El 19 de mayo del año en curso se celebran elecciones presidenciales y congresuales. Es una fecha con alto significado para los candidatos y para los ciudadanos interesados en el fortalecimiento de la democracia. El sistema democrático no se reduce a elecciones. No. Va más allá, pero hay que admitir que este evento sociopolítico aporta para que el sistema se fortalezca, si el proceso eleccionario es organizado, legítimo y ético. Se espera que otros procesos de singular importancia, como el ejercicio ciudadano responsable, la participación social; y la inclusión educativa y social, tengan mayor desarrollo en la sociedad dominicana. Su contribución es vital para una democracia más sólida y estable.

El proceso organizativo de las elecciones se ha caracterizado por un  esfuerzo dialógico entre los representantes de la Junta Central Electoral (JCE) y los partidos políticos. Ha habido momentos de tensiones, pero con un nivel bajo de acritud e inflexibilidad. La ciudadanía percibe que la JCE ha actuado con transparencia y responsabilidad. De otra parte, los partidos políticos han estado atentos a las diferentes decisiones que se han tomado en el proceso de organización de las elecciones. Se reconoce que el funcionamiento de la JCE detuvo la continuidad de la experiencia traumática que la sociedad vivió en otro período, por la inseguridad y la desorganización.

En los procesos eleccionarios, la bondad o el desorden de unas elecciones no dependen solo de la JCE. Son múltiples los factores que influyen, pero, de manera especial, la ética con la que actúen el gobierno de turno y los partidos políticos. Asimismo, adquiere mucha importancia la educación ciudadana. Si el gobierno de turno se organiza para manipular las elecciones, como ha pasado en otros períodos, se distorsiona el proceso y se afecta profundamente la democracia. De igual modo, si los partidos políticos no le otorgan ningún carácter al modo de pensar, de actuar y de relacionarse, tendremos, en todo momento, unas elecciones marcadas por la ambigüedad y el déficit de legitimidad.

El voto consciente, reflexivo y responsable no es un deseo, es un deber de todo ciudadano que se respete a sí mismo y que sienta afecto por el país.

La educación de los ciudadanos es otro factor clave en un proceso eleccionario. Para que los ciudadanos puedan funcionar bien en un proceso de esta naturaleza, requieren tres elementos nodales: educación lúcida y crítica, información clara y completa; y participación. La educación ciudadana es cada vez más necesaria. Pero ha de ser congruente con los cambios que se producen en el mundo y en el conocimiento. Ha de ser una educación vinculada a las transformaciones que las ciencias y las tecnologías están movilizando. Los jóvenes requieren una educación próxima a sus necesidades y demandas. Solo así, responden a los requerimientos del proceso eleccionario.

La educación crítica es fundamental para que los jóvenes participen efectivamente en las elecciones. Este tipo de educación moviliza su forma de pensar y de optar en la sociedad. La criticidad potencia la creatividad y el razonamiento situado. Los jóvenes requieren, también, información veraz a tiempo real. La información mediatizada confunde y desalienta a los jóvenes. No todos se identifican con las informaciones falsas. Se ha de avanzar, para que niños, jóvenes y adultos, valoren las informaciones orientadas por principios éticos. Este andamiaje es necesario para que la participación de los ciudadanos tenga fundamento y les permita tomar decisiones con calidad. Con una ciudadanía educada, ganan la democracia y el desarrollo.

En estas elecciones y en todas, apelamos al voto consciente, reflexivo y responsable. No es aceptable otra cosa. Las emociones, las figuras y los estribillos no pueden liderar las decisiones de las personas. Estas tienen que dedicar un tiempo para tomar conciencia de lo que supone votar. Han de discernir personalmente lo que necesita el país para que haya inclusión, justicia y desarrollo para todos. Es tiempo de pensar más en el desarrollo integral de la nación. Por ello no se puede festinar la participación en las elecciones. Cada persona, con la libertad que posee, ha de tomar la decisión que considere pertinente en el momento de votar. Pero, debe participar en las elecciones y ejercer su derecho al voto sin manipulación alguna.

El voto consciente, reflexivo y responsable no es un deseo, es un deber de todo ciudadano que se respete a sí mismo y que sienta afecto por el país. El que actúa desde esta lógica, se distancia de la comercialización del voto. Es tiempo de superar las prácticas salvajes en tiempos de elecciones y en la vida cotidiana. Es hora de transformar la ignorancia con acciones que dignifiquen la participación de los ciudadanos en las elecciones municipales y presidenciales. Se necesita espacio para la ética personal y social. Lo prioritario es pensar en el desarrollo integral de todos los que habitan este país. Urge pensar seriamente por qué voto, para qué voto, por quién voto. Tres preguntas claves. Tres respuestas necesarias. Son respuestas personales. Ninguna otra persona, ninguna institución, ningún sector tiene que intervenir en la decisión de cada ciudadano. Eres tú el que decides por qué y a quién le ofreces tu voto.