El auge de los feminicidios y de los abusos a menores siguen sacudiendo el país. Son parte de la imperfecta socialización que nos caracteriza. Resolver los conflictos emocionales vía armas, matar y quitarse la vida como ocurre en varios de los casos son producto de comportamientos violentos y delictivos aceptados en la sociedad donde suceden.
Sin embargo, no solo es responsable la persona que comete el delito, también lo es la sociedad que por su misma organización social tolera una cultura de desigualdades, inequidades, poder y violencia.
En todos los estratos sociales cualquier discusión casual y poco importante puede acabar en un asesinato, lo que es muy representativo de la violencia estructural, de un laxismo indiscriminado en el porte de armas de fuego y de una gran carencia de herramientas de solución pacífica de conflictos.
Quién no se ha topado con un “tú no sabes quién soy yo”, haciendo referencia a lo que te pueda hacer o pasar, siendo otra demostración del ejercicio generalizado de la violencia incluidas las amenazas e intimidaciones.
Muchos niños y niñas no necesitan de armas de juguete o de juegos electrónicos para volverse agresivos ya que la formacion de la masculinidad en la niñez está permeada por la violencia y que el machismo es todavía el pan nuestro de cada día en las relaciones familiares.
No se puede negar que existe una violencia cotidiana difusa e impulsiva en muchos lugares de nuestro país. Su crisol, pero no exclusivamente, son los barrios urbanos marginales donde la calle, la escuela, la familia son los principales espacios de sociabilidad.
Esta violencia alarma cuando salen a relucir casos de una brutalidad insostenible a través de los cuales la sociedad entera le falla a la niñez. Tal es el caso del niño torturado durante semanas por su tia en toda impunidad hasta matarlo, o casos que resuenan como el de los cargos que pesan sobre Wander Franco por abuso a menores con consentimiento de la madre.
La ocurrencia de por lo menos 5 feminicidios en los primeros diez días de 2024, evidencia la gravedad de la violencia intrafamiliar en República Dominicana y la urgencia y la seriedad con que las autoridades deben enfrentar esa situación.
Como hemos recalcado, la violencia está por donde quiera desde la más tierna infancia agravada por la doble moral, el consumo de alcohol y drogas ilegales, y una dinámica social donde esta se propaga de manera transgeneracional.
El atraso educativo y la poca atencion en salud mental que padece una gran parte del pueblo dominicano en todas las etapas de su vida son bombas de tiempo que explotan a menudo.
Para lograr resultados sostenibles de mejoría en el tiempo son necesarias medidas psico sociales multisectoriales, en las que participen diversos sectores del gobierno y organizaciones no gubernamentales o comunitarias que deberian ser las protagonistas de dichas intervenciones.
Ahora bien, la violencia no es responsabilidad exclusiva del Estado, es un fenómeno que atañe a la sociedad en su conjunto. En un año electoral corresponde a los partidos, y a los candidatos, fijar su posición sobre estos temas y a la población exigir compromisos.