Ayer se cumplieron 20 años, tiempo razonable dado por Joaquín Balaguer en sus memorias, para que una persona que le sucedería, revelara los nombres de los autores del asesinato del periodista Orlando Martínez. Balaguer escribió “algunos años después de mi muerte”.

Joaquín Balaguer, como presidente de la República, fue el responsable del crimen contra Orlando Martínez. Fueron personeros vinculados a su Gobierno, a la nómina pública, y a su Partido Reformista, los que asesinaron a Orlando Martínez y posteriormente también asesinaron al hermano del periodista, Edmundo Martínez.

En la página 333 de la primera edición del libro Memorias de un Cortesano de la Era de Trujillo, Joaquín Balaguer dejó claramente establecido que conocía a los que asesinaron a Orlando. Nunca quiso que la justicia en su gobierno procesara a esos asesinos. Los protegió. Y para que su nombre, muerto el ex presidente, no cargara con la responsabilidad dejó escrito que entregó los nombres de los autores a alguien que le sobreviviría, y que al cumplirse los 20 años (ya cumplidos), esa persona entregue la lista de los autores según el ex presidente.

Como la justicia fue diligente, y el juez de instrucción Juan Miguel Castillo Pantaleón realizó su trabajo, emitiendo una providencia calificativa histórica, esa página en blanco parcialmente fue llenada. El autor intelectual del crimen evitó la justicia. Lo hizo por complicidad del poder, y evitó la condena. El expediente fue fraccionado. Fueron condenados los autores materiales. El autor intelectual aún vive, y está esperando que todos le olvidemos, cosa que nunca ocurrirá.

Una seria investigación periodística, publicada por la revista RUMBO, y luego una investigación del Ministerio Público, con Guillermo Moreno primero, y luego con Francisco Domínguez Brito, como fiscales del Distrito Nacional, realizó la pesquisas y determinó que los documentos entregados por el general retirado Raúl Darío Aristy Calvo eran los documentos correctos, que determinaban quiénes fueron los autores del crimen de Orlando Martínez.

El primer interrogatorio de la policía era el correcto. Los autores confesaron inmediatamente el crimen, luego de ser detenidos e interrogados por Aristy Calvo. El jefe de la Policía de entonces, Ney Rafael Nivar Seijas, acudió donde el doctor Joaquín Balaguer con los interrogatorios y las confesiones transcritas, más una grabación, las entregó al doctor Balaguer, y el presidente -irresponsablemente- tomó la decisión de no dar a conocer el interrogatorio, de poner a los asesinos en libertad, y que se elaborara otro interrogatorio donde los criminales negaran la responsabilidad del crimen.

Balaguer fue un encubridor consuetudinario de los asesinos de Orlando. Desde el primer momento, desde la misma noche del 17 de marzo de 1975, Balaguer recibió la información de quiénes fueron las personas que participaron en el crimen contra Orlando Martínez. Y cínicamente anunció una recompensado para quienes revelaran datos que permitieran capturar a los asesinos de Orlando Martínez. Ese fue un crimen de Estado, y Balaguer fue el principal responsable, luego de los criminales que ejecutaron el asesinato, encabezados por el general Joaquín Pou Castro, ya fallecido, pero bajo las órdenes del general que aún sobrevive, en la ancianidad, en una segura residencia en La Romana.

La irresponsabilidad de Balaguer no podrá ser echada al olvido. Quien recibió su encargo podrá decir lo que desee, ahora que se cumplieron 20 años para ofrecer la versión o los datos dejados por el viejo caudillo. Balaguer jugó a la posteridad con esa artimaña de entregar los nombres o el nombre de los autores del crimen contra el periodista Orlando Martínez.

Esto fue lo que dejó Balaguer, escrito en letras pequeñas, en la página en blanco, numerada como 333 de su libro de memorias:

“Esta página se inserta en blanco. Durante muchos años permanecerá callada, pero un día hablará, para que su voz sea recogida por la historia. Callada como una tumba cuyo secreto a voces se levantará, acusador, cuando el tiempo permita levantar la losa bajo la cual permanece yacente la verdad. Su contenido se deja en manos de una persona amiga que por razones de edad está supuesta a sobrevivirme y que ha sido encargada por mí de hacerlo público algunos años después de mi muerte”.