Está lloviendo recio a unas horas de

la noche de San Juan, la tierra se limpia

y me envía la orden de prepararme

para entrar al mar esta noche, de tirar

lo innecesario, lo usado, lo que debo

olvidar, al fogón en la playa,

de nadar feliz de la vida por haber

encontrado en espera más allá de la orilla

una nueva vida que sonríe y baila,

del árbol al arbusto al aire, un hada

entre la colina y la playa donde piso tierra

nunca más en el otro lado del océano, más

allá de la isla, lejos de la musa que ha vuelto

esta hada volando en el aire que respiro.