De niño se enfermó y se quedó aislado

por un buen tiempo. Aprendió a refugiarse

en libros, en pintura, en pensamiento. Ya adulto

le tocó a él y a mí la pandemia. Yo escribí

y publiqué tres poemarios en tres idiomas en aquel

año fatídico 2020. Mientras él aprendió el verdadero

nombre de su sangre. Y nos ha dado, a sus lectores,

una epopeya íntima, un minuet lírico en cinco cantos

para contradecir lo que Lear repitió en el momento

mayor del catarsis, aquellos cinco nuncas

a los que Daganzo responde, que sí se puede

superar el trauma y hacer lírica y sobrevivir

decepciones y puertas y espíritus cerrados,

con la única y eterna respuesta: la sangre música.