La posibilidad de que se discuta la pertinencia de mantener como tope para ganar las elecciones dominicanas en primera vuelta obtener el 50 por ciento de los sufragios más 1 voto ha despertado preocupación en sectores políticos y organizaciones sociales.

¿Es tan ocioso abordar este asunto para debatirlo y decidir si se deja tal como se estableció en la reforma constitucional tras la crisis de 1994 o reformarlo para reducir el porcentaje para ganar en primera vuelta?

Quizás la coyuntura no favorece este debate, pero es necesario recordar cómo se estableció ese requisito para ganar las elecciones presidenciales en la primera vuelta.

En las discusiones para la reforma Constitucional que destrabaría la crisis generada por los fraudes electorales de 1990 y 1994 se acordó establecer el 46 por ciento de los votos, pero los peledeístas y los reformistas se pusieron de acuerdo, con el apoyo de pequeños partidos de la ultraderecha, para elevar el número al 50 por ciento más 1 voto.

La construcción de "mayorías" no tiene como punto de partida principios programáticos

El único propósito de ese cambio, que violó lo pactado, fue impedir que el doctor José Francisco Peña Gómez ganara las elecciones de 1996. Y así ocurrió, el carismático líder no pudo alcanzar el 50 por ciento, y hubo la necesidad de celebrar la segunda vuelta, en la cual ganó Leonel Fernández, canditado del PLD y el PRSC.

En las sucesivas elecciones a partir de esa fecha no ha sido necesario celebrar la segunda vuelta.

En el 2000 Hipólito Mejía rozó el 50 por ciento, pero su más cercano contendor, Danilo Medina, del PLD, ante la negativa de Joaquín Balaguer de volver a darle apoyo a los peledeístas, decidió retirarse, lo que automáticamente dio la victoria al candidato perredeísta. En 2004, 2008, 2012, 2016 y 2020 no fue necesario acudir a segunda vuelta porque todos los elegidos superaron el tope en primera vuelta.

La otra cara de este asunto es que no es cierto que las alianzas y negociaciones basadas en el puro y simple pragmatismo (para no decir oportunismo) constituyan un aporte para mejorar la democracia.

La construcción de "mayorías" no tiene como punto de partida principios programáticos, y si acaso se firman documentos de intenciones, solo quedan en eso, en papeles que luego se olvidan.

La obtención de ventajas grupales y personales, es para lo que ha servido esa integración forzada de alianzas entre cualquier cantidad de siglas y supuestos líderes alrededor de un partido con posibilidades de ganar.

Vistas así las cosas, no luce tan descabellado que se discuta el dichoso tope creado con un fin nada patriótico, democrático ni transparente.