La llegada de Donald Trump al poder en los Estados Unidos, por segunda vez y con mayor radicalidad en sus posturas y decisiones políticas y económicas, representa un cambio importante en el contexto internacional, y en las relaciones de los países con los Estados Unidos.

Hay quienes sostienen que ha llegado el fin del multilateralismo, y que los esquemas que se establecieron al final de los años 40 para resolver los conflictos mundiales, han llegado a su fin. La Segunda Guerra Mundial fue un cataclismo que obligó a los países, con ideologías distintas, a pactar acuerdos de cooperación y de solución de conflictos por la vía pacífica. Eso dio como resultado el surgimiento del Sistema de Naciones Unidas.

La burocracia engordada por un esquema socialdemócrata y de poca eficacia, parece estar llegando a su fin. La diplomacia y el lenguaje políticamente correcto parecen haber agotado el tiempo que les correspondió, y hemos llegado a un momento de la diatriba, la guerra, el insulto, la indecencia, y en que el más poderoso muestra sus músculos e impone a los demás un cuadro de negociación de subordinación. Es lo que parece que viene en lo adelante.

La cooperación internacional, la vigencia del humanismo, de la solidaridad y el impulso de los procesos democráticos en las regiones y países que carecen de ello, también luce estar llegando a su fin. La lucha contra la pobreza, contra las injusticias, la segregación, el racismo aparecen en este momento como viejos modelos, anticuados e innecesarios, que se prestaron a la corrupción y a la dilapidación .

Proteger a los pobres, proteger al desvalido, a las minorías es ahora una anomalía y un fraude. La justicia social como concepto universal para sentar la utopía de la igualdad, quedó sepultado por el pragmatismo, por el enterramiento de la Teología de la Liberación, del humanismo y la solidaridad. Los cristianos tienen que pedir perdón ahora por reclamar justicia, por pedir piedad con los inmigrantes que hacen los servicios más pesados y difíciles y por preocuparse por las minorías raciales, por las comunidades lésbicas y LGTB.

La derecha política, los más ricos del mundo, con teorías de que el mercado debe autoregularse, de que los impuestos son una traba al desarrollo, de que la solidaridad y la justicia social son obsoletas, y de que la democracia es un régimen socialista fracasado, están imponiendo su vieja razón de la necesidad de un régimen autoritario, que haga tabula rasa, y que se imponga, entre las personas y los países, la ley del más fuerte.

A eso estamos asistiendo políticamente hoy día con la llegada de Trump al poder en los Estados Unidos. Lo que hemos visto como inicio es apenas eso, el comienzo, seguiremos siendo testigos de nuevas medidas de ruptura con la democracia, con la decencia, con la vocación humanista y cristiana del bien común. Asistimos a una especie de gobierno global dirigido por los más ricos, por los más fuertes, por lo que más armas tienen, y más poder de compra. Y quien no se adapte a sus decisiones se le aplican sanciones para reducirlo al carril, como acaba de ocurrir con Colombia y la entrega de migrantes considerados criminales y delincuentes, incluyendo niños.

La peor decisión es la indiferencia de los que siguen creyendo en la justicia, en la decencia, en la diplomacia, en el multilateralismo, en el bien común, y en el diálogo y la cooperación para la solución de los problemas de la humanidad.

El cambio climático es una realidad, como consecuencia de las acciones destructivas de nuestro mundo contra la naturaleza. La tierra nos ha aportado riqueza, alimentación, abrigo, comodidad, pero hasta un punto. La nueva política no es controlar los daños, es intensificar la explotación de lo que queda, y que sobreviva el que más pueda ante los desastres mundiales (maremotos, terremotos, tsunamis, danas, inundaciones, sequías, lluvias intensas, descertificación, escasas de agua potable, extinción de miles y miles de especies).

Solo hay que esperar que la tendencia hacia esta tragedia política de la derecha sea de corto período, y de que el sistema democrático en aquellos países que han sido ejemplos, tengan mecanismos de protección y contención del autoritarismo y la autocracia. Con la esperanza de que Dios se meta a político y nos proteja, como seres humanos con dignidad y derechos.