Bajo el título Haití, víctima del pillaje histórico de Francia y EEUU, Acento reprodujo el domingo pasado el primer reportaje de la serie EL RESCATE que ha publicado el diario estadounidense The New York Times (NYT) en inglés, francés, créole y español, para dar cuenta de diferentes facetas de un pasado haitiano que hoy marca su presente.

En ese primer reportaje, que el NYT tituló "Seis conclusiones sobre el alto precio que Haití pagó a Francia por su libertad", se explica que, tras lograr su independencia el 1 de enero de1804, Haití no recibió apoyo ni reconocimiento de ningún país, pese al valor de la gesta de su pueblo que venció al poderoso ejército francés. Que más bien debió pagar al perdedor en dinero contante y sonante por haberle ganado.

Acento reproduce ahora el segundo reportaje de la serie, un trabajo de Méheut ConstanteCatalina PorterSelam Gebrekidan Matt Apuzzo que aún hasta este miércoles no está traducido oficialmente al español por el diario estadounidense. Entonces, a continuación una traducción no oficial del texto "Exigir reparaciones y terminar en el exilio", que alude al ex jefe de Estado Jean Bertrad Aristide a quien el NYT tilda de "presidente haitiano incendiario", expulsado del poder cuando no bien "trató de hacer que Francia rindiera cuentas por sus años de explotación" y calculó el monto exacto de la deuda.

El impacto llegó a la mitad del discurso

“¡Reparación!”, exclamó Jean Bertrand Aristide, el agitador presidente de Haití, ante los aplausos de los agricultores, trabajadores y estudiantes en la multitud.

Como se ve en el video, el embajador francés en Haití, sentado en el escenario donde hablaba Aristide, escondió su alarma detrás de una sonrisa incómoda. Conocía a Aristide lo suficientemente bien como para esperar críticas a los antiguos colonizadores franceses y amos de esclavos de Haití, pero ese día, el 7 de abril de 2003, el presidente repentinamente comenzó a pedir "reparaciones", una bomba que se convirtió en el sello distintivo de su Presidencia y, según reconocen ahora los diplomáticos, en parte de su ruina.

“Tuvimos que tratar de desactivarlo”, dijo el embajador francés, Yves Gaudeul, sobre el pedido de reparación de Aristide, calificándolo de “explosivo”.

Con sus comentarios, Aristide trató de excavar una historia que permanece casi enterrada en Francia. Mucho después de que los haitianos se deshicieran de sus grilletes, derrotaran a las fuerzas de Napoleón y obtuvieran su independencia hace dos siglos, Francia regresó con barcos de guerra y una demanda inaudita: que los haitianos pagaran cantidades asombrosas de dinero a sus antiguos amos de esclavos o enfrentaran una nueva guerra.

Haití se convirtió así en la primera y única nación en pagar durante generaciones reparaciones económicas a sus antiguos amos y también a los descendientes de estos.

Según un análisis del New York Times de miles de páginas de documentos de archivo, Haití envió el equivalente a cientos de millones de dólares a Francia, lo que desencadenó un ciclo de deuda perpetua que minó la capacidad de Haití para construir una nación durante más de 100 años.

Sin embargo, hasta el día de hoy, esa historia no se enseña en las escuelas francesas y muchas de las familias aristocráticas más prominentes del país europeo no saben que sus antepasados ​​siguieron recaudando pagos de las personas más pobres de Haití, mucho después del fin de la esclavitud.

Jean Bertrad Aristide, el primer presidente de Haití elegido democráticamente tras décadas de dictadura, quería que Francia hiciera mucho más que reconocer su pasado. Quería una reparación, una restitución del monto entregado.

“¡Qué hermosas escuelas, universidades y hospitales podremos construir para nuestros hijos!”, le dijo a la multitud. “¡Cuánta comida tendremos en abundancia!”.

Las consecuencias fueron inmediatas y duraderas. Una docena de figuras políticas francesas y haitianas relataron en  diversas entrevistas cómo una Francia preocupada trabajó rápida y tenazmente para sofocar el pedido de reparación de Aristide para luego apoyar a sus opositores y colaborar con Estados Unidos para sacarlo del poder.

Francia y Estados Unidos han dicho durante mucho tiempo que el pedido de restitución del presidente Aristide no tuvo nada que ver con su derrocamiento. Lo acusaron de haber tomado un giro autocrático, de haber perdido el control del país y que entonces se exilió para evitarle a su país un mayor caos. Pero el embajador de Francia en Haití en ese momento, Thierry Burkard, luego se medio sinceró y admitió en una entrevista que Francia y Estados Unidos habían urdido un plan de “golpe de Estado” contra Aristide y que ello “probablemente se debió un poco” a que había  reclamado "reparaciones", "restituciones".

El que Aristide ya no estuviera en la jefatura de Estado “hizo más fácil nuestro trabajo” de que Haití archivara tal reclamo, señaló Burkard.

Dos siglos después de que Francia obligara a los haitianos a pagar a sus antiguos amos de esclavos por la libertad que habían ganado en batalla, las secuelas de ello continúan repercutiendo en la pobreza haitiana y en la política francesa. Al pedir la restitución, Haití, una nación nacida de lo que los historiadores llaman "la rebelión de esclavos más exitosa del mundo", golpea la imagen de Francia como baluarte de los derechos humanos y lo proyecta como país amenazado por quienes se inspiren y sigan el ejemplo haitiano y reclamen por otros agravios históricos de la nación europea, desde el Caribe a África.

“Despreciábamos mucho a Haití”, agregó Gaudeul y opinó que “nunca le perdonaremos a Haití, en el fondo, que fuera el país que nos ganara” en el campo de batalla.

Pero después de la destitución de Aristide en 2004 el tema de la reparación ha seguido resonando e, incluso, llevó a una sorprendente admisión más de una década después por parte de François Hollande, presidente de Francia, quien se refirió al dinero que Haití se vio obligado a entregar como “rescate de la independencia”.

Desde entonces, los académicos franceses han aludido cada vez más a la historia de pagos de Haití y en diciembre pasado, por ejemplo, en los mismos terrenos del Ministerio de Finanzas de Francia, Jean-François Brière, uno de los historiadores más destacado sobre las relaciones bilaterales, calificó tales pagos como una forma de “metaesclavitud” que impidió que Haití se liberara efectivamente de Francia pese a proclamar su independencia.

“Todos los franceses están afectados” por el pasado de la nación en Haití, dijo a su vez el ex primer ministro francés Jean-Marc Ayrault, aunque admitió que a los estudiantes franceses no se les enseña sobre ello y que son pocos los funcionarios públicos que discuten al respecto. “Nunca se enseña”, dijo. “Nunca se explica”.

US$21.685.135.571,48 de deuda de Francia a Haití

El embajador Gaudeul quería negociar. El repentino pedido de restitución de Aristide fue una granada de mano política que -temía el diplomático- amenazaba con avergonzar a Francia en el escenario mundial y destrozar las relaciones entre los dos países. Sin embargo, la reivindicación expresada no era irrazonable, recordó haber pensado.

“No se equivocó al decir cuánto daño le había hecho a su país” ese pago, dijo Gaudeul y opinó que había que discutir su planteamiento de “pedirle a Francia una compensación a cambio”.

El embajador dijo que instó al Gobierno francés a abrir conversaciones con Haití al respecto para ayudar a calmar la situación, pero que fue rechazado con firmeza. “No entendía cómo podíamos ser tan estúpidos”, dijo Gaudeul.

Aristide, una figura polarizadora que asumió el cargo como defensor de los pobres, sabía que su campaña era polémica y la había programado para lograr el máximo impacto: anunció su demanda en el 200 aniversario de la muerte de Toussaint Louverture, el líder revolucionario haitiano capturado por las fuerzas de Napoleón y llevado a prisión en Francia, donde murió sin haber sido sometido a juicio.

“¿Por qué, después de 200 años, Haití está tan empobrecido?”, se preguntó Aristide en una entrevista reciente en su casa en un suburbio de la capital de Haití. Una de las razones, dijo, fue la enorme cantidad de dinero que Haití se vio obligado a entregar a Francia durante generaciones, una pesada carga a menudo llamada "la deuda de la independencia".

Aristide descubrió toda la historia de pagos solo después de haber sido derrocado de su cargo por primera vez, dijeron sus ayudantes, cuando un golpe militar lo derrocó en 1991 y lo obligó a exiliarse en los Estados Unidos. Comenzó entonces a sumergirse en la creciente erudición sobre una historia de la que, incluso como presidente de Haití, sabía poco.

Después de que los estadounidenses ayudaron a que fuese reelegido el año 2000, Aristide intensificó su investigación. “Llamaba muchas veces para pedir más y más información”, recordó el Dr. Francis Saint-Hubert, un médico haitiano que había estudiado los vínculos entre el pésimo estado de la salud pública en Haití y el dinero desviado hacia Francia.

En el bicentenario, el Sr. Aristide subió la apuesta política al declarar la cantidad precisa que dijo que Francia le debía a Haití: US$21.685.135.571,48.

Diplomáticos franceses y algunos haitianos se burlaron de la cifra multimillonaria y la achacaron a un truco publicitario equivocado de un demagogo que intentaba mantener su control del poder. Un grupo de 130 intelectuales haitianos denunció la campaña de restitución como un "intento desesperado" para desviar la atención sobre la “deriva totalitaria, la incompetencia y la corrupción” del Gobierno de Aristide. Paralealmente, un portavoz del Ministerio de Relaciones Exteriores de Francia dijo que ese país no necesitaba de “lecciones” de Haití.

Pero un análisis del New York Times de la pérdida a largo plazo causado por el envío de enormes sumas de dinero a Francia muestra que lo perdido por Haití puede ser sorprendentemente muy cercano a la cifra de Aristide. De hecho, su estimación puede haber sido incluso modesta.

The Times revisó miles de páginas de documentos gubernamentales de archivo para determinar cuánto pagó Haití a Francia, no solo en pagos oficiales a antiguos esclavistas sino también en un préstamo para cumplir con los pagos. Encontramos que Haití pagó a Francia un total de $560 millones en dólares de hoy.

Pero eso solo comienza a dar cuenta de la pérdida. Con la ayuda de 15 destacados economistas de todo el mundo, modelamos lo que podría haber sucedido si ese dinero hubiera ido a parar a la economía haitiana, en lugar de enviarse a Francia sin recibir ningún bien o servicio a cambio.

Nuestras estimaciones encontraron que, con el tiempo, los pagos efectuados a Francia le costaron a Haití entre US$ 21 mil millones y US$ 115 mil millones en pérdida de crecimiento. Puesto en perspectiva, eso es entre una y ocho veces el tamaño de toda la economía de Haití para el año 2020.

“Estábamos construyendo un camino hacia la verdad”, dijo Aristide en la entrevista, sin conocer el resultado del análisis de The Times.

Los franceses contraatacan

Los pedidos de reparación de Aristide se hicieron más audaces. Pancartas, calcomanías, anuncios del Gobierno y grafitis exigiendo restitución fueron colocados por todo el país.

El Gobierno contrató a Bichot Avocats , un bufete de abogados francés, y a Günther Handl , profesor de derecho internacional, para redactar argumentos legales y encontrar un tribunal donde Haití pudiera presentar su caso, según cientos de páginas de documentos e intercambios de correos electrónicos revisados ​​por primera vez por NYT.

Las posibilidades de éxito legal parecían inciertas, pero el trabajo preliminar parecía no tanto ganar un juicio sino presionar a Francia.

“Como parte de esta estrategia”, escribió Handl en un correo electrónico de noviembre de 2003 a Ira Kurzban, un abogado estadounidense que se desempeñó como asesor del Gobierno de Aristide, “Haití debe transmitir a Francia” que existen oportunidades adecuadas “para lavar la ropa sucia de Francia en público".

Las opiniones de Francia pronto cambiaron y pasaron del desdén a la preocupación, dijeron exfuncionarios, especialmente cuando Aristide invitó a otras excolonias a unirse a su lucha. Envió a un nuevo embajador a Haití, el Sr. Burkard, quien evaluó que la campaña de restitución era “una trampa” y se corría el riesgo de que ella lograra abrir las compuertas para demandas similares de las ex colonias francesas.

“Argelia puede perfectamente hacer reclamos similares, así como la mayoría de nuestras colonias”, planteó Burkard. “Habría sentado un precedente por el que nos habrían culpado en gran medida”, previó.

Francia se movió rápidamente. Poco después del aviso de Burkard sobre hasta dónde llegaría Haití, el Ministerio de Relaciones Exteriores de Francia nombró una comisión encabezada por un famoso "héroe-filósofo de la nueva izquierda" Régis Debray. A la comisión se le encomendó públicamente explorar formas de mejorar las relaciones franco-haitianas, pero en privado se dejó claro otro mandato, según Burkard y Debray: desviar la discusión de las reparaciones.

El ahora jubilado Burkard dijo que Debray recibió “instrucciones de no decir una palabra a favor de la restitución”.

El viaje de la comisión a Haití en diciembre de 2003 fue tenso, según entrevistas con seis de sus miembros y con varios funcionarios haitianos. El grupo fue a una reunión en el Ministerio de Relaciones Exteriores con oficiales franceses armados, lo que llevó al equipo de Aristide a protestar por lo que consideraba intimidación.

“Usted no ha demostrado nada serio sobre este tema”, dijo Debray, desestimando la solicitud de restitución, según notas escritas a mano tomadas por un miembro de la comisión.

Debray dijo en una entrevista que, si bien deploraba el hecho de que la historia del gobierno colonial de Francia en Haití se hubiera borrado de la memoria francesa, consideraba que la solicitud de restitución era “una especie de demagogia para un niño de 7 años”.

El médico haitiano Saint-Hubert, presente en una de las reuniones, dijo que Debray argumentó que Francia tenía una deuda moral con Haití, no financiera.

“Lo que pagamos no fue moral”, recordó haber respondido el Dr. Saint-Hubert. “Era en efectivo. Buen efectivo, sólido”.

Varios miembros de la comisión francesa le dijeron a The Times que veían al presidente haitiano como corrupto y les preocupaba que cualquier dinero que se le diera se usara para beneficio personal.

Los enfrentamientos entre los partidarios y opositores de Aristide se habían vuelto violentos y el Gobierno fue acusado de reprimir la disidencia. Los grupos de derechos humanos dijeron que su fuerza policial y "matones paramilitares  progubernamentales" atacaban a la prensa independiente y a la vez funcionarios estadounidenses acusaron de narcotraficantes, y luego condenaron, a algunos miembros de la Administración de Aristide.

En el informe final francés, la comisión elogió a los adversarios de Aristide como una señal esperanzadora de “una oposición civil” que está “lista para asumir sus derechos y deberes cívicos”. Insinuó que Aristide podría no durar en el cargo y discutió “un futuro gobierno interino”. Jacky Dahomay, un filósofo francés y miembro de la comisión, dijo que “estaba a favor de que Aristide se fuera”.

A mediados de diciembre, Debray se presentó ante Aristide en el palacio presidencial en Puerto Príncipe Aristide para hacerle una advertencia: “Hueles a problemas”, dijo Debray que le había dicho a Aristide, aconsejándole que dejara el cargo para evitar un destino como el de Salvador Allende, el presidente chileno que murió en 1973 cuando el palacio presidencial de La Moneda fue bombardeado por aire e invadido por tierra por los militares.

Debray dijo en una entrevista que solo había querido ayudar a salvar la vida del presidente Aristide y le advirtió que Estados Unidos planeaba deponerlo. Burkard admitió que Debray había ido demasiado lejos y Aristide denunció públicamente que le habían dicho que renunciara: “Las amenazas fueron claras y directas: '¡O renuncias o te pueden disparar!’”, declaró Aristide con posterioridad.

Un vuelo a cualquier lugar

Los pilotos no sabían adónde iban, menos el ahora destituido presidente Aristide. El avión dio vueltas durante horas, con las persianas bajadas, mientras los funcionarios franceses se apresuraban a encontrar algún país dispuesto a aceptarlo. Era el 29 de febrero de 2004.

Antes del amanecer, Luis Moreno, un diplomático estadounidense de alto rango, había atravesado la gran puerta del complejo amurallado del presidente y subido los escalones hasta la puerta principal, acompañado por agentes de seguridad del Departamento de Estado.

Moreno había ayudado a Aristide a regresar a Haití después de que el Ejército lo derrocara una década antes. Ahora, sucedía lo contrario: Moreno saludó al presidente y le pidió su carta de renuncia firmada. Minutos después, Aristide y su esposa fueron llevados al aeropuerto, donde un avión fletado por estadounidenses los llevó al exilio.

“¡Qué irónico haber sido una de las primeras personas en darle la mano cuando regresó del exilio y ahora soy el último en despedirme!”, recuerda Moreno que le dijo a Aristide.

Con el avión en el aire, reveló Burkard, las autoridades francesas suplicaron a los líderes de tres países africanos que aceptaran a Aristide. Todos se negaron hasta que un cuarto, la República Centroafricana, una antigua colonia francesa, estuvo de acuerdo y Aristide permaneció allí unas dos semanas antes de ser enviado brevemente a Jamaica y luego a Sudáfrica, donde estuvo hasta el año 2011.

Aristide denunció su "secuestro", lo que el secretario de Estado de EEUU, Colin L. Powell, calificó de “ absolutamente infundado, absurdo” y, junto con Francia, dijo que el presidente haitiano había dejado el poder voluntariamente.

Hasta el día de hoy, muchos funcionarios franceses y estadounidenses sostienen que Aristide renunció para evitar que la crisi política que sacudió a Haití se convirtiera en una guerra civil. Los rebeldes armados se estaban acercando a la capital, Francia había instado públicamente a Aristide a renunciar y Estados Unidos lo insinuaba enfáticamente y Moreno repetía que la partida de Aristide “fue todo a instancias suyas” para “evitar un derramamiento de sangre”.

La carta de renuncia de Aristide fue escrita en criollo haitiano y las contradicciones sobre la mejor traducción prosiguen hasta el día de hoy. Burkard, ya exembajador en ese momento, dijo que un texto “ambiguo” y que la redacción "no apuntaba exactamente a una renuncia", y por primera vez reconoció ya sion tapujos que Francia y Estados Unidos habían orquestado efectivamente un golpe de Estado en base a presionar a Aristide para que dimitiera y aceptara ser llevado al exilio. Otro exembajador de Francia en Haití, Philippe Selz, miembro de la comisión francesa en Haití, dijo en una entrevista adicional que efectivamente se había tomado la decisión de antemano de “extraditar al presidente, enviarlo lejos”.

Unas semanas después de la destitución, Gérard Latortue, el nuevo líder interino de Haití respaldado por Occidente, se reunió con el presidente de Francia de entonces, Jacques Chirac, y a su salida del dorado Palacio del Elíseo en París declaró a los periodistas que había retirado los reclamos de restitución.

Gérard Latortue argumentó que las relaciones franco-haitianas necesitaban un nuevo comienzo, tras verse “negativamente afectadas por todos los esfuerzos del régimen anterior de exigir la restitución de la deuda de independencia”.

Una historia silenciada

En retrospectiva, el embajador Gaudeul dijo que la respuesta combativa de Francia a los reclamos de reparación y restitución se basaba en su renuencia a revisar un pasado que desafiaba la narrativa nacional que elevaba a la nación  europea como defensora de los derechos humanos universales y “Haití realmente era un muy mal ejemplo” para la proyección de esa buena imagen de Francia.

Gran parte de la historia de Francia en Haití sigue distorsionada, minimizada u olvidada, dicen los investigadores. Casi ningún libro de texto francés menciona que a fines de la década de 1780, Saint-Domingue, el nombre de Haití bajo el dominio colonial, absorbió el 40 por ciento de todo el comercio transatlántico de esclavos. Nada de eso se dice y tampoco que Napoleón, cuando intentó restablecer el dominio francés sobre Haití en 1803, perdió en ese territorio caribeño más soldados que en Waterloo.

Un reciente informe publicado en 2020 por la Fundación para el Recuerdo de la Esclavitud de Francia encontró que solo uno de cada 10 estudiantes franceses de primaria y secundaria aprende algo sobre quien fue Toussaint Louverture y la revolución haitiana.

En cuanto a la historia de los pagos de Haití a Francia, “no está incluida en el plan de estudios de las escuelas francesas en ningún nivel”, dijo Nadia Wainstain, profesora de historia que coordinó el informe de la fundación.

El Ministerio de Educación de Francia dijo que el informe no tenía en cuenta que sí hay una parte que alude a Haití en la instrucción que se imparte en las escuelas secundarias francesas, pero reconoció que nunca se ha discutido enseñar a los estudiantes sobre los pagos recibidos por los antiguos esclavistas.

Herederos del dinero de Haití

Incluso los descendientes de los propietarios de esclavos a quienes se les pagó dicen que "están en la oscuridad" sobre  esos recursos y ello incluye a miembros de la familia de Napoleón, de la realeza europea y algunas de las familias aristocráticas más famosas de Francia.

Muy pocos de los 31 descendientes contactados por NYT dijeron que estaban al tanto de este pasado.

“No lo sabía”, dijo Louis Baudon de Mony-Pajol, descendiente de sexta generación de Jean-Joseph de Laborde, un banquero del rey Luis XV que también fue uno de los mayores esclavistas de Haití , que comparó esta historia con la explosión de “una bomba política y social” que amenaza con iniciar una guerra cultural.

Emmanuel de la Burgade, descendiente de otro dueño de esclavos, dijo que descubrió la historia solo mientras escribía un libro sobre su familia. Cuando se lo contó a su padre, recordó que este le respondió: “No se lo digas a nadie”.

Varios descendientes de Laborde dijeron que descubrieron el pasado de su familia mientras leían la noticia en 2015 de que un grupo antirracismo en Francia anunció que demandaría a Ernest-Antoine Seillière de Laborde , un rico empresario francés, por haberse beneficiado de la trata de esclavos.

“Fue una noticia mordaz”, dijo Natalie Balsan, descendiente de Laborde de séptima generación. “Saber que era descendiente de un dueño de esclavos fue una bofetada”.

A finales del siglo XVIII, Jean-Joseph de Laborde envió a casi 10 mil africanos a Haití en sus barcos de esclavos y  personalmente esclavizó a unas 2 mil personas en sus plantaciones allí, muchas de las cuales murieron. Un pueblo en el suroeste de Haití todavía lleva su nombre.

Laborde perdió sus plantaciones durante el levantamiento de esclavos en Haití y fue guillotinado por los revolucionarios franceses en París en 1794. Pero dos de sus hijos, Alexandre y Nathalie, recibieron una compensación por un total de alrededor de $1,7 millones en dólares actuales, el pago más grande para una sola familia, según un informe que consta en una base de datos compilada por Oliver Gliech, un historiador alemán.

No hay demanda judicial contra sus descendientes, pero el asunto encendió una discusión en la familia. Los primos comenzaron a intercambiar correos electrónicos. El Sr. Seillière de Laborde, ex jefe del lobby empresarial más grande de Francia y heredero de la familia Wendel, una de las más ricas de Francia, consultó a varios historiadores para investigar los pagos que recibió su familia.

Un historiador dijo que lo más probable es que Alexandre, el hijo, despilfarró el dinero y murió en la ruina. El Sr. Seillière de Laborde no respondió a varias solicitudes de entrevista realizadas a través de su familia y socios comerciales.

Apoyos a los reclamos de reparación

Cinco descendientes de Laborde, incluida la Sra. Balsan, dijeron que no se sentían responsables de las acciones de sus antepasados, pero apoyan los reclamos de restitución y dijeron que están "justificados" por el daño sufrido. El Sr. Baudon de Mony-Pajol, su primo, no estuvo de acuerdo y dijo que Francia no tenía que mostrar arrepentimiento y que los llamados a la restitución eran parte de una "cultura despierta" proveniente de los Estados Unidos.

Romée de Villeneuve Bargemont, de 22 años, otro descendiente de Laborde, dijo que lamentaba no haber aprendido esta historia en la escuela. Una biografía familiar de 10 tomos yace en una caja de cartón en su apartamento de París, la historia de las indemnizaciones ocupando apenas unas pocas líneas.

“La política de larga data de Francia sobre la historia ha sido más o menos para olvidar”, dijo.

Un ajuste de cuentas doloroso

Los pagos de Haití a sus antiguos amos de esclavos se sumaron durante generaciones, lo que le costó a su economía miles de millones de dólares con el tiempo, según el análisis de NYT. Un banco público poco conocido llamado Caisse des Dépôts et Consignations recolectó la gran mayoría del dinero.

Tras el desastroso terremoto de Haití en 2010, Didier Le Bret, el embajador francés, dijo que directivos de ese banco se acercó a él para cooperar en la recolección de ayuda y, al menos en parte, ayudar a reparar los daños: donó alrededor de US$ 400 mil.

Un portavoz del banco dijo que la donación era simplemente parte de su política para ayudar a los países afectados por desastres humanitarios. Pero Augustin de Romanet, el director del banco en el momento de la donación, le dijo al NYT que “probablemente había algunas cosas útiles que hacer con Haití, en vista de lo que había sucedido en el pasado”.

El discreto gesto del banco, por pequeño que sea, habla de un fenómeno más amplio: Aristide ha estado fuera del poder desde 2004, pero su lucha ha forzado en Francia a un ajuste de cuentas lento y a menudo doloroso.

En los últimos años, intelectuales famosos se han pronunciado a favor de la restitución y los académicos han explorado cada vez más los aspectos económicos y legales de las reparaciones. El año pasado, la organización nacional de investigación pública de Francia publicó una base de datos que enumera la compensación pagada a los propietarios de esclavos franceses, incluidos los de Haití.

Myriam Cottias, que supervisó la base de datos, fue miembro de la comisión francesa que rechazó los pedidos de restitución de Aristide hace dos décadas. Pero ella dijo que sus puntos de vista habían cambiado y que las reparaciones deberían ser discutidas.

“El debate, sí, hay que plantearlo”, dijo.

Las autoridades francesas, en ocasiones, han mostrado cierta voluntad de abordar también este pasado. A mediados de diciembre, el Ministerio de Finanzas de Francia organizó, por primera vez, un simposio internacional sobre la economía de la esclavitud, un ciclo de conferencias centradas específicamente en la historia de los pagos de Haití a Francia.

Pero la discusión pública ha implicado caminar en la cuerda floja de la retórica.

En su discurso de 2015, el Sr. Hollande, presidente de Francia, reconoció que los pagos de Haití a sus antiguos amos de esclavos a veces se llamaban “el rescate de la independencia”. “Cuando vaya a Haití -dijo-, yo, por mi parte, saldaré la deuda que tenemos”.

La multitud ante él, que incluía a jefes de estado africanos y al presidente haitiano, se puso de pie instantáneamente en aplausos.

“La gente lloró”, recordó Michaëlle Jean, exsecretaria general de la Organización Internacional de la Francofonía, que asistió al discurso. “Fue inmenso”.

Unas horas más tarde, los portavoces de Hollande emitieron una aclaración importante: Hollande estaba hablando solo de una "deuda moral" que Francia tenía con Haití, no financiera. El gobierno francés mantiene la misma posición hoy. (El Sr. Hollande se negó a comentar para este artículo).

La delicada postura de Francia hacia Haití refleja una incertidumbre persistente, a veces un malestar, sobre la forma de abordar el pasado colonial y esclavista del país. En 2016, el parlamento de Francia derogó simbólicamente la ordenanza de 1825 que hacía obligatorios los pagos haitianos a los antiguos propietarios de esclavos, pero no llegó a considerar ninguna restitución financiera.

“Objetivamente, uno no puede presentar el más mínimo argumento que afirme que no le debemos nada a Haití”, dijo en una entrevista Christiane Taubira, ministra de Justicia en el gobierno de Hollande.

Mirando hacia atrás, Aristide dijo que su campaña de restitución al menos había llevado a que los franceses reconocieran su pasado.

“Si no hubiera hecho la pregunta en 2003, probablemente en 2015 François Hollande no habría admitido la deuda”, dijo.

“Ese fue un paso”, dijo. “No está terminado”.

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La investigación fue aportada por Daphné Anglès y Claire Khelfaoui en París, Charles Archin, Harold Isaac , Ricardo Lambert y Gessika Thomas en Port-au-Prince, Haití, y Allison Hannaford de North Bay, Ontario. Edición de fotos por Craig Allen. Producida por Rumsey Taylor. Producción adicional de Grey Beltran.

Constant Méheut informa desde Francia. Se unió a la oficina de París en enero de 2020.@ConstantMeheut

Catherine Porter, corresponsal extranjera radicada en Toronto, ha informado desde Haití más de dos docenas de veces. Es autora de un libro sobre el país, “A Girl Named Lovely”.@porterthereport

 

Selam Gebrekidan es un reportero de investigación de The New York Times con sede en Londres. Anteriormente fue reportera de datos y empresas para Reuters, donde escribió sobre la migración a Europa y la guerra en Yemen, entre otras historias. También ha cubierto los mercados petroleros de EE.UU.

Matt Apuzzo es un reportero ganador del premio Pulitzer que vive en Bruselas.@mattapuzzo