Buscábamos tesoros en las montañas
de Durango, y ahí encontramos
Ojuela y su puente. Habías recién
llegado del ashram de Sai Baba,
de Karnataka en la India, y yo
hombre occidental y oriental
de mi casa regia. Se encuentra
el destino en lugares inesperados,
un puente suspensivo, un pueblo
abandonado a la piedra, un tambor
sonando en el valle entre picos.
Elba, isleña, cuando tocabas
y bailabas viajaba yo a mis raíces
antes de que nacieran las palabras,
a la música y a los pasos
del danzante. A tus órdenes
me quedo, sirena, amiga,
puente, india duranguense.