Esta tristeza no tiene adónde ir.
Se abraza a las piernas, a la cabeza.
Y la crisis sigue siendo permanente

según periodistas, entre habitantes
y visitantes igual. Pero al sol no le importa

las luchas del hombre. Y la lluvia

caerá a un ritmo que escapa al control

humano. Esto no es verdad. No digas
esta mentira a los niños. Ellos heredarán

el libre pensamiento, el derecho de actuar,

de tomar la independencia de la feroz
boca del colono. Pero el colono

ha cambiado de piel. Está en el corazón.

Lleva un arma de fuego automático.