El día de Año Nuevo, año tras año, nos deseamos muchas felicidades. Los buenos deseos se multiplican entre todos los que habitamos este país. Pasados los días navideños y la festividad de Año Nuevo, el ambiente de felicidad va perdiendo intensidad y se vuelve a la misma rutina. Las prácticas sociales, políticas, académicas y religiosas vuelven a sus rituales tradicionales. El 2023 parece que continuará afectado por la rutina y, especialmente, por la diversidad de tareas pendientes que deja el 2022. Aunque el gobierno dominicano celebra diariamente portentosos avances en todos los órdenes, la realidad indica que hay mucho trabajo por hacer. El que haya trabajo no es ningún problema. La dificultad se produce cuando un mismo problema hay que enfrentarlo cada año.
Al hacer un recuento de las tareas pendientes, se observa que algunas ya están afectadas por la antigüedad. De estas tareas, cabe destacar la seguridad ciudadana, la reforma de la policía, la política de género, la necesidades de la JCE, el embarazo adolescente, la falta de butacas, la falta de libros de textos, la atención primaria; la carencia de agua en diferentes comunidades, las siembras en zonas protegidas, como los Haitises, el control del cólera en las zonas afectadas, el seguimiento a los contagios de la COVID-19, las relaciones con Haití, las migraciones, los cambios estructurales en el poder judicial; los cambios profundos en la visión y en la práctica de los legisladores; la atención a la corrupción ciudadana, a la de los partidos políticos y a la de las instituciones sociales, religiosas y gubernamentales; la reforma carcelaria y otros. Son tareas importantes con mucho tiempo en sala de espera.
El peligro está en convertir el 2023 en un lamento permanente sobre las tareas pendientes. Es necesario establecer ruptura con más de lo mismo y abrirse a nuevas formas de pensar y de actuar. Este puede ser el año de una gran oportunidad para potenciar la capacidad emprendedora; para fortalecer la transformación de las relaciones, impregnándolas de gratuidad, incondicionalidad y valoración sostenida. Se le puede dar un vuelco a la rutina cotidiana, al incluir entre las prioridades la identificación de los valores que priman en las personas, en las instituciones y en la sociedad. El 2023 es un año propicio para liberarse de miedos, de mitos y tabúes, que resecan los sentimientos y neutralizan una visión abierta al cambio verdadero. Este cambio se caracteriza por generar nuevas prácticas y toma de decisiones comprometidas con una vida digna para todos y la articulación de fuerzas para juntos impulsar ideas, espacios, propuestas y programas.
Al establecer ruptura con más de lo mismo, los ciudadanos y la sociedad, asumen un rol activo y discernidor. Ante todo, les interesa la calidad de lo que piensan y de lo que hacen. Mucho más les interesa, el bien de las personas con las que interactúan y de la colectividad. Cada vez menos, le otorgan importancia a la cantidad y a la nostalgia de lo que fue el año que pasó. Este año ha de posibilitar la interrelación entre creatividad-innovación y la solidaridad humana sin barreras. Se han de expulsar la idea y la práctica vinculadas a más de lo mismo. A su vez, se debe promover el desarrollo de la capacidad de reaprender y vivir con profundidad, toda la belleza que aporta la naturaleza y la generosidad que caracteriza al pueblo dominicano. Es tiempo de romper los lazos con atan a lo mismo. Abrirse a lo nuevo con criterios seguros, sentido ético y alegría renovada.