Hoy celebramos el Día Internacional de la Juventud. Felicitamos a todos los jóvenes de nuestra nación, por constituir una esperanza nacional y, sobre todo, una invitación a construir con las demás generaciones una sociedad caracterizada por la inclusión y el diálogo intergeneracional permanente.   Los datos aportados por la Oficina Nacional de Estadísticas desde el estudio República Dominicana, un país joven con tendencia al envejecimiento, publicado en su portal el 12 de julio de 2021, muestran que, para ese año, la población del país alcanzaría la cifra de 10, 535,535 habitantes. De estos, 5, 259,642 son hombres, el 49.9 %; y 5,275, 893 son mujeres, para un 50.07 %. De otra parte, la Ley General de la Juventud 49-00, marco jurídico, político e institucional que especifica las acciones y decisiones del Estado dominicano y de la sociedad en materia de juventud, establece diversidad de directrices orientadas a reconocer y a apoyar las necesidades, las aspiraciones y la participación de los jóvenes. Esta ley considera jóvenes a los hombres y a las mujeres ubicados en el grupo de edad entre 15 y 35 años.  Esta Ley General 49-00 en su articulado pretende el desarrollo integral de los jóvenes; y presenta una visión holística de los apoyos que necesita la juventud y que se habrán de garantizar con este recurso jurídico.

La Ley General de la Juventud 49-00 parece perfecta en su contenido y disposiciones a favor de los jóvenes.  Pero hay una distancia insondable entre sus planteamientos y lo que ocurre en la práctica. Con frecuencia escuchamos a los jóvenes lamentarse por el alto índice de desocupación, por las dificultades para acceder a la red Internet, por la falta de atención en el nivel de la salud y, especialmente, para acceder a una educación integral, de calidad, inclusiva y con equidad. Por su parte, los gobiernos de la República Dominicana, todos los años realizan un balance maravilloso del gasto público y social para apoyar a la juventud. Todos hacen alarde de un trabajo incansable y sostenido para que los jóvenes se superen y alcancen las metas más altas. A estos pronunciamientos hemos de ponerle al lado la cantidad real de jóvenes sin trabajo, sin seguridad social, sin acceso a la educación en gran parte por una frustración personal fraguada por la injusticia social y por las precariedades familiares. Si analizamos las edades del mayor porcentaje de migrantes del país, podremos tener una idea más completa de la situación de la juventud dominicana y del abandono social, económico y político en que se encuentra este sector poblacional. Por tales motivos, urge un apoyo permanente y concreto para que los jóvenes puedan desarrollarse y ser actores innovadores y productivos en la sociedad dominicana.

Los jóvenes dominicanos demuestran, cotidianamente, que poseen talentos diversos y que tienen capacidad y vocación para servirle a la sociedad dominicana. Sus aportaciones en materia de emprendimiento, deporte, servicio en la Defensa Civil, creación artística e investigación, constituyen una muestra de que apoyarlos es hacer avanzar la sociedad dominicana, potenciar su desarrollo y, particularmente, abrirle nuevos horizontes al país. Al lado de estos hechos significativos relacionados a la juventud, encontramos problemas de jóvenes vinculados con la delincuencia, el narcotráfico y el embarazo adolescente. Ninguno de estos problemas se les puede adjudicar a los jóvenes. Primero el Estado y la sociedad tienen que preguntarse qué estamos haciendo para que las políticas públicas y las estructuras que se han creado en torno a la juventud funcionen con responsabilidad y justicia; y qué están haciendo para superar el discurso político desarticulado de una práctica política que impacte con efectividad la vida de los jóvenes. El apoyo y el cuidado a los jóvenes no resisten palabras huecas. Está en juego el desarrollo presente y futuro del país. Los jóvenes no pueden continuar mendigando lo que les pertenece por derecho. Tampoco pueden estar esperando, sin tiempo, que los más adultos retrasen cada vez más su integración activa a la sociedad y la participación sociopolítica, económica y educativo-cultural.  En este sentido, es necesario que agradezcamos que la nación cuente con muchos jóvenes todavía. Su visión, audacia y mirada refrescante constituyen una oportunidad para avanzar en la humanización y en el desarrollo integral de la República Dominicana.