Los años pasan sin darnos cuenta cuando carecen de significado y, especialmente, cuando su impacto se queda en nuestra propia esfera. Para que los años tengan razón de ser han de evidenciar hechos, prácticas y acontecimientos que hablen por sí solos; que aporten signos concretos del trabajo realizado y de los compromisos asumidos en favor de las personas, de la sociedad y de los países en los que se mantiene una presencia viva. Esto último le sucede a la Institución Teresiana, organización internacional comprometida con la promoción humana y la transformación social mediante la educación y la cultura, desde entidades y organizaciones públicas y privadas, como consta en sus Estatutos (Est.1.1).
La Institución Teresiana, fundada en 1911 en España, por Pedro Poveda Castroverde, humanista y pedagogo español, está de fiesta. Celebra con gozo y esperanza cien años de aprobación pontificia, el 11 de enero de 1924. Es una celebración compartida con la Iglesia Católica, de cuya misión evangelizadora participa con sus miembros, egresados, talleristas, colaboradores, amigos y admiradores. Asume la celebración como tiempo de gratitud y de profundización en sus raíces y misión. Asimismo, la asume como espacio de apertura a nuevos impulsos y compromisos que le permitan una presencia más corresponsable en la transformación educativa, cultural y social de los contextos en los que trabaja.
Esta institución desarrolla su misión en cuatro continentes (Europa, América, Asia y África). En cada contexto geográfico realiza esfuerzos para realizar su trabajo con el dinamismo propio de la espiritualidad de encarnación. Su empeño central es contribuir a la humanización; y la transformación de las realidades que postergan la dignidad y los derechos de las personas, la educación de calidad para todos y la justicia. Por ser un organismo vivo, como afirma Poveda, trabaja en los diferentes lugares con aliados naturales y estratégicos. Estos cualifican su misión; la ayudan a repensar su práctica de forma continua y a construir con otros, para avanzar hacia un mundo más humano e inclusivo.
En la realización de su responsabilidad misional, la formación de educadores ocupa un lugar especial. Su vocación educadora se ha puesto de relieve desde sus orígenes. Ha puesto énfasis en la persona del educador; y en la consistencia de su formación humana, cultural, científica y social. Desde el ejercicio como institución formadora, se caracteriza por su interés en un educador competente, comprometido éticamente consigo mismo y con la realidad en la que interactúa. Le pone un acento particular a la vocación del educador, a los métodos que utiliza, a la articulación entre fe y ciencia. De igual manera, pone acento al seguimiento de las políticas del Estado que posibilitan una educación pública de calidad.
Los miembros, las instituciones socioeducativas y culturales de la Institución Teresiana, se esfuerzan por contribuir en la constitución de sujetos sociales. De sus actores se espera que pongan sus valores, experiencias y conocimiento al servicio de la sociedad. Lejos de estas instituciones la legitimación de prácticas educativas y sociales que reduzcan el desarrollo humano-social integral de las personas y de los contextos. El foco de atención de los miembros y entidades es una sociedad educada y educadora; la formación de educadores capaces de responder con eficiencia y un sentido trascendente que interrelaciona en la práctica educativa cotidiana el bien común con un ejercicio profesional consistente.
La celebración de los cien años es ocasión para realizar una síntesis abierta que le permita a la Institución Teresiana celebrar los frutos alcanzados; y para elaborar y ejecutar el plan de mejora de las acciones y decisiones que lo requieran. Cien años son propicios para admirar los nuevos proyectos y los avances de sus egresados y aliados; de sus amigos, y también de los que no estén de acuerdo con sus enfoques, discursos y prioridades. Es una celebración plural, humanizadora y cargada de alegría. La línea temporal que implica la cifra constituye un hecho de gracia, por la cantidad, la calidad y la responsabilidad de los egresados, de quienes ha aprendido mucho, y por la pluralidad del servicio profesional que ofrece en los distintos continentes.
Gracias a todos los que aportan para que la Institución Teresiana continúe siendo una ESPERANZA humana, educativa y social en el mundo.