La filósofa española Adela Cortina acuñό el vocablo aporofobia. La palabra viene del griego ἄπορος ("áporos”) que ha sido traducido del griego como indigente o pobre, y Φόβος (fobos), el término griego que significa miedo o temor. Por esta etimología la palabra aporobia ha venido a significar “miedo a los pobres”.
Sin embargo, en griego clásico, el termino ἄπορος tiene otro significado: “sin salida” -recuerden “aporía” la palabra que usamos para referirnos a un razonamiento que plantea una situación lógica de la que no hay salida, irresoluble-. Si lo aplicamos a un ser humano, el término alude a una persona entrampada, que no puede salir de la situación en la que se encuentra.
Derivado de estas etimologías la palabra aporofobia vendría a delatar en nuestros días una situación característica de un individuo en condición de abandono, de “no ser cuidado”. Se trata de una característica que describe a un cierto inmigrante, el extranjero pobre, el carente de recursos.
En una sociedad donde el valor de las personas y las actividades están relacionadas con su riqueza, existe una diferencia significativa entre cómo se valoran a los inmigrantes ricos y a los pobres. Se trata distinto al turista de países ricos que al migrante que huye de las crisis económicas y políticas. De hecho, en países que dependen fundamentalmente del turismo, pueden adaptarse las leyes para no “molestar al turista”, como ocurre con las restricciones a las bebidas alcohólicas que se toman en determinados periodos del año en nuestro país y que no aplican para las zonas hoteleras frecuentadas por los turistas europeos y norteamericanos.
Pero si bien la interpretación de Cortina acierta al detectar la discriminación existente entre los extranjeros dependiendo de su condición económica, dicha lectura no debe hacernos caer en una falsa reducción de la mirada sobre el inmigrante.
En otras palabras, si bien al inmigrante puede rechazársele por su carencia de recursos, en sociedades donde el racismo es estructural y también el miedo, el odio o el rechazo puede producirse contra los individuos independientemente de su poder adquisitivo debido a lo que Erving Goffman denominó estigma.
El estigma es una representación inconsciente según la cual el Otro queda simbólicamente marcado como una amenaza para la comunidad. Esta representación conlleva la presunción de que existen unas características intrínsecas que lo hacen despreciable, peligroso, “contagioso”.
En la sociedad dominicana tenemos documentación sobre esta forma de mirada estigmatizante que trasciende la esfera meramente económica y sobre la que ejemplificaré en mi próxima entrega.