La noche anterior al asesinato de Amin Abel, fue asesinado el jovencito de 16 años, Ramon Antonio Abud Vargas, en la calle Francisco Villaespeza, esquina Seybo, del barrio de Villa Juana, por agentes del Servicio Secreto de la P.N.

Era parecido a Amin. Se confundieron, creían que era él. Esa noche una vida joven fue sacrificada por esa Gestapo que se mantenía al acecho en permanente estado de crueldad y crimen. Se dieron cuenta de su equivocación esa misma noche.

La noticia fue servida por el periódico El Nacional de la siguiente manera:

"SEPULTAN JOVEN BALEADO; PENETRAN SU CASA."

 "El cuerpo del jovencito Ramón Antonio Abud Vargas descansa desde las 10:30 de esta mañana en el cementerio de la avenida Máximo Gómez. Sus familiares, empero siguieron sufriendo atropellos policiales por lo menos hasta el día de hoy. Abud Vargas de 16 años fue acribillado anoche por desconocidos en la calle Francisco Villaespeza esquina Seybo."

EL NACIONAL DE AHORA, 24 de Septiembre de 1970. PAGINA 4."

(Fragmento de la crónica)

El asesinato fue el 23 en la noche. No se encontró explicación ante este crimen.  Un asesinato selectivo, pero el jovencito no era militante de organización alguna de izquierda.

El día posterior, en la madrugada  del 24, el Servicio Secreto ( partido político o rama militar del Partido Reformista) a tan solo cuatro cuadras de la calle Francisco Villaespeza, en la calle Francisco Henríquez y Carvajal esquina Moca, rodean la casa donde residía Mirna Santos con su hijo pequeño. Esa noche Amin fue a la casa, quería estar un instante de tiempo con su familia.

Allanan, en compañía del fiscal Tucídides Martínez,  apresan a Amin y lo esposan. Era un apartamento en un segundo nivel. Bajando la escalera, el asesino, Hermógenes López, dispara sobre la cabeza del prisionero. Salen corriendo los policías y dejan el cadáver en la escalera. La sangre corre hasta la acera.

Nadie relacionó a  ABUD con HASBÚN, hasta que pasaron vários días.

HASBÚN- ABUD y Francisco Villaespeza con Francisco Henríquez y Carvajal. Cuatro cuadras. El mismo barrio, Villa Juana,  y sobre todo el gran parecido físico.

La equivocación, o el error en la identificación no importaba. Podían equivocarse en eso. En lo único que no había lugar para equivocarse era en : ¡no matar!

La orden era: ¡Matar!

Desapariciones, golpizas, torturas eran las ordenes del día. El gallo convertido en fiera con afiladas espuelas, sufrió la metamorfosis, no la de Kafka y su escarabajo, sino la de un terrible cancerbero con poderosos colmillos y papeletas en las patas.

Nubarrones oscuros rodeaban a un ser muy especial. Decisión y valentía, se sumaban a su sencillez y humildad.

Preclara inteligencia no se exhibía, solo se sentía en las acciones de una fragua que fundía el "Pensamiento y la acción contra las injusticias". En Amin, se unían no sólo las ideas y la praxis. Él constituía el ejemplo de lo que debe ser un comunista.

Ese 24 de septiembre del 1970, corrió como agua de un río desbordado la infausta noticia. No nos llenamos de odio, solo una altísima indignación y un dolor inmenso, nos cubrió toda el alma.

En la calle Moca, número 9, estaba la casa paterna de Fidel Guzmán (a 40 metros, aproximado, de donde se cometió el crimen); la mía, a dos cuadras; pero ya nosotros, desde hacía tiempo nos movíamos en la clandestinidad. La cercanía con la vivienda de Amin se unía a la física, con su persona, que aunque nos separaba una militancia distinta, nos unían los naturales vínculos de la lucha revolucionaria, más aún, cuando él fue un alto y querido dirigente del Catorce de Junio, del cuál formábamos parte, antes de formarse la Línea Roja del 1J4. No sabíamos que ellos vivían o se escondían ahí.

El país estaba estremecido. Un crimen monstruoso. Un allanamiento con la representación legal de un fiscal. Amin asesinado delante de su esposa y su niño. El cadáver dejado en la escalera, por donde corría la sangre. Esparcida la masa encefálica de un ilustre ciudadano, noble y puro, defensor de su patria.

Gran tragedia demostrativa del odio y la maldad de un régimen oligárquico burgués al servicio del imperialismo yankis.

Nos concentramos en la universidad y allí nos sorprendieron varios compañeros que trasladaron el cadáver de Amin, desde la funeraria a la Facultad de Ingeniería de la universidad. Entre estos estaban el audaz Gordo Oviedo, Manolo  Polanco, Teobaldo Rodríguez, Danilo Santiago y otros dirigentes y miembros del MPD  y de la  Linea Roja 1J4. Pasamos el resto del día y la noche, en velada y vigilancia.

El cadáver estaba tan blanco que impresionaba. Era como si toda su sangre se hubiera quedado fertilizando la tierra. Me conmovía ver su cabeza rodeada por un pañuelo blanco sosteniendo el cráneo por la mandíbula. El disparo fue a quemarropa, por detrás de la cabeza que hizo saltar la tapa craneal.

El homicida, sargento P.N. Hermógenes López, cumplió la orden superior. Una bala calibre 45, segó la vida de un hombre, que convirtió a  Hermógenes en un "héroe" en un "valiente", en un "patriota"; igualado con Balá, Pechito, Estrada Malleta y tantos otros, de tantos tiempos, como los que hoy, todavía pululan como polillas sangrientas por las calles de Santo Domingo.

Partió el cortejo fúnebre de la UASD y en el cementerio de la Máximo Gómez, hablaron Teobaldo Rodríguez, Radhamés Abreu, Leonardo Mercedes y el autor de estas líneas por la Línea Roja del 1J4. Leí un fragmento de un artículo de Amin en el que explicaba que sólo se debía tener "miedo al miedo". La cita era conmovedora. Sus palabras, un testamento de valor: " los revolucionarios seguimos haciendo la revolución aún después de muertos. Cuando ya no nos queda voz para expresar muestras ideas; cuando ya no queda vida para empuñar el fusil; nos quedan  los huesos para que sirvan como astas de banderas".

Desde lo alto de un panteón, mientras me dirigía a esa masa dolida y afligida, veía el rostro de Mirna Santos. Desde sus tristes y acongojados ojos, salían lágrimas como fuente de un manantial para unirse en la tierra con la sangre derramada de Amin Abel.

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