Año tras año el 11 de julio discurre como un día intrascendente. Se trata de la fecha que estampó la derrota de las tropas coloniales de España durante la Guerra Restauradora de 1863-1865. Si bien es cierto el momento cumbre de esa jornada trascendental es el 16 de agosto de 1863, inicio del indoblegable estallido por la Restauración de la República formada el 27 de Febrero de 1844, no es menos cierto que el 11 de julio también es de alto interés para la memoria histórica dominicana. Fue la primera y única ocasión que los criollos observaron escabullirse a los integrantes de un todopoderoso ejército colonial, como lo era el hispano de aquella época. Esta fuga sentó el precedente, para que tres años después el heroico volcán de la Restauración extendiera su lava anticolonial a las vecinas colonias de Puerto Rico y Cuba.

 

Las tropas monárquicas se sentían triunfantes en mayo de 1864 cuando un importante contingente de más de 8000 soldados provenientes de Cuba tomaron a Montecristi y mantenían en jaque a los rebeldes. El general José de la Gándara jefe del operativo, ufano con su avance, exigió la rendición de los criollos, prometiendo luego se realizaría un plebiscito para determinar si los dominicanos querían o no la anexión.  De manera sorpresiva el presidente Pepillo Salcedo se mostró de acuerdo con la petulante exigencia del altivo oficial hispano. Esto provocó un grave trastorno en las filas rebeldes, que concluyó con un golpe de Estado revolucionario liderado por Gaspar Polanco.

 

A partir de entonces el escenario de la guerra se invirtió de modo radical a favor de los insurrectos. Contraatacaron  en todos los frentes, obligando al enemigo a replegarse a la ciudad de Santo Domingo a finales de diciembre de 1865. El héroe e historiógrafo Manuel Rodríguez Objio, sintetizó para la historia el repunte patriótico durante el mandato de Gaspar Polanco:

“La dictadura de Polanco, a que tuve la honra de pertenecer duro en funciones noventa y ocho días. Este Gobierno de transición nacido en medio del peligro, tenía que desplegar, para conjurarle una gran suma habilidad, de fuerza y de virtud.  La oleada reaccionaria se agitaba de una manera amenazante; era preciso oponerle un dique (de) revolucionario que la hiciese retroceder[…]. (Manuel Rodríguez Objio.   Relaciones.  Archivo General de la Nación. Santo Domingo -C. T.-  p. 81)

Ante la debilidad evidenciada por el ejército colonial en su retiro a la Capital, Rodríguez Objio dictaminó la victoria dominicana: “Quede pues sentado que la guerra dominico-española terminó de hecho en diciembre de 1864”. (Manuel Rodríguez Objio. Obra citada. p. 120). La prensa ministerial de Madrid, reprobó el contundente giro de la guerra a favor de los sublevados. La Iberia  entre otros voceros reaccionarios, en su edición del 27 de noviembre de 1864 lamentaba que estuvieron a punto de conseguir la victoria disfrazada de paz, con la rendición de los dominicanos: “La paz que tan decantada ha sido fracasada; el enemigo se ha aprovechado de nuestra torpeza, […].

 

El general Francisco Serrano, exgobernador de Cuba y corresponsable de auspiciar la anexión, en enero de 1865 se quejaba en el periódico monárquico La Esperanza,  porque en esos momentos se discutía como salir de Santo Domingo. Serrano reclamaba se dispusiera el envió de un nuevo gran ejército para aplastar a los insurrectos: “Crítica el que no se haya enviado una numerosa expedición a Santo Domingo, desembarcando un grueso cuerpo de tropas en un día dado, y apoderándose de todos los puntos, […]. (La Esperanza.  Madrid, 21 de enero 1865).

 

Manuel Silvela diputado en el parlamento español, de la corriente vicalvarista que patrocinó la anexión, al insistir en la necesidad de derrotar a los rebeldes para evitar que su actitud sirviera de ejemplo a los ciudadanos de Cuba y Puerto Rico, proclamaba con vehemencia en el parlamento:

“Si en nuestras dos Antillas se presenta el descontento, si se suscitan sublevaciones, si la intriga, la seducción labran la fidelidad de los habitantes, si se reproducen expediciones filibusteras, entonces ¿negareis que hubiese sido preferible sostener a Santo Domingo y luchar invocando un precedente de vigor que da prestigio?”  (Eduardo González Calleja, Antonio Fontecha Pedraza. Una cuestión de honor. La polémica sobre la anexión de Santo Domingo vista desde España (1861-1865).  Fundación García Arévalo. Santo Domingo, 2005.   pp. 185-186).

 

El general José de la Gándara último gobernador español, que no logró avanzar desde Montecristi tras la invasión de mayo de 1864, en su libro sobre la guerra admitía a regañadientes como se estropeó su plan para tomar a Santiago, vinculándolo a una supuesta vacilación del Gobierno español:

“Como decía discretamente el Subsecretario de Guerra, Sr. Jovellar, en carta que me escribió en 25 de Octubre, encumbramiento de Polanco, coincidiendo con aquellas vacilaciones de nuestros gobernantes, no podía haber tenido lugar en peor tiempo para que llegásemos al fin de la guerra, «puesto que aquí, decía, esto es, en Madrid, se iniciaba por entonces precisamente una política en sentido inverso. Ese suceso hubiera tenido poca trascendencia si hubiesen continuado con vigor los preparativos para la presente campaña: todo se hubiera reducido a dar a Polanco un par de lecciones para que entrara en  las miras de su antecesor; pero pasando las cosas de distinto modo, no siendo las intenciones de este Gabinete, a diferencia del anterior, operar con energía, ni enviar a Vd., en su consecuencia, los elementes necesarios, […]. (José de la Gándara.  Anexión y guerra de Santo Domingo.  Sociedad Dominicana de Bibliófilos, Inc. Santo Domingo, 1975. T. II p. 568)

 

Para los señores Jovellar y Gándara no contaban los 15,000 soldados coloniales caídos hasta aquellos instantes en la guerra, reclamaban más sangre, ante unos rebeldes que habían demostrado firmeza en sus propósitos de rechazar toda intervención extranjera.

 

Desechando los siniestros gritos de guerra, el Gobierno de Ramón Narváez entendió de modo claro que no sería posible avasallar a los insurgentes dominicanos,  envalentonados tras surgir el Gobierno revolucionario de Polanco. Finalmente el 1 de abril de 1865 el parlamento español primando la sensatez, decidió la retirada de Santo Domingo al margen de cualquier negociación.  Abandono que se produjo en la histórica madrugada del 11 de julio. El general Gándara describió como fue esta histórica  evasión, acentuaba se desarrolló con tranquilidad, sentenciando a guisa de epitafio:

“A las siete y media de la mañana del citado día 11 solo quedaba en aquel suelo la extrema retaguardia, con la cual verifique mi embarque en el vapor Aguila, a las ocho menos cuarto, siendo yo el último que  pasó a bordo”.

 

“Adiós, Santo Domingo, murmuraba yo al salir por la boca del Ozama y separarme para siempre de aquellas inhospitalarias playas; bajo tu cielo, que cubre tantas tumbas de hijos de la noble España, he sentido las torturas de la ansiedad y las decepciones del desencanto”. (José de la Gándara. Obra citada. pp. 612-613).

 

Las primeras tropas rebeldes que entraron a la ciudad fueron las del Sur, encabezadas por José María Cabral y Eusebio Manzueta.

 

El primer y segundo aniversario de la salida de las tropas monárquicas fue conmemorado por Gobiernos en manos de la bandería Azul, herederos legítimos del legado heroico de la Guerra Restauradora. En el mandato de Cabral en julio de 1867, pese a estar asediados por los baecistas, el 11 de julio fue una fiesta nacional. Las actividades fueron recogidas por el periódico oficial El Monitor,   estableciendo:

El Monitor.  Santo Domingo, 13 de julio 1867.

A partir del año siguiente la muy digna festividad desapareció del altar de las efemérides patrias. El ascenso de Buenaventura Báez y su tiránico régimen anexionista de seis años, trazaron las pautas para que la gesta fuera soslayada.

 

A mediados del siglo pasado una calle de una cuadra en la ciudad de Santo Domingo fue designada con el nombre de 11 de julio, en homenaje a la fecha de la huida de las tropas coloniales. La vía está ubicada en el barrio de San Carlos, entre las calles Caracas y Barahona, paralela a las calles Enriquillo y Altagracia.

 

Pese al inaudito desprecio que ha merecido el recuerdo del 11 de julio de 1865, es un acontecimiento de gran contenido para el patriotismo dominicano. Sin dudas el histórico colofón de la gesta patriótica iniciada el 16 de agosto de 1863, continuación del heroico 27 de febrero de 1844.