Uno de los fenómenos más fascinantes en el mundo de los mercados financieros y de materias primas es la interpretación de los mismos, que en ocasiones contradicen las propias expectativas de los gobiernos.
Esta semana, antes de que se concretizara la invasión rusa a Ucrania, los indicadores de precio del petróleo apuntaban a un mercado extraordinariamente ajustado, con una producción por debajo del consumo, con inventarios bajos y expectativas de que se desplomarían aún más.
El consumarse la ocupación y producirse como respuesta la imposición de sanciones por parte de los Estados Unidos y la Unión Europea, ha conducido a que los inversionistas anticipen un mercado mucho más delicado, asumiendo interrupción en la producción y exportación petrolera.
Cuando vemos el diferencial de 6 meses del Brent que ha subido a más de US$11 por barril, es decir que actualmente cuesta 11 dólares más la entrega en el mercado spot, que la entrega a 6 meses, el más alto desde la invasión a Kuwait por parte de Iraq en el 1990, y ese mismo diferencial se encuentra en US$6 por barril del precio spot contra entrega el próximo mes, y US$3 para entrega en dos meses; que en tanto el Western Texas Intermediate (WTI), referente para la República Dominicana, tiene en el diferencial de 6 meses valorado US$9 por barril, y US$1.84 por barril a favor del precio spot contra entrega al próximo mes, inmediatamente notamos que ocurre algo atípico. Este tipo de curva invertida, donde los precios favorecen el mercado spot, se conoce como “backwardation”, lo cual es consistente con un mercado que se espera esté gravemente desabastecido y con mayor agotamiento de sus inventarios.
Por otro lado, a pesar de que el mismo mercado percibe presiones alcistas, mediante su estructura de precios en los commodities, en particular el petróleo, otros analistas entienden que las sanciones impuestas a Rusia, cuya producción representa alrededor del 10% del consumo petrolero global, excluyendo el flujo y transacciones relacionadas con los hidrocarburos experimentados recientemente, se deben a “exabruptos efímeros” del mercado ante la sensibilidad de los mismos como consecuencia de la misma incertidumbre. Como parte del argumento se toma como referente que nada ha cambiado en las exportaciones e importaciones de energía, y que justamente el pasado viernes la Unión Europea, Reino Unido y los EE. UU. han comprado en conjunto 3.5 millones de barriles de petróleo ruso, lo que explica que hasta ahora independientemente de las contradicciones, ninguna de las partes piensa utilizar el petróleo o el mismo gas natural como un arma de guerra.
Si la interpretación de los analistas que apuestan a que el actual panorama es circunstancial, los precios en el mercado spot deberán disminuir a medida que el gas siga fluyendo en función de los precios de entrega a meses futuros, aliviando parte del temor de un aumento agresivo de los mismos. Ahora, por el contrario, si la interpretación del mercado está en lo correcto, con el acentuado backwardation tanto en el WTI como el Brent, estaríamos corriendo el riesgo de que la inflación empeore y aumenten los riesgos de recesión.
Ahora bien, independientemente del factor geopolítico, permanente o no, que le ha añadido un precio premium al barril del oro negro, luce que es muy sintomático que el miércoles pasado la Agencia de Energía de los EE. UU.,en su reporte semanal, informara tener tan sólo 23.8 MM de barriles, lo que significa alrededor de 33% de su capacidad de almacenamiento máximo en Cushinsg, Olkahoma, un número muy anémico en una época que se supone se debería estar abasteciendo para el verano. De manera que todo indica que la demanda global seguirá en ascenso en relación con la producción. Estas son señales que debemos tomar en cuenta, pues sin lugar a duda que la factura petrolera aumentará. ¡Guerra avisada no mata soldado, y si lo mata…, es por descuidado!