La grave situación de Haití comienza a llamar la atención mundial, y en particular en los Estados Unidos.

Eso es bueno, porque forma parte de la política exterior de la República Dominicana. Y lo acaba de confirmar en la Cámara Americana de Comercio nuestro ministro de Relaciones Exteriores, Roberto Alvarez Gil.

Luego de citar las iniciativas del gobierno dominicano ante el Consejo de Seguridad y a través de múltiples mecanismos, haciendo ver el error de mantener la apatía frente a la situación de Haití, le tocó advertir el error que se cometería reduciendo el mandato y recortando el período de tiempo de la Oficina Integrada de las Naciones Unidas en Haiti (BINUH).

“Este activismo ha servido para que los países clave consideren a la República Dominicana, como un socio y aliado esencial para avanzar la agenda de paz y desarrollo en el país vecino”, dijo Roberto Alvarez.

Aclaró que lo solicitado por el Consejo de Ministros de Haití, y refrendado por el primer ministro Ariel Henry, es “el despliegue inmediato de una fuerza armada internacional especializada en cantidad suficiente para enfrentar la crisis humanitaria causada, entre otros motivos, por la inseguridad resultante de las acciones de las pandillas armadas”.

Es decir, dijo Alvarez, no se trata de una fuerza de paz de Naciones Unidas. “La solicitud pide fuerzas armadas bilaterales ofrecidas de manera voluntaria. Los haitianos y los países que estén dispuestos a apoyarles aún tienen que determinar el marco legal internacional y aspectos operacionales modales para el despliegue de estas fuerzas”.

Precisamente la tarde de este miércoles el Gobierno de Estados Unidos envió a Haití al subsecretario de Estado para Asuntos del Hemisferio Occidental, Brian Nichols, y al vicecomandante del Comando Sur de EEUU (Southcom), teniente general Andrew Croft, y paralelamente impuso restricciones de visados a autoridades y exautoridades a los que implica en sociedades corruptas con bandas criminales responsables de la violencia callejera.

Estados Unidos está comenzando a tomar medidas para apoyar a Haití, pero no tiene claro cómo ni cuándo serán las próximas decisiones.

Hasta ahora altos funcionarios comentan a los medios medios de comunicación, sin identificarse, que es "prematuro" hablar de un hipotético envío de soldados de EEUU o de alguna otra presencia de seguridad estadounidense en Haití, porque Washington está explorando "varias opciones" con otros países, además de que las decisiones al respecto "no tienen por qué estar limitadas a 'botas sobre el terreno'", como lo demandó una antigua embajadora de EEUU en Haití. Pamela A. White, ex embajadora de EEUU en Haití en dos períodos (1982-1985 y 2012-2015), no solo pidió la semana pasada "botas sobre el terreno" sino que, además, demandó que ello fuera "de inmediato”.

El secretario de Estado, Anthony Blinken, confirmó un comunicado de su oficina, anunciando apoyo para contener el cólera en Haití, y expresó que Estados Unidos está “trabajando para aumentar y desplegar en los próximos días asistencia de seguridad a la Policía Nacional de Haití para fortalecer su capacidad para contrarrestar las pandillas y restablecer un entorno de seguridad estable bajo el estado de derecho.”

Este mismo día el diario The Washington Post, a través de su consejo editorial, publicó un documento  en que fija su posición editorial de que la intervención militar es lo que corresponde ante el drama de Haití.

El diario critica fuertemente al presidente Joe Biden, llamándolo titiritero de Washington y a la administración demócrata, por su negligencia en tratar de restablecer la democracia en Haití:

“En gran parte debido al titiritero de Washington, el primer ministro haitiano Ariel Henry prestó juramento en julio de 2021 tras el asesinato del presidente Jovenel Moïse. Su gobierno ilegítimo y no electo ha sido un desastre predecible. Ha permitido o promovido la disolución del país en feudos de bandas criminales aliadas con la élite del país. No ha hecho ningún intento serio de preparar al país para las elecciones, ni ha emprendido negociaciones de buena fe con los partidos políticos y la sociedad civil haitianos. Ha demostrado su impotencia al ceder el control de la capital, Port-au-Prince, a la creciente violencia”.

Todos estos movimientos, posiciones, conversaciones, son el indicativo de que algo se está moviendo para influir rápida o moderadamente en la realidad haitiana. Cada país, voluntariamente, tendrá que pensarlo con mucho cuidado. Sin embargo, corresponde a los Estados Unidos, como potencia que gusta imponer modelos políticos, ayudar al más pobre y destruido de los países de la región a encaminarse por un sendero diferente.