El bullying o acoso escolar ha ido ganado visibilidad los últimos años, llegando a considerarse hoy día como un problema social altamente preocupante del cual nosotros como país no escapamos. Se impone, por tanto,  abordar esta compleja situación en su justa dimensión, sin minimizarla, asumiéndola como una responsabilidad de toda la comunidad educativa y de toda la sociedad en general.

La preocupación es a nivel mundial. Pese a que aquí en el país pasó desapercibido, el 2 de mayo se celebró el Día Internacional contra el Bullying o el Acoso Escolar, con el objetivo de concienciar sobre el riesgo del acoso escolar o bullying en los niños y jóvenes a nivel mundial, así como buscar los mecanismos para evitar este mal, que hoy, se ha convertido en un terrible peligro para la población infantil y juvenil.

El bullying o acoso escolar “no es cosa de niños” pues la mayoría de las veces requiere la intervención de los adultos, en tanto, es la forma de comportarse o dirigirse a otra persona ya sea de forma verbal o física, causando un daño temporal o permanente en la víctima. Es un tipo de hostigamiento reiterativo de una o más personas hacia sus semejantes, en los cuales las personas sufres de amenazas, intimidación, manipulación e inclusive, agresiones físicas, que merece la debida atención.

Este tipo de violencia inquieta  y preocupa porque puede enfermar y dañar seriamente a las víctimas propiciando frecuentes estados de ansiedad, depresión, autoagresión, fobia a ir a la escuela, disminución del rendimiento escolar,  dolor de cabeza, síntomas gastrointestinales, pérdida del apetito, fatiga, trastornos del sueño. sentimientos de soledad, infelicidad, pérdida de la confianza en sí mismo, desconfianza hacia los demás e incluso conducir al suicidio.

La alerta es válida. El bullying  puede convertir la sociedad en escenario de abusadores en ciernes que ganarán en un mañana un protagonismo fatídico  que contribuye  al desastre que genera una sociedad violenta que atenta contra los derechos de las personas y la paz social.

Aquí en el país la alerta debe ser tomada muy en serio. Según el estudio “Prevalencia, tipología y causas de la violencia en los centros educativos de Básica y Media de la República Dominicana” (2018),  en el 34 % de los centros educativos del país hay casos de “bullying”, y este es más frecuente en la educación básica, pero la violencia que se genera en los liceos con estudiantes de secundaria es mayor.

En 2015, el Programa para la Evaluación Internacional de Alumnos (PISA) de la OCDE, preguntó, por primera vez, a los alumnos de 15 años sobre cuestiones relacionadas con el bienestar como la motivación, la pertenencia o la ansiedad. Las respuestas de los estudiantes  relacionadas con el bullying son alarmantes y revelan, en palabras de la propia OCDE, que “para muchos estudiantes, la escuela es un lugar de tormento”.

En cada clase, de cada escuela o colegio, de cada país de la OCDE, hay un niño al que pegan o empujan sus compañeros, según el Volumen III de PISA 2015, que concluye que a un 4% de los estudiantes de 15 años de la OCDE (aproximadamente uno por aula) le pegan en clase y de un 11% se burlan. Hong Kong lidera la lista, con un 26,1% de estudiantes de los que se burlan y un 9,5%, que empujan o pegan (un 32,3% en total). Le sigue Letonia (30,6%), República Dominicana (30,1%), Túnez (28,2%) y Rusia (27,5%).

El bullying es una relación de tipo perverso en la que se da una situación de abuso de poder. Aunque  consiste en el maltrato psicológico, verbal y/o físico que recibe un niño de manera intencionada y reiterada durante un período de tiempo determinado por parte de otros compañeros, también puede provenir de parte de los profesores.

El bullyng de parte de los profesores se manifiesta como abuso de poder que toma muy diversas formas, tales como los castigos (individuales o en grupo), dejar si recreo a un niño por cualquier motivo, ridiculizarlo en público, ignorarlo.  En casos más graves,  llega a gritarles, golpear butaca donde está trabajando el niño o, incluso, lanzarle objetos o pegarle. Cuando son otros niños los que acosan, pero el profesor no hace nada por ayudarles o mira para otro lado, como esperando que sean otros los que intervengan.

Pero por encima de esto, el papel del profesor resulta de gran importancia en la prevención y manejo del bullying. Este tiene la oportunidad, y el deber, de sembrar en cada estudiante y en el grupo las bases de una cultura de paz,  tolerancia, convivencia armónica,  solidaridad, diálogo y respeto a los derechos de los demás.

El bullying es un problema latente que va más allá de las aulas públicas o privadas. Los líderes, los profesores, los padres y los medios de comunicación necesitamos desarrollar una ética del convivir, asumiendo la responsabilidad de la construcción de una sociedad sin violencia.

Para vencer el bullying necesitamos asumir una vocación permanente hacia una cultura de paz que promueve la tolerancia, el respeto  y el amor al prójimo. ¡El reto es de todos!