El pasado miércoles, tempranito del día, fui impactado por la noticia del fallecimiento del compañero y amigo César López Jiménez. Entre César y yo había una amistad, una gran amistad, de 42 años. Lo conocí en los ochenta bajito, en la Casa Nacional del PLD, donde se desempeñaba como gobernador.
César era un comandante, un combatiente, un hombre aguerrido, de convicciones y de ideas firmes. Nació en La Vega, en la Sábana de los Jiménez, donde tuve la oportunidad de ir con él innumerables veces. César le encantaba la paz de su campo, y en el fondo de su alma, nunca dejó de ser un hombre de campo. Anduvo una parte del mundo, pero nunca dejó de ser un campesino, y nunca dejó de amar a su gente y al campo donde nació y vivió sus primeras primaveras.
Miguel Solano, Robert Berroa y yo nos hicimos amigos del comandante César en aquellos tiempos de los sueños revolucionarios utópicos. Siempre que íbamos a la capital buscábamos la manera de llegar a la Casa Nacional, solo para saludar y hablar con él. Le encantaba, como yo, los temas internacionales.
Disciplinado, correcto en el vestir, discreto, alto, de un porte militar, que proyectaba respeto, y también empatía. De los tres, a mí me tocó compartir con él tal vez más tiempo que los demás. Y hoy, puedo decir, que parte de mi formación se debe a sus orientaciones y a que siempre nos hablaba de la importancia de leer, de estudiar, de cuestionar.
En sus años juveniles, al final de la dictadura de Trujillo, fue un guardia raso. Decapitada la dictadura, y tan pronto llegó al país el profesor Juan Bosch, se convirtió en perredeísta boschista. Fue capturado por el carisma, el magnetismo y las ideas del profesor, convirtiéndose con el pasar de los años en uno de sus escoltas personales.
En la Guerra de Abril de 1965, mi hermano César López fue un combatiente. En los combates de la parte norte de la ciudad del 15 de mayo, César combatió fieramente contra las tropas de San Isidro, respaldadas por las tropas invasoras norteamericanas. Y cuando las fuerzas constitucionalistas fueron desalojadas de la parte norte, César no lo pensó dos veces para alojarse en la Zona Colonial, convertida en la Trinchera del Honor. En los combates del 15, 16 y n17 de junio, cuando el imperio trató de tomar la zona constitucionalista, César estuvo ahí en primera línea, defendiendo con las armas a la patria.
Unos añitos después, fue enviado a Corea del Norte para prepararse mejor en lo militar. Eran los tiempos de la Guerra Fría, de las revoluciones, de las luchas armadas, y César siempre fue del criterio de que había que prepararse para la gran batalla que se visualizaba al doblar de la esquina.
Cuando el profesor Juan Bosch renunció al PRD para fundar el PLD, César lo acompañó. Fue de los fundadores del nuevo PLD. Y nunca vaciló. Siempre al lado del Maestro, al lado de su PLD, que él contribuyó a construir y llevar al poder, y al lado bueno de la historia. Siempre en la vanguardia. Siempre al frente. En todas las crisis del PLD, siempre estuvo al frente. Y hasta el último día de su vida.
Del camarada y hermano César Lopez puedo escribir mucho. Fueron cuatro décadas andando por el país juntos, marchando juntos, tomando decisiones juntos, trabajando juntos. Son muchas anécdotas, muchas historias.
Voy a terminar este artículo, salido de lo más hondo de mi corazón, con palabras del ex presidente Leonel Fernández. Leonel y César fueron amigos, grandes amigos, desde los tiempos de Villa Juana, la Casa Nacional y todo lo que significó la construcción de aquel glorioso PLD. Leonel visitaba casi a diario la Casa Nacional y siempre saludaba a César con respeto y distinción. Fueron muchas las veces que estando yo conversando con César en la famosa mata de limoncillo, el profesor Leonel, con su afabilidad y decencia, al pasar hacia la oficina de la Secretaría de Comunicaciones, saludaba a César con estas palabras: "profesor César, ¿cómo está usted?". Y César, dándole un gran abrazo, le respondía: "muy bien Señor". Dos veces, en 1996, y en el 2004, fue designado por el presidente Leonel Fernández como Administrador General de los Comedores Económicos, posiciones que desempeñó con decoro y responsabilidad. Posteriormente, en el 2014, fue designado por su amigo, el presidente Danilo Medina, como Administrador General de la Dirección General de Embecillimiento, donde tuve el privilegio de acompañarlo como Sub administrador.
El presidente Fernández estuvo en la Funeraria Blandino de la Sabana Larga despidiendo a su amigo, el comandante César. Fue un hermoso y sincero gesto, que nos agradó a todos, y demostrativo de que muchas veces el cariño y el respeto deben estar, y están, por encima de la política partidaria. Allí el presidente Fernández, con la elegancia del orador, pronunció algunas palabras como testimonio de su aprecio por César, que me permito reproducir aquí:
"Siempre se hablaba de dos compañeros que nosotros no habíamos visto físicamente: César López y Luis Hernández. Estaban por Asia, cumpliendo una misión política. Recuerdo la inmensa alegría cuando retornaron a la República Dominicana, y cuando se produjo la división del PRD en 1973, César López no vaciló nunca de que debía estar del lado del Maestro Juan Bosch. Y empezamos desde cero. Y César López siempre estuvo a la vanguardia, porque demostró ser un hombre de valores, de principios y de lealtades. Siempre estuvo al lado del profesor cumpliendo funciones de seguridad personal. Llegamos al gobierno y César López desempeñó una función con pulcritud e integridad personal. Por tanto, en estos momentos de decadencia moral de la sociedad dominicana, César López es un símbolo de honestidad, de patriotismo y de colocar los intereses y los valores de la patria por encima de los intereses personales. El es, por consiguiente, un referente moral, un referente a seguir por el inmenso legado ético que nos dejó. Ese es el compañero César López…"
Adiós hermano César. Adiós compañero César. Adiós amigo César. Adiós Comandante César López.