La tarde del 14 de junio de 1965, ocupado el país por las tropas norteamericanas, se celebró en el Altar de la Patria una grandiosa manifestación en recordación de la memorable gesta patriótica de junio de 1959 en contra de la tiranía trujillista.

Terminado el mitin las masas se retiraron a sus casas, pero los combatientes se fueron a sus respectivos comandos. Se pensaba que, como todas las noches, se producirían nutridos y prolongados tiroteos hechos por los norteamericanos a lo largo de todo el cordón de seguridad, aunque sin mayores consecuencias.

Pero la realidad era diferente. Esa tarde llegaron al mando constitucionalista informaciones de que los norteamericanos preparaban una gran ofensiva para tomar por asalto la zona constitucionalista. A esa información se sumó el hecho de que esa noche se recibió una llamada del representante norteamericano Ellisworth Bunnker, con quien se efectuaría al otro día una reunión importante, solicitando posponerla para una fecha indefinida.

Combinada la información recibida con la llamada de Bunker era evidente que los estadounidenses tramaban algo preocupante. Esa noche se reunió en el edificio Copello el alto mando constitucionalista. Caamaño informó de la nueva situación y acordaron instruir a todos los comandos a tomar medidas defensivas extras. Así se hizo, aunque con cierta cautela, para no alarmar más de lo debido a la población civil.

Efectivamente, al amanecer del martes 15 de junio todo quedó confirmado. A la 7.56 A.M. las tropas norteamericanas estacionadas en la calle Duarte con Federico Henriquez y Carvajal abrieron fuego. En ese momento se iniciaba la operación militar que de acuerdo a la promesa hecha a su gobierno por el general Bruce Palmer, debía terminar en 6 horas con la toma total de la zona constitucionalista. En la medida que avanzaban los minutos aumentaba la intensidad de fuego. Las tropas yanquis estaban poniendo en marcha toda una operación en regla para tomar a sangre y fuego la zona constitucionalista, convertida en La Trinchera del Honor.

A partir de ese momento empezó a caer principalmente sobre los barrios de San Carlos, Villa Francisca, Santa Barbara, Borojol, San Antón, El Muelle y la Duarte, un nutrido fuego de ametralladoras acompañado de los bombardeos de los cañones 105 milímetros sin retrocesos. Los gringos lograron avanzar algunas cuadras y parecía que tomarían la ciudad. Pero no resultaría tan fácil. Los combatientes del pueblo, muchos de los cuales formados a la carrera, y el mando constitucionalista, estaban dispuestos a convertir la zona en un infierno antes de cederla.

La orden impartida por Caamaño fue resistir hasta el final.

En la tarde, y tras varias horas de intensos combates, los combatientes del pueblo habían logrado detener el avance norteamericano. Refiriéndose a ese hecho el poeta y escritor Tony Raful escribió:

"La realidad de los hechos era que la línea de ataque y avance de las tropas norteamericanas, esa tarde había sido rota por una arriesgada operación de comandos constitucionalistas, encabezada por Ramón Emilio Mejía Pichirilo, Jaime Cruz, Norge Botello, Fico Orsini, Eliseo Andujar (Barahona), Arturo Pujols, Luis Gaspar (Guiguí), el comandante Manuel Ramón Montes Arache y su cuerpo especializado de hombres ranas, y otros tantos héroes anónimos. A pesar de los ofrecimientos para que se rindieran, difundidos por altavoces desde helicópteros, en los altos barrios de San Antón, Pichirilo, a quien se le llamaba por su nombre, respondía con gallardía, replicando con insultos y manifestando su decisión de luchar hasta la muerte".

Así luchaban en aquellas horas dramáticas los constitucionalistas. Al otro día, el 16, los ataques se reanudaron y con mayor intensidad. Centenares de morteros y de bazookas cayeron sobre la ciudad. Docenas de muertos y heridos, en su mayoría civiles, fue el saldo de aquellos ataques demoledores. Definitivamente, a Bruce Palmer le urgía vencer a los patriotas al precio que fuese.

Pero el 16 la ciudad no caería. Y tampoco el 17 ni nunca. Sería defendida a sangre y fuego por los comandos. "Se supo luego que las ametralladoras patrióticas habían detenido a los invasores, que un contingente de invasores que había llegado a ocupar el viejo edificio de Correos, en la calle Isabel La Católica, había sido desalojado por el fuego constitucionalista y el arrojo de hombres como Eliseo Andujar (Barahona), Arturo Pujols, Fico Orsini: que Pichirilo había logrado emboscar a una patrulla norteamericana que avanzaba en la calle Vicente Celestino Duarte, logrando dispersarla y ocasionando bajas, que Montes Arache y sus hombres ranas habían logrado cruzar el perímetro de fuego de Santa Barbara y el viejo muelle de Santo Domingo, recuperando territorios que se habían perdido y evitando que el avance fuera mayor, que Norge Botello en Villa Francisca, había detenido a los soldados norteamericanos, internándose en patios y disparando a campo traviesa, que Jaime Cruz había logrado cruzado por detrás de las líneas norteamericanas en la calle Caracas, saltando la pared de la escuela Chile, y disparando contra ellas, haciendo bajas, junto a otros combatientes, hasta caer casi muerto y ser rescatado por otros patriotas, que el teniente del Ejército Nacional, Rafael Quiroz Pérez, había logrado mantener a raya a los invasores en su avance por la avenida Mella, parapetado en el viejo edificio de la Casa Zaglul, junto a otros constitucionalistas que se agotaron sus municiones". (Tony Raful, De Trujillo a Fernández Domínguez y Caamaño, pág, 225).

Aquellos combates llenan de orgullo al pueblo dominicano. En la tarde del miércoles 16 se logró un alto el fuego. El fracaso de los ataques del 15 y 16 de junio hicieron entender a la administración Johnson que debía iniciarse un proceso de negociaciones para poner fin a la intervención y a la guerra patria en la que los dominicanos defendieron con valor y heroísmo cada pulgada de Quisqueya.