¡Aquí no lo tienen! Ni en el presente año escolar y,  como van las cosas, tampoco el próximo año. Preocupan el tema y las “actitudes”. No se concibe una escuela sin libros de texto y de lectura, impresos o digitales.

Pareciera, sin embargo,  que esta situación preocupa a pocos.  En torno al tema existe un peligroso conflicto, con ribetes de crisis,  entre las autoridades educativas y el sector editorial de libros de texto. Siendo que último solicita un diálogo y no reciben respuesta. La narrativa de este “desacuerdo” ha llegado a los medios.

Me sumo al debate en interés  de aportar algunas ideas para un diálogo necesario entre ambos sectores. Todo lo que suceda en torno a esta situación  deberá estar precedido por un diálogo sereno y respetuoso  en el cual no se avasalle a nadie. Con esta diafanidad deben manejarse las “cosas de la educación”, sobre todo, en un país que disfruta de una democracia vigorosa.

 

Que se llame al diálogo. Que no sea evitado ni postergado. Quien se niegue al mismo debe saber que contamina la educación del país con mensajes poco “educados”. El problema debe ser tratado como muy serio, delicado, urgente y comunitario.

 

No hacerlo así constituye una irresponsabilidad que atenta contra la calidad de la educación de nuestro país y hace un flaco servicio a la Marca (educativa) País. Con el agravante de puede  conducir al país a un fracaso educativo que dejará penosos resultados, tanto en las Pruebas Nacionales como en Pruebas PISA, así como un hándicap para los grados superiores y el ingreso a la universidad..

 

Para motivar el diálogo y la solución he tomado prestado el título que encabeza este artículo y que referencia el Informe de Seguimiento de la Educación en el Mundo presentado en 2016 por la Organización de las Nacionales Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura, UNESCO. (https://es.scribd.com/document/435822560/Cada-nino-deberia-tener-un-libro-texto).

 

Dicho Informe comienza destacando que “la cantidad que un país destina a materiales didácticos es un buen indicador de su compromiso de ofrecer una educación de calidad para todos”.  Reconociendo al mismo tiempo que, pese que existen varios tipos de materiales didácticos, los libros de texto son los más utilizados.

 

Dejar a los niños sin libros de texto –dice el Informe-  puede generar que éstos tengan que dedicar buena parte de su horario escolar a copiar contenidos de la pizarra, lo que reduce en exceso el tiempo disponible para el aprendizaje significativo y participativo.

 

Y si alguien se atreviera, por los motivos que fueren,  a restar importancia a esta carencia y al diálogo sobre la misma cargará sobre  sus hombros con la propagación de un trauma educativo similar a la COVID-19.

 

De no hacer nada, todos los dominicanos seriamos cómplices de esta tragedia educativa que nos recuerda  la “quema de libros” en Fahrenheit 451, una las novelas más inquietantes sobre la amenaza latente contra la cultura y la lectura.

 

Su autor, el escritor estadounidense  Ray Bradbury (1929-2012), advierte, a través de una historia distópica, sobre los enemigos de los libros y la lectura,  sobre cómo sería una sociedad en la que se prohíbe leer, a la vez que reivindica el amor y la importancia de la lectura y la literatura.

 

El Informe sigue aportando lecciones sobre la importancia y necesidad del libro de texto. Sostiene que los libros de texto están reconocidos como un elemento básico del Objetivo de Desarrollo Sostenible 4: “Garantizar una educación inclusiva, equitativa y de calidad y promover oportunidades de aprendizaje durante toda la vida para todos”.

 

De cara al cumplimiento con este compromiso universal,  el Informe enfatiza que las instituciones y los programas y de educación deben contar con recursos adecuados y equitativos, con instalaciones seguras, ecológicas y de fácil acceso; con suficientes docentes y educadores de calidad que empleen enfoques pedagógicos colaborativos, activos y centrados en el estudiante.

 

Señala también que deben contar con “libros de texto,  otros materiales didácticos, tecnología y recursos educativos abiertos que sean propicios para el aprendizaje, específicos del contexto, eficaces en función de los costos, que estén disponibles para todos los alumnos, niños, jóvenes y adultos, y adaptados a ellos, y que no sean discriminatorios.”

 

Enfatiza que, además de contar con buenos profesores, la mejor manera para garantizar la calidad del proceso enseñanza-aprendizaje es disponer de libros de texto bien elaborados y en cantidad suficiente.

 

No dejemos las escuelas del país sin libros de texto. ¡Que cada estudiante dominicano tenga un libro de texto!