La sociedad dominicana ha pasado cuatro años en campaña electoral. Lo hemos expresado en otras ocasiones, este es el país donde el mismo día en que se inicia un período presidencial, despega la campaña electoral del período siguiente. Es algo original, pero es parte de las características que adornan al pueblo dominicano. Sí, le encanta el ruido, el ritmo, la diversidad de colores, las tonadas prometedoras y, sobre todo, los discursos improvisados, muchas veces al margen de las lógicas y de la normativa de la comunicación y del orden de las ideas. Pero, a pesar de los yerros lingüísticos y comunicativos, el entusiasmo desborda; y, con una agilidad que asombra, continúan las marchas y las concentraciones.

La campaña electoral, en su última fase, ha sido calificada de desabrida, sin la magia que la distingue. Son diversas las razones que han sido planteadas: los resultados de las encuestas, la desarticulación de la oposición, el exceso de tránsfugas y la compra de líderes por el partido oficial. Sean cual sean las causas, parece también que se debe tener en cuenta que los tiempos han cambiado. Parece, también, que no se puede continuar haciendo lo mismo; que los partidos políticos y los movimientos alternativos tienen que sentarse a discernir con creatividad y lucidez. Los mismos métodos, los líderes históricos y el mismo discurso, no solo cansan, también desencantan.

La novedad del tiempo electoral, los debates entre los líderes. Estos debates no tienen fuerza para cambiar la orientación partidaria, pero le van aportando otro nivel a la campaña. De igual manera, es un ejercicio que le permite a los líderes y a los partidos, organizar las ideas y concretar las acciones y las políticas que piensan priorizar. Ya sabemos que una cosa es la que dicen en los debates y caravanas; y otra la que hacen cuando alcanzan el poder.  Parte de la novedad de este período es la participación de jóvenes interesados en vincularse a los ámbitos legislativo y presidencial. Es alentador que movimientos alternativos se hayan interesado en presentar candidaturas para diversificar la oferta y aportar desde otras perspectivas.

Unida a las novedades, se hace más visible la carencia de propuestas que apuesten por transformaciones estructurales; que garanticen bienestar para la población, empleos decentes y seguros, educación direccionada por aprendizajes de calidad y reconocimiento definitivo de la participación de la mujer en la política en igualdad de condiciones que los hombres. La falta de programas creíbles ha de ser superada por los partidos políticos. Si no revierten esta situación, finalizarán siendo rechazados, por la obsolescencia de sus proclamas y promesas sin concreción alguna. Lo más notable de esta campaña electoral ha sido el vacío de preguntas a los partidos y a los líderes. Hay preguntas ineludibles.

La sociedad tiene una gran responsabilidad en el comportamiento de los líderes políticos y de los partidos. Formamos parte de una sociedad permisiva. Es inadmisible que se pasen el tiempo electoral hablando sin nombrar en ningún momento qué harán para que las ARS no se enriquezcan a costa de la población más vulnerable; qué harán para que la informalidad no continúe expandiéndose; cómo van a resolver el problema de los plásticos y de la basura en el país; cómo van a actuar para controlar la corrupción en las pequeñas y altas esferas. Es necesario saber qué van a hacer para garantizar apoyo a la salud mental; y, sobre todo, qué harán para que la ADP adopte una postura más respetuosa de los derechos de los estudiantes, de las familias y de la sociedad misma.

Los líderes políticos, empezando por los que encabezan encuestas, deberían decirle al país qué van a realizar para que la deuda externa no llegue a desestabilizar la nación. De igual modo, deberían decir qué van a hacer para que la vida de la mujer alcance en el país aunque sea el valor mínimo. Asimismo, será importante saber qué harán con las personas jubiladas, para que dejen de ser residuos humanos en esta sociedad. Son muchas preguntas sin respuestas claras y serias. Los tiempos que vivimos no resisten campañas electorales sin contenidos fundamentados, sin propuestas para cambiar la realidad desigual y excluyente.

Finalmente, es importante destacar que este tiempo electoral ha sido menos tenso y belicoso que otros. Las organizaciones partidarias y sus líderes han actuado con prudencia y esto ha evitado el incremento de insultos, riñas  y muertes. Ha habido algunas reacciones que evidencian educación limitada; pero en general, hay que celebrar y felicitar a los afiliados y a los partidos. Esperamos que se llegue en esta condición hasta el final. Deseamos que la próxima campaña  responda a los requerimientos del siglo XXI. Es un imperativo que los líderes y los partidos se coloquen en las coordenadas de los tiempos de innovación y de cambio que vivimos.