Obviamente, si bien la República Dominicana no puede resolver los problemas haitianos, eso no significa que deba quedarse mirando de lejos lo que allí pasa. Tenemos la ventaja de que ya una gran parte de la comunidad internacional comienza a sensibilizarse respecto al tema.

Haciendo algún caso al Gobierno Dominicano, el secretario general de Naciones Unidas ha pedido el despliegue inmediato de una fuerza armada internacional para frenar la creciente espiral de violencia. También para el desbloqueo de puertos y aeropuertos, así como depósitos de combustible y agua para la atención hospitalaria. Pero se necesita mucho más que eso.

La Organización de Estados Americanos (OEA) en un sorprendente comunicado de prensa fechado el 8 de agosto del 2022, dice “Los últimos 20 años de presencia de la comunidad internacional en Haití significan uno de los fracasos más fuertes y manifiestos que se haya implementado y ejecutado en ningún marco de cooperación internacional… Esto no tiene que ver con las personas que con vocación de servicio y afán altruista sirvieron como cooperantes y dejaron sus máximos esfuerzos, y hasta en algunos casos su vida, por Haití… tiene que ver con que en 20 años de estrategia política errada la comunidad internacional no fue capaz de facilitar la construcción de una sola institución con capacidad de responder a los problemas de los haitianos”..

Reconoce la OEA que es imposible pretender que los haitianos, “completamente solos, polarizados y con muy menguados recursos puedan reconstruir o construir un proyecto de seguridad, reinstitucionalización y desarrollo que les permita a 12 millones de habitantes recomponer la coexistencia pacífica. Sin recursos, en un clima de violencia, sin capacidades tecnológicas, sin acumulación financiera, sin nada de eso hoy se intenta hacer creer que una solución haitiana completamente endógena puede prosperar. No es así… debemos ser conscientes que estamos en una dimensión más radical o menos radical de un Estado fallido y de una sociedad civil débil y vulnerable. El peor de los mundos, Estado y sociedad civil débiles”.

Esto es algo que concierne a toda América y Europa y, en última instancia, a toda la humanidad.

He aquí el gran problema ahora, hay que controlar las bandas criminales que asedian al país y a su pueblo, crear mínimamente instituciones que permitan imponer el monopolio de la fuerza en el Estado, y organizar un proceso electoral creíble que posibilite el establecimiento de un gobierno legítimo. Eso es lo mínimo, pero no lo único, pues poco se lograría si la economía y los servicios no funcionan.

De modo que un primer impulso tiene que venir de fuera; y no es correcto que sea fruto de una acción unilateral. Demasiados problemas hemos tenido en América Latina por instrucciones unilaterales de potencias. El problema es que tampoco se puede confiar a la pesada burocracia de las Naciones Unidas ni al débil poder y descrédito de la OEA.

Más adelante indica el comunicado “Esto no puede ser hecho sin que la comunidad internacional pague esta cuenta. No son tantos en la comunidad internacional que tienen esa capacidad de hacerlo, por lo tanto, la responsabilidad de la cuenta a pagar está en unos pocos… Estimamos que toda la comunidad internacional tiene un papel a cumplir, pero sería fundamental la concentración de todos los recursos referentes a todos estos procesos en un solo mecanismo institucionalizado y centralizado, y no en una superposición de voluntarismos inconducentes”.

De esta forma, ya la OEA comienza a reconocer algo que los dominicanos sabemos desde hace mucho tiempo: que ese “país no cuenta hoy, ni tampoco contará en un futuro cercano, con las condiciones para lograrlo solo”.

Advierte que “el autoengaño sería tan grave como .. el hecho de que estaríamos también engañando al pueblo haitiano” y que la opción sería

“seguir absorbiendo la migración haitiana y que los países de acogida vayan acomodando esa migración como pueden y donde pueden en los términos económicos que puedan”.

Y la República Dominicana no puede, pues ya bastante tenemos con nuestros propios pobres. En eso tiene mucha razón el presidente Luis Abinader.

Esto es algo que concierne a toda América y Europa y, en última instancia, a toda la humanidad. Pero hay dos países que tienen la doble condición de tener el poder y los recursos, y por otro lado tener la responsabilidad histórica de tanta pobreza por su pasado de intervenciones militares en pro de explotación de recursos y cobro de deudas, que son Francia y los Estados Unidos. Ellos están en el deber de asumir la mayor parte de los costos. Es decir, sería cambiar una intervención negativa por una positiva.