“Mis respetos a la gente que guarda el pasado. Mis respetos a la gente que se emociona mirando al futuro” Josefina Báez

 

El pasado jueves 5 de octubre, el edificio más antiguo del campus de la Universidad de Columbia en la ciudad de Nueva York se llenó con gente que generalmente no llena las universidades. Las autoridades de Columbia presentes y el panel que encabezaban la actividad eran todas académicas y había otras personas ligadas a la academia como profesión dentro del público. Pero la persona homenajeada y gran parte de la audiencia no lo eran. Entre las docenas de asistentes (más de 100) había artistas, dirigentes comunitarias, estrellas del deporte, jóvenes estudiantes, otros escritores y escritoras y profesionales de los medios de comunicación. Además, estaban presentes la familia de Josefina, integrantes del grupo que fundó en 1986, Ay Ombe Theater, y varios y varias “constantes” como llama Josefina a la gente que la ha apoyado con alegría desde el inicio de su carrera.

El evento titulado “ArteSana” tenía como objetivo reflexionar sobre la vida y obra de Josefina Báez, la escritora, directora teatral y performera dominicanyork de la que les conté un poco en una crónica anterior. Como explicó Frances Negrón-Muntaner, la curadora de la colección creada en la biblioteca de Columbia con los archivos de Báez, la actividad era también un homenaje a sus décadas de trabajo innovador y exploración constante como artista independiente. Y como mencionaron las académicas que más han estudiado su trabajo, la trayectoria de Josefina es y siempre ha sido inusual. Su colaboración con los y las investigadoras interesadas en su labor al igual que con varias generaciones de artistas e integrantes de la comunidad en RD, en EEUU y en otras partes del mundo empieza siempre por lo más importante: cultivar la chulería y la sanidad en la vida propia y la ajena.

Esa decisión de no ver ni vivir la vida por pedacitos sino viendo a cada persona primero como persona y ese sembrar alegría y solidaridad todos los días los cosechó Josefina ese día en Columbia. Como dijo mi amiga y colega Peggy Waller, “el salón levitaba con amor”. Las personas que fueron se sonreían con la complicidad de la felicidad compartida. Aplaudían, silbaban y se paraban en ovación tras ovación a Josefina como si el honor se les hubiera otorgado a ellos o a ellas. Antes y después del panel se miraban a los ojos y se abrazaban como si se estuvieran volviendo a conocer si se conocían ya y como si no hubieran visto a nadie igual en la vida si era la primera que se veían. Incluso quienes tuvieron que llegar más tarde, como la escritora y cantante Rita Indiana Hernández, participaban de ese amor colectivo fundiéndose en un abrazo con Josefina. Aunque no lo dijéramos, era como si todo el mundo se hubiera puesto de acuerdo en vivir, aunque fuera por un momento, “la grandeza de lo minúsculo”, uno de los super poderes que tiene Báez como nos contó Inmaculada Lara-Bonilla, profesora de Hostos Community College, durante su turno en el panel.

Les cuento esta experiencia tan hermosa porque Josefina con su trabajo y con su vida es parte de nuestra diáspora y de lo que las profesoras Lorgia García Peña, Sharina Maillo-Pozo y Elizabeth Manley, llamaron “dominicanidades globales” cuando organizaron la conferencia histórica con ese mismo nombre en la Universidad de Harvard en el 2019. Báez asume con orgullo el legado de su familia de bodegueros, “los prietos Báez” y de su pueblo, la Romana. De manera meticulosa y deliberada hace que veamos a estas comunidades y poblaciones que generalmente preferimos ignorar: las mujeres, la gente negra, la diáspora, los pueblos olvidados y la clase trabajadora. Les lleva en el cuerpo y en las palabras a todos los sitios a los que va. Les lleva especialmente a los lugares que, como Columbia, dice la historia oficial que no deberían entrar.

Y, a la vez, Josefina Báez es parte de todos los espacios y todas las diásporas. Como destacó Liamar Durán-Almarza, profesora de la Universidad de Oviedo, su trabajo va más allá de una disciplina específica y eso hace que le llegue a todo el mundo. Sus libros han sido traducidos a múltiples idiomas. Y de todas formas, tanto sus textos como sus obras tocan a la gente en Bali, en España, en Nueva Zelandia o en la India aunque no entiendan sus palabras porque su trabajo también se nutre de todas partes como, por ejemplo, su entrenamiento teatral en la técnica rusa de la biomecánica o en la danza tradicional Kuchipudi de la India. Como dice la misma Josefina, “yo soy de todos los lugares en los que he estado”.

Por eso es que Josefina Báez y su obra viven en el Ni’e, el espacio entre espacios que habitan las personas o comunidades que no “encajan” por ser migrantes o por ser “diferentes” por la razón que sea. Pero como nos recordó Lorgia García Peña, profesora de la Universidad de Princeton, el Ni’e es solo una de las tres contribuciones fundamentales que nos ha dado Josefina. Las otras dos han sido su uso del lenguaje, el Spanglish, y el Leventismo como propuesta feminista que siempre pone en el centro a las mujeres, especialmente las mujeres de color, sus alegrías y sus luchas. García Peña le recordó a la gente joven presente en el evento que ese uso combinado del español y del inglés que ahora ven como normal fue un regalo que nos dio Josefina, al ser la primera escritora y performera en utilizarlo y defenderlo contra viento y marea. Y lo que García Peña llama el “leventismo” es la práctica feminista de las mujeres latinas de construir comunidad no a pesar de sus personalidades y necesidades individuales sino, por el contrario, celebrando a las mujeres de color y las prácticas de cuidado mutuo que crean.

Y así como las mujeres son las habitantes del edificio imaginario del Ni’e en su libro Levente No. Yolayorkdominicanyork, así también fueron mujeres quienes lideraron el evento en Columbia como si la realidad quisiera ponerse a tono con la imaginación de Josefina. La representación de la Universidad de Columbia incluyó, además de Frances Negrón-Muntaner, a la vicerrectora asistente Adina Berrios Brooks y a Courtney Chartier, directora de la biblioteca de manuscritos y libros raros. Y el panel de especialistas en la obra de Josefina fue también de mujeres: Liamar Durán-Almarza, Inmaculada Lara-Bonilla, Lorgia García Peña y Sharina Maillo-Pozo. Quizás por eso, así como las mujeres del Ni’e se cuidan unas a otras, las mujeres que menciono nos cuidaron al resto mostrándonos los nombres de las calles que podemos tomar para acercarnos a Josefina no solo con el poder de la imaginación sino también en nuestra vida cotidiana.

Y no se crean que ese poner a las mujeres en el centro excluye a los hombres. La Casa Francesa (Maison Française) de Columbia estaba llena de hombres amorosos y solidarios de diferentes generaciones que son también parte del ejército de “constantes” de Josefina. Les hablo de hombres como Manolo Prince, amigo de Josefina desde la época en que jugaba baloncesto profesional con su hermano Héctor Báez; Claudio Mir, director de Dominicanish, la obra teatral más famosa de Josefina y Jhensen Ortiz, el extraordinario experto que organizó sus archivos para su paso a la Universidad de Columbia.

Todos ellos se trasladaron después al segundo evento de celebración (brillantemente titulado “Llegó el Dulce” por la misma Josefina) con la comunidad dominicana en Nueva York en el centro cultural Alianza Dominicana. Allá nos esperaba Iván Domínguez, director del centro y miembro fundador del grupo Convite quien nos dio la bienvenida. Y ahí la comunidad se apoderó de Josefina y de su obra sin prestar mucha atención al programa que habíamos creado en Ay Ombe Theater para la ocasión. Desde la niña que leyó con su papá hasta la señora mayor que contó anécdota tras anécdota, pasando por la canción que entonó la líder comunitaria Arelis Figueroa o las historias que compartió Zenaida Méndez, directora del canal comunitario MNN, fuimos parte de lo que en teatro llamamos una creación colectiva. Celebrando en comunidad hicimos lo que Sharina Maillo-Pozo dijo en el panel que siempre hace Josefina: practicar la política del amor no en base a lo que tenemos en común sino tomándonos en serio la complejidad de la diferencia.

Los eventos para celebrar la vida y obra de Josefina Báez la semana pasada reflejaron todo lo que ella ha sido como artista y como ser humano: apertura, alegría y coherencia. Por eso les invito a que lean sus libros, vean sus obras en YouTube, lean sus entrevistas, chequeen su portal. Dénse ustedes también ese regalo.