“La realidad ha superado absolutamente todos mis sueños, así que no sabría decir tampoco alguno que me quede por cumplir más allá de seguir feliz e intentar dar lo mejor de mí para regalar emociones, porque la emoción es una riqueza y la vida se vuelve bella cuando es rica de emociones”. Andrea Bocelli.

El pasado sábado tuve el privilegio de asistir a una noche mágica, el concierto y gran espectáculo de Andrea Bocelli en el Estadio Olímpico, un artista italiano que es músico, escritor, productor musical y voz de discos con canciones clásicas, románticas y pop.

Además de la voz del tenor el espectáculo bajo el manto de una asombrosa luna llena nos introdujo a las excelentes actuaciones de los miembros de su elenco: la soprano María Aleida, la cantante de pop Carolina Rial, su hijo Matteo Bocelli, el músico Andrea Griminelli y los bailarines Desi Jévon y Vanessa Nichole, acompañados por la Orquesta Filarmónica Nacional dirigida por Carlos Bernini y, al inicio del concierto, por Amaury Sánchez.

La pecularidad de este artista es que no solamente comparte su inmenso talento musical con su público, sino que regala una parte de sí mismo a través de su actuación y de sus habilidades, que tocan las fibras emocionales de cada uno de los presentes. Salí del espectáculo como si estuviera flotando en una pequeña nube y las sonrisas de las personas que me rodeaban evidenciaban el mismo estado mental.

El estadio convertido en un teatro gigante con una impecable organización se llenó de una inmensa cantidad de fans, quienes vivieron intensamente esta experiencia musical y visual. Definitivamente hay también, en nuestro país, espacio para otro tipo de música que no sea la música urbana.

Lo que marca una diferencia es que Andrea Bocelli es un ejemplo vivo de resiliencia, de perseverancia y disciplina. Para quienes no lo saben, sufrió de ceguera parcial desde que nació y de ceguera total desde la adolescencia. Sin embargo, esta discapacidad no se transformó en un obstáculo. Impulsado por su habilidad e inspiración, aprendió distintos instrumentos y toca, además, piano, arpa, flauta y saxofón.

Como es de imaginar el camino hacia el éxito no fue sencillo y lineal. Tuvo sus altos y bajos, sus penas y dolores, pero la excelencia artística proviene no solamente del talento, sino también del rigor, la dedicación y la fe, así como de un ambiente familiar favorable.

Celebrando con este concierto sus 30 años de una fructífera carrera, con 90 millones de discos vendidos en todo el mundo, Bocelli es un intérprete que ha nadado entre el mundo pop cantando con artistas como Celine Dion o Ariana Grande, y el lírico, en el que se ha codeado con ilustres como Luciano Pavarotti. Sus discos se han escuchado a escala mundial y su voz ha sido solicitada por los grandes de este mundo.

Bocelli encarna la resiliencia como Mandela o Malala Yousafzai: la capacidad de desarrollarse y crecer ante grandes dificultades. La realidad humana de la resiliencia es la del crecimiento personal hacia una nueva vida superando los inconvenientes y barreras.

La resiliencia no justifica ni glorifica el dolor, toma acta de un sufrimiento real y busca como desarrollar una vida con esta realidad.  ¿Cómo tales caminos son posibles? ¿Qué  podemos aprender de historias de vidas resilientes? El concierto de Andrea Bocelli nos enseña que el sentido de la vida está en todas partes, especialmente en el arte, y que este cantante con su presencia y su voz tiene la capacidad de tocar nuestros corazones y crear un impacto positivo en cada uno de los espectadores.