¿Acaso debe intervenir el presidente Luis Abinader para que la academia y la banda de música de Pedernales sean dotadas de los instrumentos que permitan a jóvenes y adultos cultivar el arte de bien combinar los sonidos con el tiempo?

¿Qué mella podría causar al erario el equipamiento de entidades necesarias en tan tanto amenazas pendulan sobre la identidad cultural y la paz social en esta provincia del extremo sudoeste de la frontera con Haití?

¿Por qué las instituciones que deben oír el reclamo justo de los pedernalenses, dan la indiferencia como respuesta?

¿Será necesario apelar a la magnanimidad de algún pelotero de Grandes Ligas con vocación de servicios comunitarios (David Ortiz, Nelson Cruz, Albert Pujols) para que ayude a resolver una responsabilidad de las autoridades?

Pedernales pasa por un momento muy peligroso.  Lo saben desde las autoridades estatales hasta el más simple de los mortales. Y quién sabe si “hasta los chinos de Bonao”.

El litoral sur y la frontera con Haití hierven. Y un creciente segmento poblacional, que arranca en 12 años, ya habla, como tomarse un vaso de agua en momentos de sed extrema, de enriquecerse a la carrera con el negocio de las drogas.

Cada vez más jóvenes están convencidos de que los empleos no resuelven sus expectativas. Con chelitos, dicen, nunca comprarían carros de lujo, ni viviendas, ni ropa cara, ni tenis de marca, ni celulares de última generación. Tampoco tendrían empresas. Ni serían importantes para el poder. Son fieles al espejo que les ha puesto enfrente la sociedad de hoy.

El problema es más grave aún porque todo el mundo lo cuchichea en los corrillos, pero nada de reaccionar.

No abordar científicamente y a tiempo la realidad, asegura un cáncer social que desintegraría al Pedernales apacible, seguro y hospitalario que viene desde el primer asentamiento formal del pueblo, en 1927.

El presagio solo ya es peligroso para el objetivo planteado de lograr un destino turístico basado en la naturaleza y con las personas del lugar como sujeto.

Los promotores del proyecto de desarrollo turístico, por tanto, deberían trabajar en una iniciativa de emergencia para integrar las organizaciones sociales y culturales y rescatar las expresiones de la cultura popular.

Y, en ese marco, ante la ausencia de los ministerios de Cultura y Educación, promover el fortalecimiento de la academia y de la banda de música locales, ya que constituyen un plus para el turismo diferente que se pretende para la Región Enriquillo (Pedernales, Independencia, Baoruco, Barahona).

Artes como la música sirven de catalizadores de algunas rebeldías juveniles mal administradas y desinteresaría a algunos tentados por el espejismo del rápido enriquecimiento a través del tráfico de drogas y otras prácticas prohibidas que apuntan a normalizarse en las poblaciones del litoral sudoeste.

Pedernales tiene tradición musical y de familias de músicos desde su fundación como provincia el 1 de abril de 1958 (Ley 4815 del 17 de diciembre de 1957). Los vía crucis económicos y el abandono oficial que ha sufrido no han apagado esa pasión.    https://acento.com.do/cultura/pedernales-tiene-una-vieja-tradicion-de-musicos-virtuosos-8886975.html.

Hoy, academia y banda de música sobreviven por la voluntad de acero de su director de las últimas décadas, Ramón Méndez, parte de la familia de músicos de la pareja Matilde-Largo.

Si fuera por el estado desastroso de los pocos instrumentos disponibles, o de los salarios de miseria devengados por el personal, deberían estar cerradas (Director: RD$ 5,000 y RD$3,000 cada músico).

Urge la dotación de trompetas, saxos tenor y barítono, clarinetes, violines, guitarras, trompa, tuba, piano, contrabajo eléctrico, drum, batería, planta y amplificadores, bocinas, cañas para saxos. Urge también una pensión solidaria para ese ícono de la música en Pedernales y un reajuste salarial para cada músico.

El presidente Abinader debería reaccionar hoy mismo a este reclamo. No sería gasto, sino inversión. Es ganancia social, porque cada joven que entra a la academia o a la banda de música, es joven que, quizás, se distancie de la corriente negativa que cobra fuerza con las horas ante el silencio cómplice de una caterva de gente.

Además, el turismo sostenible en agenda, con música de calidad suena mejor.