Terminamos un 2024 cargado de horror y de signos inequívocos que parece que el rumbo lo perdimos. Un “liderazgo internacional” que se muestra “indiferente” ante tantas muertes de inocentes, que nada tienen que pagar por sus desaciertos históricos y presentes.
En el plano local sin mayores esperanzas. A cuatro, casi cinco meses de inaugurado su nuevo período, el gobierno luce en desbandada y sin mostrar aún aquellas soluciones importantes que justificaron su slogan de campaña aún interminable del “gobierno del cambio”. ¿Cuál cambio? Juan Luis adónde te fuiste con tu “¡Se va la guagua!”
“Tú me prometiste una guaracha / Para yo animar mi fiesta / Y me prometiste una maraca, oye / De un iguano y fruta seca, vaya usté a ver / ¿Dónde está la fiesta, la guaracha? / ¿Dónde está la fruta seca? / ¿A dónde va el ordeño de la vaca? / Al bidón de las promesas…
Tira la palanca y endereza / (Que la guagua va en reversa) / Oye, la guagua va en reversa / (Que la guagua va en reversa) / Tráeme la maraca y dame fiesta / (Que la guagua va en reversa) / Oye, la guagua va en reversa / (Es que la guagua va)
Tú me prometiste un té de tilo / Para yo dormir mi siesta / Y me prometiste un cariñito, oye / Para yo alegrar mi orquesta, vaya usté a ver / ¿Dónde está la siesta, el té de tilo? /
La bollita de la orquesta / ¿A dónde va el ordeño de la vaca? / Pues al bidón de las promesas…
¿Falta de planes o falta de creatividad para buscar soluciones reales y efectivas? ¿Improvisaciones y reculeos? ¿Un pasito para adelante y dos pasitos para atrás? ¡Vaya usted a saber!
¿Qué nos trae este 2025? ¿Más de lo mismo? ¿Cuántos millones de dólares más serán necesarios buscar prestados para apaciguar las ansias de la sed histórica? No quisiera darle la razón a Mark Manson que en su libro que subtitula “Un libro sobre la esperanza”, lo titula sin embargo “TODO ESTÁ JODIDO”.
Otrora nacían de “aquellos pensamientos liberadores y revolucionarios, cargados de soluciones a los tantos males sociales que nos embargan, ensayos sociales que nos dieron esperanzas a muchos, y por la que otros tantos ofrecieron sus vidas, hoy son peores ruinas de las que quisieron transformar”.
Prefiero insistir en la esperanza, aunque a largo plazo. No de aquella que viene de quienes han sido actores directos, por acción u omisión, de tantos desaciertos y no menos aciertos que atentan contra el bienestar social y la vida de la casa común. Sino de aquella que deberá emanar de nuevas mentes y corazones en fragua, en ciernes.
Tomo de Anne Applebaum del libro de su autoría “El ocaso de la Democracia. La seducción del autoritarismo” la invitación a seguir hacia adelante, cuando nos dice:
“Aún así, creía (y creo, digo yo) que valía (sigue valiendo, pienso) seguir luchando, no porque hubiera un nirvana que alcanzar, ni porque hubiera una sociedad perfecta que construir, sino porque la apatía era (y es, sigo pensando) insensibilizadora y adormecedora, destruía (y destruye) el alma”. Ella, la apatía, no es una buena opción.
(No por otra razón la Organización Mundial de la Salud ha planteado en sus informes mundiales que la enfermedad mental, hoy, es una de las principales causas de muertes, por encima de las guerras y la violencia en todas sus otras expresiones. Y para mayor preocupación: en envejecientes y en personas jóvenes.)
No puedo negar que el 2025 luce si no oscuro, un año gris, pues los males sociales lucen que seguirán en auge: guerras y muertes, incremento de las migraciones que no buscan ya sueños, sino que son las manifestaciones de la huida ante el exterminio en todas sus manifestaciones, física o mental.
Quizás tendremos que retrotraernos a la vida adolescente para sentir la necesidad y soñar nuevas realidades anheladas, aquellas que nacen de la negación de lo encontrado y la sana imaginación, de esa manera enrumbarnos por el camino del abandono lo que la vida adulta no ha sido capaz de afrontar y superar.
O quizás también traer aquel pensamiento “quiniano” en la voz de Mafalda: “no esperes que el nuevo año traiga nuevas cosas, sino más bien, decidir qué con nuestras actitudes y nuestros comportamientos le traeremos al Nuevo Año que se asoma y así apostar a una mejor sociedad”.
O tal vez, insistir neciamente en la necesaria urgencia de que en nuestra vida personal y social primen valores fundamentales como el amor, la justicia, la compasión y el perdón, posibilitando de esa manera, que surjan y se desarrollen nuevas maneras de sentir, pensar y actuar frente a nosotros mismos y los demás.