porque sabemos que luego de dedicar el 4% del PIB a la educación, se ha hecho imposible asignar los demás porcentajes previstos en leyes para el poder judicial y los ayuntamientos, entre otros organismos del Estado, por lo que no contamos con los recursos para destinar a este combate, y mucho menos la vecina nación.

Es una lástima que el debate político sea en sentido general tan pobre en nuestro país, pues temas como este deberían estar centrando la atención, en vez de que por oportunismo muchos jueguen al engaño endilgando como falencias actuales problemas que datan de décadas y que ellos mismos multiplicaron o mantuvieron sin solución, como es el caso del déficit del sector eléctrico, o el pésimo desempeño de nuestro sistema educativo, o como el costo de los combustibles debido a los altos impuestos a que están sujetos, que fueron aumentados para compensar la eliminación de la comisión cambiaria como requisito para la entrada en vigencia del tratado de libre comercio con los Estados Unidos de América DR-CAFTA en el año 2006, y asignarlos para el pago de la deuda externa.

Hemos desperdiciado durante años recursos públicos en propagandas de gobiernos de turno que solo han buscado exaltar figuras o promover ejecutorias, en vez de utilizarlos en campañas educativas masivas, y sino lo hicimos antes para concientizar a las personas de que no deben tirar basura en las calles y crear un firme rechazo a esa actitud cochina, haciendo comprender a todos que las ciudades más limpias son aquellas en los que los ciudadanos ensucian menos, es imperativo que lo hagamos ahora, pues no se trata ya únicamente de higiene y ornato, sino de vulnerabilidad extrema ante el fenómeno del calentamiento de las aguas que, según los expertos, provocará una mayor incidencia de tormentas tropicales y huracanes.

Aunque la lucha contra la publicidad gubernamental tiene tantos enemigos como los tuvo la prohibición de la publicidad en períodos fuera de la campaña, debemos exigir que los recursos públicos se inviertan en educar a la población mediante campañas efectivas que, haciendo uso de los medios de comunicación tradicionales así como de los electrónicos y las redes sociales, con la colaboración de personalidades influyentes y utilizando ritmos de moda y otros elementos atractivos, resuelva finalmente el bochorno de la acumulación de basura y contribuyan a crear una conciencia colectiva sobre la alta vulnerabilidad de nuestro país por su condición insular compartida, no solo en quienes se entiende que por ignorancia no tengan conciencia, sino en aquellos que a pesar de sus conocimientos juegan al cortoplacismo sin medir las consecuencias, con tal de engrosar sus bolsillos.