Haití sigue siendo una preocupación para la República Dominicana. El Instituto Duartiano y otros grupos nacionalistas, promotores del odio hacia los haitianos, convocaron y realizaron una manifestación el fin de semana demandando que los problemas de Haití los asuman los haitianos y la comunidad internacional, no la República Dominicana.

Esos grupos parten del criterio de que el gran esfuerzo por Haití los realiza la sociedad dominicana, y acusan a Francia, Estados Unidos y Canadá de mantener el criterio de la supuesta unificación de la isla, para que República Dominicana los absuelva. Algo imposible, insólito y anti-histórico.

El Consejo Editorial del diario The Washington Post, precisamente este fin de semana, dio a conocer un editorial diciendo que sería una irresponsabilidad de la comunidad internacional dejar que los haitianos sean quienes resuelvan su crisis, porque han demostrado incapacidad para ponerse de acuerdo y encontrar una solución.

Lo que narra el prestigioso diario es que en Haití ocurren mucho más cosas horribles que las que se narran cada día, y que el desangramiento de Haití requiere de una acción urgente para evitar su aniquilación.

Ya es hora de reevaluar la piedad conveniente, expresada por diplomáticos, defensores y activistas, de que se debe dejar que Haití encuentre una “solución dirigida por Haití”. La verdad es que una “solución liderada por Haití” es una quimera, y sin una fuerte intervención internacional, el sufrimiento del país se profundizará. Ignorar esa realidad es ser cómplice del desprecio del mundo por la angustia de Haití”.

Así concluye el editorial del Washington Post de este fin de semana.

Los países con problemas de violencia, como guerrillas y grupos que procuran separar regiones, o con violencia de pandillas hacen esfuerzos para terminarlas. Colombia se encamina a un proceso de paz que podría ser histórico. El Salvador tiene acciones emprendidas para concluir con la violencia de las bandas criminales. Para hablar de lo que pasa en la región.

Las bandas criminales en Haití controlan parte del territorio, incluyendo barrios importantes de la capital, Puerto Príncipe. La pasada semana España, Francia y Alemania han emitido un duro comunicado denunciando los asaltos y agresiones sexuales contra mujeres del personal de las delegaciones de esos países en Haití.

Hace unas semanas el Consejo de Seguridad de la ONU emitió una resolución extendiendo por un año la presencia de BINUH y exhortando a los países no vender armas en Haití a menos que se trate de las autoridades del país.

Cientos de personas están muriendo en Haití, como resultado de la violencia criminal. Miles están tratando de emigrar de los sectores geográficos más peligrosos. Otros tratan de salir del país, hacia Estados Unidos, y una parte hacia la República Dominicana.

El Consejo Editorial del diario The Washington Post tiene razón. La mirada compasiva ha debido llegar a su fin. Muchos haitianos se niegan a aceptar la intervención externa, y aducen que intentos anteriores han fracasado y terminado en tragedias. Pero no tienen otras salidas, ni las presentan. Pareciera que confían en que el gobierno inútil y débil de Ariel Henry haría algo, pero a la vista está que no hace absolutamente nada, ni protege a la población que demanda algo de seguridad.

La violencia que sacude a Haití no se narra con la dimensión que ocurre. Los medios de comunicación no alcanzar a describir la crueldad y la saña de las bandas contra los ciudadanos, ni la desprotección de los haitianos. Los propios periodistas están siendo asesinados y secuestrados.

No hay perspectiva de elecciones, que teórica y legalmente se comprometió Ariel Henry a realizar en noviembre de 2022. El único camino que queda abierto es que el Consejo de Seguridad de la ONU decida intervenir y enfrentar a las bandas criminales, aportar seguridad y ayudar a establecer un régimen resultado de una elección transparente.