Miguel Cruz, el confeso asesino de Orlando Jorge Mera, ahora realiza diligencias a través de sus abogados para que se le permita hablar con los medios de comunicación “para dar su versión sobre los hechos relativos al homicidio del funcionario el pasado 6 de junio”.

El confeso criminal pide también “copias de todas las conversaciones de WhatsApp del teléfono del imputado desde los tres días previos al crimen hasta que entregó su teléfono a las autoridades”.

Es evidente que se trata de una estrategia de defensa, ya acordada entre el criminal y sus abogados, sobre la base de crear posibles “atenuantes” al crimen mismo. ¿Hay atenuantes para un crimen de esta naturaleza? Razonablemente no las hay, pero todo dependerá de lo que decida el tribunal de primera instancia que conozca el proceso penal. Cada día hay jurisprudencia nueva sobre pruebas y delitos penales, como se acaba de comprobar en el caso de Los Tucano, en que una confesión premiada no es factible como prueba, porque debe ser contradictoria, y en este caso no lo fue, aunque uno de los imputados aceptó su responsabilidad en los hechos que se le imputaban.

¿Pueden los abogados defensores llegar hasta -en su estrategia de defensa- mancillar la memoria de un muerto? Si, hay quienes llegan a hacer esto, porque en la defensa de un cliente todo está permitido, y como dicen los maestros del derecho, el más vil y desgraciado de los criminales tiene derecho a la defensa.

Hay, sin embargo, un problema: Cualquier imputación que quiera hacerse contra Orlando Jorge Mera, tiene la debilidad de que él por sí mismo no podrá contradecirla, porque fue víctima de un crimen, y quien está siendo juzgado es quien le quitó la vida. Podría alegarse que los diálogos informales entre las partes, por vía del WhatsApp, pudieran ser pruebas incriminatorias contra la víctima, pero se trata de una muy débil argucia, tomando en cuenta que se trata de conversaciones informales, entre amigos, y Orlando hacía todo cuanto le era posible para cumplir con su deber y dejar satisfecho a su amigo Miguel, quien presionaba para obtener ventajas del cargo que desempeñaba Orlando Jorge Mera.

Si Orlando hubiese sobrevivido al atentado, y pudiera estar presente en el proceso por agresión en su contra, podría alegarse un equilibrio entre las partes en conflicto. Sin embargo, una de las partes, el agresor, le quitó la vida a Orlando, y eso es lo que se está juzgando. Y no hay un bien más preciado, ni más importante que la propia vida. Por tanto, el recurso que desea articular la defensa de Miguel Cruz carece de validez y las autoridades debían evitar que esta maliciosa estrategia sea utilizada para asesinar moralmente a Orlando Jorge Mera. Sería permitir que el crimen se repitiera, ahora contra la memoria histórica del difunto Ministro de Medio Ambiente y Recursos Naturales.