Perforada la oreja derecha del candidato republicano y neutralizado el demócrata por el COVID, sigue vigente la disyuntiva electoral del votante estadounidense: elegir entre un líder con señales de deterioro físico y cognitivo y otro de historial delictivo. Si las secuelas del virus acentúan las debilidades de Biden  el panorama cambiaría. Pero no mucho. Mientras tanto, intentaré evaluar indicadores de incapacidad del actual presidente y problemas de personalidad del expresidente.

Esa disyuntiva, a la que se enfrentan los ciudadanos del imperio democrático, no es consecuencia de la edad. Mandatarios eficientes y exitosos existieron y existen de mayor edad que ambos políticos; acaso no murió de 94 años y en funciones la reina Isabel de Inglaterra, y sobrepaso los 90 el extinto presidente de Tunicia. De lo que se trata es de la incapacidad cognitiva de uno y de la personalidad del otro.

La salud psicológica del máximo jefe republicano comenzó a preocupar antes de su primer mandato. Ahora, con posibilidades de recuperar el poder, es un ejercicio valido revisarla. Como Igual de trascendente es afrontar el deterioro físico y mental del otro aspirante.

Comenzaré subrayando las debilidades físicas y mentales de Joe Biden. Es obvio que su coordinación motora, tanto fina como gruesa, están afectadas. Su deambular rígido, tropiezos, caídas, y gesticulación, hacen pensar en la enfermedad de Parkinson. En cuanto a sus habilidades cognitivas, se han observado desorientaciones momentáneas, dificultades en la memoria reciente, confusión de nombres propios, y lentitud de respuestas (llamativas en un político de larga experiencia, culto y brillante.)  En el entorno familiar o entre colaboradores pudieran estarse observando otras deficiencias que desconocemos. Sus síntomas son innegable y preocupantes. Aun así, no existen informes neurológicos, psiquiátricos, psicológicos, o de ninguna otra especialidad, certificando un diagnóstico. Todo, hasta ahora, han sido especulaciones sustentadas en observaciones.

Contrasta con lo anterior, su desenvolvimiento durante entrevistas y la firmeza y claridad de sus recientes discursos. Deambula sin asistencia en reuniones locales e internacionales.  Y, por supuesto, administra diariamente y con éxito un gobierno democrático en pleno crecimiento económico y liderazgo mundial. Por eso, si lo pienso bien, su dolencia no es grave.

Hablar de una demencia incapacitante es un error clínico. Aun así, es sensato y razonable considerar que esas dificultades resultan alarmantes en un aspirante a la reelección. Quienes tienden a tomárselo a la ligera, afirman que sólo son “momentos seniles”; fallas normales de cualquier octogenario. No es verdad: una cosa es la natural pérdida de memoria que sufrimos al envejecer, y otra el conjunto de síntomas que exhibe Joe Biden.

En cuanto a quien “Dios salvó de ser asesinado”, sus defectos de personalidad no pasaron de ser un chiste hasta que fue escogido por primera vez como candidato. Entonces, se dispararon las alarmas dando como resultado la presentación ante una comisión del senado de la psiquiatra forense Brandy x Lee, profesora de la universidad de yale, advirtiendo sobre el peligro de un líder con las características del “media star”.

Claro, fue ignorada y ridiculizada a pesar de estar documentados los  antecedentes de estafa múltiples, negocios oscuros, utilización de fondos de beneficencia para gastos personales, y el gran escándalo de “Trump University” ( un fraude monumental a  cientos de estudiantes.) Linduras impropias de cualquier aspirante.

A partir de ese llamado de alerta, se publicaron libros y artículos denunciando las inconductas del billonario. En Octubre del año 2017, la doctora Brande x Lee- que no se dio por vencida- y 27 colegas más, publicaron “The dangerous case of Donald Trump”( “El peligroso caso de Donald Trump”), desglosando el comportamiento del candidato y  su peligrosidad.  Concluyeron así: Trump es ahora el más poderoso jefe de Estado del mundo, y uno de los más impulsivos, arrogantes, ignorantes, desorganizado, caótico, nihilista, se contradice a si mismo, se importantiza demasiado, y tiende a sacar ventajas personales. Tiene sus dedos en el botón de las armas más poderosas conocidas por la humanidad…

A este, siguieron otros libros de los que hare referencia la próxima semana. Terminaré escribiendo conclusiones, de seguro para algunos exageradas…