La República Dominicana tiene menos de 12 millones de habitantes, pero esto no impide que en su interior se multipliquen los partidos políticos, así como las extensiones de la Universidad más grande del país, aunque estén próximas o casi colindantes. Quizás este es el momento de preguntarnos por qué nos preocupa la cantidad, porqué estamos obsesionados por multiplicar, sin medir las consecuencias ni el impacto de los resultados. Es incomprensible la prisa con la que se aplica esta operación matemática que, sin duda, es importante; pero no tiene que constituirse en un instrumento tan determinante en la vida de la sociedad dominicana. Esto ocurre en un contexto en el que el grito permanente es calidad, calidad y más calidad.
Sí. Es conveniente preguntarse en esta dirección si se quiere superar el clientelismo político subsidiado, como acontece con los partidos políticos. Estos reciben una cantidad determinada de dinero de parte del Estado dominicano. Este apoyo económico lo pagan los ciudadanos con los impuestos que se les asignan a los productos que consumen y a los servicios públicos que reciben. Además, estos partidos, a pesar de que la Ley Electoral les exige rendición de cuentas, se otorgan a sí mismos la libertad de no rendir cuentas; y, los pocos que deciden hacerlo, generalmente, mediatizan la información económico-financiera. A pesar de esta situación, todavía no se percibe voluntad política para regular la aprobación de nuevos partidos políticos.
La proliferación de partidos políticos beneficia a los empresarios y a los comerciantes de la política. También beneficia a los gobiernos de turno. Estos utilizan a los partidos con más nombre que adeptos para robustecer su poder en los períodos electorales. Estos partidos pequeños se convierten, por un lado, en parásitos de la política y, por otro lado, en fagocitadores del presupuesto nacional. La gravedad del caso es que cada año se incrementan sin pudor alguno. Estamos frente a la perversión de la multiplicación. Esta operación matemática se utiliza, también, para hacer alarde de una democracia con aparente fortaleza, al pensarla solo desde los números. La fragilidad que presenta es innegable, siendo un indicador el mismo fenómeno que se indica.
La multiplicación de partidos políticos coincide con el incremento acelerado de extensiones de la Universidad Autónoma de Santo Domingo. Este hecho requiere atención y análisis serio, pues afecta la racionalidad económica, refuerza la cultura clientelar y pone en riesgo la calidad de los aprendizajes. En este país, pocas personas e instituciones se oponen al desarrollo integral de las universidades públicas. Es lógico y pertinente apoyarlas, impulsarlas y procurar su fortalecimiento en todos los órdenes. Las universidades públicas reciben a los estudiantes más vulnerables, los cuales tienen derecho a formarse; pero esto no implica una extensión en cada zona del país. El gobierno y las autoridades de la UASD deben reflexionar sobre esta política.
La atomización de los partidos y de la Universidad Autónoma de Santo Domingo acentúan la falta de consistencia de la democracia, de los aprendizajes y de la construcción de una sociedad con perspectiva de integralidad. Se ha de avanzar para que, en la sociedad dominicana, tanto los partidos políticos como el desarrollo de la UASD se realicen atendiendo a criterios y a principios que fortalezcan la calidad de los procesos y de las acciones que conlleva, de una parte, el ejercicio de la política partidaria y, de otra parte, la educación superior de los ciudadanos. No hay oposición alguna a que ambos campos alcancen el mayor esplendor en la sociedad dominicana.
La posición que se presenta en este artículo es que constituye un imperativo reorientar los criterios y la racionalidad que subyacen en la multiplicación de partidos políticos sin sentido, ni direccionalidad. Asimismo, urge una revisión a fondo de los propósitos y del horizonte que están en la base de la apertura de tantas extensiones de la UASD, unas ubicadas de forma contigua. La atomización se opone abiertamente a la articulación orgánica, al desarrollo sistémico de una institución. Para favorecer a la ciudadanía y, sobre todo, para fortalecer la sociedad, es necesario dar pasos que posibiliten avances cualitativos y cuantitativos gobernados por el equilibrio, por la mesura.
No, a la atomización. Sí, al desarrollo organizado y lógico. Sí, a la eliminación de los partidos políticos que solo tienen el nombre y crean condiciones para la instrumentalización de personas y el robo al erario público. No, al desarrollo desorganizado de las extensiones de la UASD, por los efectos nocivos que tiene en la calidad de los aprendizajes de los estudiantes y de los docentes; en la calidad de la gestión de la institución y en la calidad del uso de los recursos, globalmente considerados.