“La mayor tragedia es la indiferencia, la mayor locura, el conformismo”. (Albert Camus).

Dedicamos este artículo al empresario Franklin Báez Brugal, de una honestidad acrisolada y una responsabilidad social encomiable.

 

Acabamos de ver el documento donde descansa la Décima Convención Empresarial 2023, donde esbozan “Propuestas para el bienestar integral a los dominicanos”. No estoy asombrado. No obstante, muy alegre, una alegría hilvanada de entusiasmo. Soy optimista y permeo la confianza como el ente transversal de toda la dimensión de cambio de la vida humana, de la existencia colectiva, fraguada desde la génesis en el capital social y la cohesión social.

Con certeza Víctor Hugo señaló “No hay nada más poderoso que una idea, ni siquiera un ejército, cuando le ha llegado su tiempo”. Justamente, a la sociedad dominicana le ha llegado el tiempo de las necesarias reformas estructurales. No podemos seguir procrastinando las mismas. Estamos en la sala de las oportunidades, propiciando el cambio planeado, proactivo. De no asumir las transformaciones ineludibles, las mismas devendrán, empero, a un costo demasiado elevado y sin saber a dónde llegarán ni los actores que las conducirán.

La Décima Convención del CONEP, lo establecido en el documento final es progresista, es más, es revolucionario, ya desde la idea misma. El calado de su profundidad y el seguimiento de sus propuestas ha de cristalizarse con un acompañamiento final de otros sectores de la sociedad civil, para coadyuvar a que la clase política asuma las reformas. Es más, esas transformaciones deberían ser asumidas como un programa de gobierno de los diferentes partidos que compiten por el poder, la diferencia sería, únicamente, el sello distintivo de las personas que conduzcan las políticas públicas, que han de llevarse a cabo para ser consecuentes con las trece reformas.

Las reformas planteadas dan un hálito de esperanza en medio del desconcierto que acogota el mundo. Hoy, los entornos son volátiles, visceralmente ambiguos, extraordinariamente complejos, asistidos, como dice el Fondo Monetario Internacional, por la peor incertidumbre en los últimos 60 años. Lo glosado por el CONEP (Consejo Nacional de la Empresa Privada) nos lleva a recrear una laudable reflexión del Premio Nobel de Literatura Albert Camus cuando decía “Nada es más rico que la esperanza, nada es tan pobre como el temor”.

El documento del CONEP insta a trascender el PIB y a medir el progreso con parámetros de bienestar integral. Ello se inscribe en los informes del PNUD, que desde el 2003 se vienen publicando y en lo que el Premio Nobel de Economía Amartya Zen socializó haciendo una disrupción conceptual y la asunción de un nuevo paradigma para el ser humano, más allá del PIB, que es necesario, empero, no suficiente para la construcción del bienestar, de la calidad de vida y de la elevación del nivel de vida.

Las líneas maestras del trabajo de la importante organización empresarial, establece de manera meridiana, como una trazabilidad marcada en una impronta de cambio verdadero, que se manifiesta cuando dicen que necesitamos de un código transformador, que “Es la capacidad de una colectividad para generar nuevas realidades y producir resultados extraordinarios que impacten significativamente el bienestar integral de manera sostenible”. En esa dimensión articulan dos ejes:

  • Desarrollo Productivo, que descansa en: productividad, competitividad, diversificación, inversión, sector eléctrico y política fiscal.
  • Desarrollo Humano, que abarca: educación, seguridad social, vivienda y empleo.

Esto generaría una sociedad más equitativa y sostenible, teniendo como norte la calidad de vida de la población. Es como ya nos decía ese eminente historiador, Eric Hobsbawm “La desigualdad económica es uno de los mayores desafíos de nuestro tiempo y requiere una acción colectiva para abordarla”.

Que vengan apuntaladas las reformas desde el empresariado, los dueños del capital, de los medios de producción, de la clase principal en una sociedad de economía de mercado, es halagüeño, es perenne, es agradable en el cerebro de la imaginación, de la creatividad, de la innovación y de la transformación. Es que las reformas no sean una lápida, sino un diseño de reflexividad y arquitectura que pasen a ser lapidarias en el signo y símbolos de una relación generativa entre el Estado y la sociedad.

Abrazamos el optimismo con pasión, de allí la militancia desde la sociedad civil. Creemos en la sinergia (el todo es más que la suma de las partes) y sintonizamos con la resiliencia. Por eso, nos inclinamos con la frase de Joel Barker en su libro Paradigma “Con el pasado no podemos hacer nada, si somos inteligentes debemos de aprender de él; el presente es solo un instante en la dinámica societal, es en lo que está por suceder, el futuro, donde se encuentran nuestras mejores posibilidades”. Construir un mejor futuro es tener en el asiendo a la confianza para propiciar y potencializar la inteligencia colectiva. Sin confianza, el mayor capital social según Fukuyama, no puede darse el necesario diálogo generativo que atraviesa de manera medular, como señalan en el informe, en saber redireccionar, en el rio caudaloso, límpido y fluido del diálogo empático.

Anhelamos que los actores políticos aprendan a negociar y entablar diálogos, donde comprendan que es un proceso donde entraña la necesaria tolerancia en medio de la diversidad de intereses, de ideología, de creencia, de valores, de percepciones. Cuando los diálogos se llevan a cabo con integridad, encontramos pautas plausibles que multiplican la eficiencia, la eficacia y la calidad de todo consenso. Tenemos que saber cuándo:

1) Divergir;
2) Emerger;
3) Converger;
4) Reflexionar;
5) Aprender;
6) Actuar.

Hay la necesidad de romper con el viejo paradigma:

a) Ganar – Perder.
b) Perder – Ganar.
c) Ganar.
d) Perder – Perder.
e) GANAR – GANAR.

Es desarrollar los esfuerzos en la estrategia de Ganar – Ganar o el juego de suma positivo, para trocar y rupturar el juego de suma cero. Como nos dicen en el documento “La confrontación no debe ser entre nosotros, entre los diversos sectores e intereses que engloban una sociedad: debe ser de todos nosotros contra la pobreza, la corrupción y la falta de oportunidades”. El liderazgo responsable que ameritamos hoy ha de contener como baluarte principal la autenticidad, la asunción real de los compromisos, con ondas expansivas de credibilidad y esperanza renovada. Allí donde los egos individuales no tengan cauces y los intereses personales y particulares solo encuentren ecos en el espacio de nación, de país.

La Décima Convención Empresarial 2023, delineado en: “Hacia una economía de bienestar”, sintetiza varias reformas que son inexcusables, impostergables llevarlas a cabo. Entre ellas encontramos:

1) Inversión.
2) Diversificación.
3) Empleo.
4) Educación.
5) Salud.
6) Seguridad social.
7) Sector eléctrico.
8) Productividad para la Competitividad.
9) Vivienda e Infraestructuras
10) Fiscal.
11) Institucionalidad y Democracia
12) Conducta Empresarial Responsable.

Como nos dicen Marc J. Epstein y Bill Birchard en su libro La empresa honesta, como convertir la responsabilidad corporativa en una ventaja competitiva “los cuatro elementos de la organización responsable, ahora se unifican: buenas prácticas de gobierno, amplias mediciones, métodos de planificación y control e informes transparentes”. Es el ciclo de la responsabilidad y la transparencia de este tiempo. El CONEP debe ser consecuente con su discurso y documento y actuar de cara al sol en todas las instancias donde operan, sobre todo, su incidencia en los órganos públicos. Erigido en la verdad, en la competencia y en las normativas establecidas en cada contexto.

El punto neurálgico, desde la perspectiva del desarrollo democrático, es cómo avanzamos en la construcción de una visión que tenga como eje transversal el punto nodal de las instituciones y de las oportunidades a través de un consenso en el diseño de reformas estructurales. La sociedad dominicana urge de cambios, de mutaciones, metamorfosis medulares, del tejido social-económico-institucional de la vida pública y de las organizaciones empresariales. Es el timing pertinente para la discusión en esta campaña electoral. Alinear las propuestas de las reformas estructurales es el imperativo categórico.