Todos necesitamos altos en el camino que nos permitan gozar de momentos de reposo y reflexión para luego retomar el andar con más ánimo.

La Noche Vieja nos impulsa a la medianoche, años tras año en un ritual casi pagano, al acto de pasar balance, a tomar buenas resoluciones, bailar, reír y proyectarnos en un futuro lleno de alegría que, sin embargo, ya nos parece un tanto lejano.

La varita mágica no ha tenido todos los efectos esperados y por donde quiera el futuro inmediato se ve un tanto empañado. Estamos sentados sobre volcanes. El mundo global hierve en el sentido propio y en el figurado: guerras por doquiera con sus secuelas de horror marcadas por muertes de civiles en cantidades pocas veces registradas.

Al conflicto de Rusia y Ucrania, y a la acción de Hamás en Israel y de este último país en Gaza, se suma ahora el reciente bombardeo de Sanaa, la capital de Yemen. Todo esto, sin contar con las graves tensiones que se dan con relación a Taiwán.

Por nuestros lares los destinos de Guatemala, Ecuador, Argentina, Nicaragua, entre otros, dan señales de sobresaltos. Ni hablar del impacto nefasto que podría tener la elección de Trump a nivel planetario.

En cuanto a nuestro terruño los años electorales son desgraciadamente difíciles, y se manifiestan con fuerza la politiquería, los chanchullos y el despilfarro. En esta materia, como en algunos otros temas, el cambio todavía no ha llegado. La campaña electoral se perfila engañosa, populista, descalificadora y no propositiva. Las alianzas parecen extrañas y algunas veces injustificables. Cada uno quiere su cuota de poder y de incidencia a cualquier precio.

Se sigue engañando a los electores con mentiras y poses de salvadores de la patria. Se quiere apostar, como siempre, a la falta de memoria de los pueblos, la pobre educación formal y ciudadana, así como a los efectos de la propaganda en las redes sociales. Especialistas actúan a partir de los hábitos, gustos, miedos y prejuicios de cada usuario, por segmentos poblacionales según sus clicks, y crean mensajes destinados a orientarlos hacia tal o tal aspirante sin importar la verdad.

Oír candidatos que gobernaron durante 20 años sin resolver los problemas de la educación, la salud, la delincuencia y el desempleo, quienes además se sirvieron con la cuchara grande del erario, pontificar sobre todo lo que se ha hecho mal en los últimos años da grima.

Hasta ahora las campañas de los candidatos a puestos municipales son, en sentido general, más de lo mismo y carecen de propuestas y conocimientos de la mayoría de los problemas locales.

Para quienes esperan que los nuevos aspirantes a posiciones electivas lleven como estandarte el escudo de la lucha a favor de las mujeres y la aprobación del código penal con las tres causales, percibo que no es nuestro turno, como lo ha explicado un joven candidato a la senaduría del Distrito Nacional que se esconde cómodamente detrás del artículo 37 de la Constitución para evacuar este tema de su agenda.

Queda por esperar que los complejos comicios municipales, congresuales y presidenciales previstos para este año 2024 se celebren de la manera más armoniosa posible y sin mayores contratiempos.