Nadie puede negar el aumento de las conductas violentas en el mundo y, de manera particular, en nuestro país donde las muertes sangrientas son pan nuestro de cada día, a tal punto que en la última semana la violencia se llevó a 10 personas, entre ellas a 5 mujeres.

 

Para mi, como para muchos analistas de la conducta social, la violencia en la República Dominicana no es un fenómeno nuevo y lo hemos denunciado año tras año en esta columna. Es uno de los aspectos de la sociedad dominicana que más me chocó cuando llegué a esta tierra.

 

Nuestra gente está sumergida desde la niñez en diferentes tipos de violencias cotidianas, entre otras, la de la calle, la intrafamiliar, de la escuela, del tránsito, del barrio, de la policía y de la corrupción.

 

Si se agrega a esta realidad el hecho de que la salud mental es un área todavía relegada a un segundo plano tanto por la población, que piensa que esto “es asunto de locos”, como por nuestras autoridades sanitarias y educativas, nos encontramos con que la violencia y sus secuelas están enquistadas en todos los estratos de la sociedad.

 

Sin embargo, a pesar de los gritos de alarma de muchos sectores, parecería que estamos pasando a una nueva escala como lo señala el editorial del Listín Diario del 22 de agosto bajo el título: La cordura agoniza.

 

Se nos viene arriba un mundo en crisis, el contragolpe de la pandemia, las amenazas inflacionarias, el manejo de las redes sin ningún control y la persistencia de fuertes desigualdades.

 

Desgraciadamente, no tenemos las herramientas para enfrentar estas situaciones por arrastrar un escaso aprendizaje educativo y social, lo que se traduce en comportamientos erráticos. Tenemos que estar muy claros, la superación de las presentes circunstancias no va a depender solamente del uso de drones por la policía.

 

No hay dudas que somos hoy en día una sociedad extremadamente volátil, donde cohabitan varios mundos y que se encuentra en un momento delicado por la situación que atraviesa nuestro vecino Haití. Es justamente en estas circunstancias que los liderazgos positivos revisten una particular importancia.

 

En la actualidad tenemos una sociedad que actúa todavía por brotes individuales de violencia; sin embargo, los llamados al odio, al patriotismo exacerbado, las mentiras que circulan en las redes sociales pueden degenerar en tragedias colectivas que solo traerían oprobio sobre el gobierno y el pueblo dominicanos De allí el peligro de buscar chivos expiatorios a los problemas que nos agobian y de esconderse detrás de Duarte para manipular a nuestros conciudadanos.

 

Alegra en este contexto oír desde el gobierno voces sensatas que contestan de manera objetiva, en el sector de su competencia, economía, educación o cual sea, a la intensa campaña de odio y de desinformación que varios medios y grupos hacen circular agregando fermentos inútiles a una situación de violencia que rápidamente se puede transformar en explosiva y salir de control.

 

La defensa del país pasa por la aplicación de la ley, de los acuerdos internacionales; por un trato justo a los migrantes y la aplicación de una ley migratoria coherente, así como por la lucha contra la corrupción y la pobreza.

 

Da gusto ver que se quiere enfrentar los problemas invirtiendo en la gente.  Sembrando, por ejemplo, oportunidades en los pueblos de la zona fronteriza, creando zonas industriales y empleos o alquilando lugares para que todos los niños y niñas que viven en este país puedan gozar del derecho fundamental a la educación.

 

Desactivar la bomba del fanatismo, de la intoxicación psicológica, del racismo, con datos estadísticos y planteamientos racionales irrebatibles son inyecciones de buenas vibras que nos llenan de alegría y confianza y que todos debemos celebrar.

 

¡Gracias, señores ministros!