“Cuando yo sea grande quiero ser un domingo”. Josefina Báez

 

Un escenario a oscuras, un trompetista interpretando un solo y la silueta de una mujer negra y delgada que avanza hasta colocarse en el fondo a la misma distancia de ambos extremos. Desde ahí camina hacia el frente moviéndose con lentitud y precisión casi milimétrica. Al llegar al centro del escenario la vemos por fin. Una luz cenital nos la presenta, observamos sus facciones, notamos el contraste entre el vestido formal y las perlas con los moñitos. En el público observamos cada movimiento conteniendo la respiración. No queremos perdernos ni un solo segundo, ni un solo detalle de los brazos levantándose a los lados, luego hacia arriba donde se juntan las manos y descienden en una señal de Namaste mientras la actriz sigue avanzando, desafiante, hacia el frente.

 

Luego camina hacia atrás mientras continúa, con la misma precisión, haciendo movimientos certeros que quienes la conocemos ya sabemos vienen de la danza tradicional Kuchipudi de la India. En el teatro se podría escuchar caer un alfiler. Cuando la actriz finalmente habla nos sumerge en las palabras de la niña recién llegada a Nueva York que juega con el inglés y el español. La magia ya no nos suelta más. Josefina Báez nos tiene en sus manos. Es la primera noche de la presentación de Dominicanish en noviembre del 2009 en el prestigioso teatro Harlem Stage de Nueva York y ese es el único lugar donde queremos estar.

 

Dominicanish es la obra teatral y el libro más conocido de Josefina Báez, la escritora, performera y directora Dominicanyork (como ella misma se define). Lo que les acabo de contar fue parte del evento de cierre de los 10 años de presentación de la obra en casi todos los continentes (desde Nueva Zelandia hasta República Dominicana, desde Perú hasta Finlandia) después de estrenarse en el 1999 también en Nueva York. Ese fin de semana maravilloso también incluyó actividades académicas y una exposición visual donde parte de las y los académicos y artistas que han trabajado con ella y estudiado su trabajo se dieron cita para celebrar a Josefina y a Dominicanish.

 

Ahora que la famosa Universidad de Columbia acaba de reconocer y adquirir el archivo de las obras completas de Josefina Báez, le dedico esta crónica para compartirles un poco de por qué es tan vital su trayectoria para comprender el mundo actual incluyendo a la nación dominicana dentro y fuera de RD. Tal y como destacó Frances Negrón-Muntaner, profesora de Columbia y curadora de la colección: “Es imposible hablar de la comunidad latina en Nueva York del siglo XX y XXI, el pensamiento negro a nivel global y la historia del performance sin incluir a Báez, una innovadora en el método, la forma y el lenguaje”.

 

Yo recién había conocido a Josefina meses antes del cierre de Dominicanish cuando mi querido amigo Arturo Victoriano me arrastró de casa de mi amiga Rita en Nueva York para que fuera con él a visitarla a su “pequeño gran palacio”. Yo en ese momento sufría de depresión clínica severa así que cosas tan triviales como levantarme en la mañana o ducharme y cambiarme representaban un esfuerzo extraordinario. Por suerte, Arturo insistió con la terquedad cariñosa que muestra cuando sabe que puede ayudar a un ser querido: “es que ustedes tienen que conocerse, ustedes tienen que conocerse”.

 

Finalmente decidí hacerle caso a Arturo, más para salir de él que por otra cosa, porque no me sentía con la fuerza necesaria para salir y enfrentarme al mundo. Estuve casi todo el trayecto en silencio en el tren y en la guagua escuchándolo a él hablando de lo emocionado que estaba con la visita. Cuando llegamos, Josefina nos recibió con los brazos abiertos y una alegría que yo no lograba entender sumida como estaba en el agotamiento y la melancolía casi constantes de la depresión. Para mi sorpresa, a solo minutos de llegar me empecé a interesar en la conversación que tenían sobre el trabajo de Josefina para la tesis doctoral de Arturo. Me interesé tanto que empecé a hablar yo también y a sentirme bienvenida con un sentido de camaradería que no experimentaba hacía mucho tiempo.

 

En esa época de mi vida, estaba tan vulnerable que me refugiaba en un círculo muy pequeño de gente que no me soltó en ningún momento: mis amigas del grupo de terapia, Arturo, mi amiga Odeisa, mi familia y mi segunda familia, la tribu Saneaux Haas (y meses después harían lo mismo mis queridos Finita y Pepemón). Sentirme comprendida por una persona que acababa de conocer y en la jungla de cemento que es Nueva York simplemente era algo que no me podía imaginar. Ese día Arturo y Josefina me regalaron más alegría que la que había experimentado en meses y ese descubrimiento me llenó de curiosidad.

 

Y la curiosidad me llevó a trabajar con Josefina reconectando con mi experiencia teatral en el grupo Proyección cuando era estudiante en INTEC. También me llevó a leer casi todo lo que había publicado incluyendo Dominicanish, Comrade Bliss ain’t playing (en español, Canto de Plenitud) y años después me llevaría a colaborar con su libro Levente no. Yolayorkdominicanyork y su novela gráfica Carmen. (Y la lista es mucho más larga, pueden ver el resto de sus obras en Amazon y en su portal www.josefinabaez.com). Ser parte del equipo de producción del cierre de Dominicanish me permitió aprender de su proceso y sentirme útil en esos meses de limbo fue fundamental en mi recuperación. Trabajar con Josefina fue la llave que me abrió el mundo de su obra incluyendo su concepto de El Ni’e.

 

El Ni’e para Josefina es ese espacio entre espacios que habitan las personas o comunidades que no “encajan” por ser migrantes o por ser “diferentes” por la razón que sea. Es, por ejemplo, el espacio en que vive nuestra diáspora regada alrededor del mundo. Pero también es el lugar que habita la comunidad chicana en la frontera física e imaginaria (“borderlands”) entre México y EEUU de la que hablaba la escritora feminista Gloria Anzaldúa y del que nos cuenta la novelista de Camerún Leonora Miano con su concepto de “vivir la frontera” (“inhabiting the border”). Por supuesto, el Ni’e también existe en la frontera entre República Dominicana y Haití como analiza Arturo en su tesis convertida en libro “Rayanos y Dominicanyorks: La dominicanidad del siglo XXI” o como destaca Lorgia García Peña, una de las primeras estudiosas de la obra de Josefina, en su libro Bordes de la Dominicanidad.

 

Ahora que soy catedrática en California, invito a Josefina a todas mis clases porque su concepto del Ni’e ayuda a mis estudiantes a entender que vivir en este espacio de incertidumbre no trae solo dificultades sino también maravillas. Sea porque son también inmigrantes o hijos e hijas de inmigrantes, sea porque vienen de comunidades pobres o de minorías raciales discriminadas, sea porque tienen una orientación sexual o una identidad de género diferente a la que tanta gente ve como “normal”, la sesión con Josefina es, sin excepción, la que más les mueve el piso. Así como conocer a Josefina me ayudó a reconectar con la alegría y a entender mi vida en el Ni’e, así también ayuda a mis estudiantes a redefinir ese lugar como su super poder para crear, amar y pertenecer.

 

Además, entender el Ni’e les ayuda a comprender cómo funciona el mundo de hoy; un mundo cada vez más globalizado, más impredecible y en contacto permanente. Como socióloga que soy, conecto el trabajo de Josefina con el concepto de la o el Extraño (“The Stranger”) del sociólogo alemán Georg Simmel. Como judío que era, Simmel sufrió en carne propia la discriminación que sufre el o la Extraña, la persona que por no ser originalmente parte de la comunidad (o que no es aceptada aunque haya vivido en ella toda su vida), también puede ver los problemas y el potencial que el resto no logra ver.

 

Como Simmel, Josefina Báez nos invita a celebrar, en vez de temer, la diferencia. Y, con la generosidad que la caracteriza, nos regala las pistas para navegar y hasta convertir en poesía la vida a nuestro alrededor.