¿Puede un influencer, un youtuber, una instagramer o un tiktoker ser presidente de la República?

Claro que sí, porque hemos entrado en un nuevo mundo de los medios de comunicación, de las redes sociales, y cuando los ciudadanos han tenido acceso y poder para transformar la sociedad, desde sus respectivas trincheras en las nuevas modalidades de comunicación.

Los medios y los periodistas tradicionales eran mediadores entre los emisores y los receptores. Los receptores pasivos y masivos han adquirido la condición de emisores, asumido un liderazgo que nadie Puede despreciar hoy día, y que el 90 por ciento de todos los contenidos que se incluyen en las redes son producidos por independientes, ciudadanos particulares, que tienen su visión del mundo, de la política, de la economía, y que operan desde las emociones, las fobias, y cuantas rabias hayan acumulado a lo largo de los años.

En las redes no hay verificación, no hay proceso de contrastes de los datos que se reciben y se transmiten. las redes alimentan una parte de su estómago con contenido periodístico formal, para la gran parte de su entrega está signada por las emociones y estados de ánimo de los emisores, que han adquirido características de liderazgo, aparte de ganar mucho dinero.

Hay quienes atribuyen condiciones de influencer a Najib Bukele, presidente de El Salvador, otros le atribuyen liderazgo en las redes a Javier Milei, presidente de Argentina, y otros entienden que Donald Trump irrumpió en las redes con rabia contra los medios y ha sido el más exitoso de los disruptores del sistema capitalista, como se había concebido hasta ahora en los Estados Unidos.

Trump, Miley y Bukele son -parecen ser- anticapitalistas, y cuentan con el apoyo de gente con gran capital, que también se hartaron de las élites tradicionales y ahora apuestan a rupturas políticas y económicas que no sabemos hacia dónde nos llevan.

Los brasileños apostaron a un Trump latinoamericano, cuando escogieron a Jair Bolsonaro, pero finalmente ese régimen fracasó y retornó a un político tradicional, de la estirpe de Luis Ignacio Lula Da Silva, quien estuvo en prisión, fue acusado de corrupción, pero mantuvo su liderazgo y ha retornado al Brasil un esquema más tradicional que el que le impuso Bolsonaro.

Martín Gurri escribió el libro La rebelión del público: la crisis de la autoridad en el nuevo milenio, en el que sostiene asistimos a tsunamis de furia generalizada, enfocados contra las élites de todo tipo, y si las élites no hacen algo al respecto, serán dejadas al lado del camino.

La decisión del Tribunal Constitucional contra la ley que regula el régimen electoral, eliminando dos artículos que establecen normas para la participación de las candidaturas independientes, es un paso en la dirección de empoderar a los individuos sin organización, sin trabajo político orgánico, sin raíces en la sociedad, sin compromiso con la ética, el trabajo duro en la base. Es un atentado al sistema político para debilitarlo, y permitir que sujetos son tradición, sin conceptos de sociedad, impongan una tiranía sobre la ignorancia de los ciudadanos, ahora con rabia contra las élites, para desbaratar la democracia que hemos construido durante los últimos 65 años.

La falta de visión del Tribunal Constitucional, su escasa perspectiva del carril político que debe ocupar, es un serio riesgo para el sistema democrático. Aparenta ofrecer más democracia, más libertad, y en realidad está creando las condiciones para que un influencer pueda llegar a ser presidente de la República.