Los 31 de diciembre me llenan de emociones, nostalgias cubiertas en fascinación. Un pueblito envuelto en sueños de grandeza que no pasaban el umbral de las realidades, pero en el que sonaban (o suenan…) citaras sagradas que abren las puertas de un cielo esplendoroso, teñido de imaginación. Ay mi Imperio de Salcedonia.
31 de diciembre y el renacimiento, los planes que jamás serán cumplidos, las promesas de transformación que se olvidan el día 2; y ahí en ese preciso momento en lugar de asumir como inútiles esas promesas de año nuevo, declamar con el poeta “¡Que el pecho me da en merengues un corazón de guitarra!” (Pedro Mir, Alegría de la Mañana Blanca), porque entendí hace muchísimo tiempo que, aunque no funciona sola, la intención también es válida y que ¨grano a grano se llena la gallina el buche¨.
En estas épocas en que personas con pies de barro se atreven a negar que “hay columnas de mármol impetuoso no rendidas al tiempo" renuevo la esperanza en clave Dickinson "esa cosa con plumas que se posa en el alma, entona melodías sin palabras, y no se detiene para nada, y suena más dulce en el vendaval; y feroz tendrá que ser la tormenta que pueda abatir al pajarillo que a tantos ha dado abrigo”.
El sábado pasado les narré algunas de las peripecias del 2022, releer el artículo publicado me obligó a buscar otras experiencias vividas estos 12 meses y me encontré con una que he querido convertir en recomendación de lectura de inicio 2023. Un grupo de mujeres que tienen en común su amor por leer plantearon como necesaria la novela Circe de Madeline Miller, una autora estadounidense bastante joven e impresionantemente brillante y agradezco infinitamente la recomendación. Circe es un libro que no solo se lee, sino que te entras y te lo bebes a sorbos cortos y a sorbos largos. Es una novela interesante, con una construcción de la historia cuasi perfecta, que va llevándote por emociones tan diversas y elaboradas que te entras y te cuesta mucho esfuerzo no quedarte dentro. Teje de una manera sublime el mundo de las divinidades con el mundo de la humanidad; esa humanidad mortal y tan consciente de su pequeñez, aunque todos los días quiera disimularlo…
Al leerlo, se puede tener una tan interesante mirada de género y de la construcción de lo femenino y lo masculino en sus dimensiones de poder, que valdría la pena que pudiera ser regalado para su lectura obligatoria al funcionariado del MINERD. Les prometo a tan dignas personas que no se van a aburrir leyéndola y podrían comprender ciertas políticas tan necesarias. Es palpable y presente en todo el texto de la latencia inconmensurable del poder masculino y la resistencia perenne del poder femenino, tan comparable a la realidad del mundo actual y a tantos años luz del momentum de la novela. La verdad, pudiese ser epifanía. Si aceptan la recomendación y lo leen, cuando se paseen por las historias del Palacio de Penélope en Ítaca recuerden esto que les digo y tengan en cuenta la perspectiva de género.
De cierto os digo que la construcción de la historia, la hilaridad y fluidez de los personajes, y su belleza descriptiva les envolverá. Hecha la recomendación, otros deseos: que en el 2023 la vida les haga mejores seres humanos que a Vargas Llosa, quien todavía a sus 86 años sigue poniendo en evidencia que ser un escritor fuera de serie no te hace una persona buena. Que tengamos un mundo donde no existan los Freddy Olaverría capaces de asesinar a su hija y su hijo por pura maldad machista. Que las AFP y las ARS tengan menos beneficios y eso opere a favor de las personas que las financiamos para tener garantizada la salud y la seguridad social. Que todo el mundo siembre un árbol. Que los ayuntamientos puedan cumplir con la recogida de la basura para que no sigamos viviendo en este fracaso de ciudades arropadas en la inmundicia (si quiere un ejemplo espeluznante vaya al mercado de la Duarte). Que las personas puedan superar la irracionalidad y que todo el mundo entienda que reconocer derechos a otras personas, no les mengua los suyos. Sigan agregando…
Por hoy concluyo pidiendo que tengamos la capacidad de servir al propósito sagrado de amar inconmensurablemente y vivir para la alegría que es intrínseca a la dignidad.
Sean felices.