¿Debió Luis Abinader regresar desde Nueva York, donde asistió a la Asamblea General de las Naciones Unidas 2023, con una propuesta de solución al diferendo de nuestro país con Haití por la construcción del lado haitiano de un desagüe del río Dajabón-Masacre?

No hay que esperar tanto, porque no existe una varita mágica para resolver este tipo de problema. 

Lo que sí es muy seguro que el presidente Abinader y su equipo debieron recibir en Nueva York reacciones muy diversas a la decisión del gobierno de cerrar las fronteras marítimas, aéreas y terrestres con Haití, mientras continué la obra de canalización.

Hemos dicho y repetido que en Haití no hay interlocutor viable ni confiable, y que la solución a este conflicto está solamente en manos del gobierno dominicano.

Decidimos cerrar las fronteras cuando Haití insiste con las Naciones Unidas por una resolución que le brinde apoyo militar para enfrentar las bandas armadas y secuestradoras que controlan parte del territorio haitiano.

Los datos más terribles sobre Haití los resumió el secretario de Estado, Anthony Blinken, de los Estados Unidos, de acuerdo con la reportera Jacqueline Charles, del Miami Herald:

“Blinken destacó que la situación en el país es calamitosa y Haití no tiene tiempo que perder -según Charles- para luego agregar lo siguiente:

“Más de 2 mil asesinatos en los primeros seis meses de este año, más de mil secuestros en el mismo período, y más de 5 millones de haitianos que necesitan urgentemente asistencia humanitaria, y 10 millones de haitianos que están enfrentando la catástrofe del hambre, y cerca de 60 mil con sospecha de padecer  cólera, más de la mitad de ellos son niños”.

¿Se requiere una situación más dramática para entender que ese conglomerado necesita ayuda? Y en medio de ese contexto, la República Dominicana decidió cerrar todas las fronteras, las únicas por cierto, porque compartimos la isla con ese país tan destrozado por su propia incapacidad para hacer frente a los desafíos.

Satisface que con motivo del Día de las Mercedes, en La Vega, la vicepresidenta Raquel Peña y el nuncio apostólico, monseñor Piergorgio Bertoldi, coincidieran en la necesidad del diálogo como forma de resolver las diferencias entre Haití y la República Dominicana. El representante del papa Francisco y la vicepresidenta representan dos instituciones de gran peso en estas circunstancias. Peña reiteró que nuestro país mantiene abierta la puerta del diálogo. y el nuncio dijo con bastante claridad en su homilía en el Santo Cerro que “este conflicto debe ser resuelto a través del diálogo, ya que República Dominicana y Haití son dos pueblos hermanos”.

La oposición política también se expresó interesada en el diálogo para limar las asperezas que esta crisis ha agigantado. El fin de semana se escuchó la propuesta de Miguel Vargas Maldonado, presidente del PRD, sobre la necesidad de que el Gobierno dominicano aproveche la disposición al diálogo expresada por el primer ministro de Haití, Ariel Henry, en su discurso ante la Asamblea General de la Organización de Naciones Unidas (ONU).

El presidente Luis Abinader hizo un llamado a los partidos políticos para que apoyen el reclamo dominicano sobre la soberanía común de las aguas del río.

El gobierno dominicano ha sido el único que se mantiene insistiendo en la necesidad de una decisión firme de apoyo de la comunidad internacional a los reclamos de Haití. El presidente ha insistido en que somos el único país que no puede cansarse de Haití, porque lo tiene a su lado, y porque lo que ocurre en Haití tiene repercusiones en nuestro territorio.

El presidente Luis Abinader debe flexibilizar las medidas adoptadas por el gobierno a través del Consejo de Seguridad Nacional. Si se mantiene el cierre de la frontera por el lado dominicano no habrá misión internacional en Haití que pueda tener resultados como los que se esperan.

A las bandas haitianas les conviene el caos y por eso están dispuestas a poner dinero para apoyar la continuidad de la construcción del canal. Eso sólo es un detonante contra el débil gobierno de Ariel Henry, que se ve forzado a apoyar la iniciativa, pese a no estar de acuerdo. Es su manera de sobrevivir.

Tal vez estamos a tiempo. Más por el grado de la crisis humanitaria en que se encuentra Haití que por la necesidad de los comerciantes y productores dominicanos de vender sus productos en los mercados fronterizos.

Una decisión de esa índole del gobierno dominicano no lo debilita, como piensan algunos, ni lo presenta como pusilánime frente al caos que existe en Haití. Estamos evitando la tragedia humanitaria que representa este vecino nuestro y que no tiene salidas a la vista en un año.

Se puede discutir si el discurso de Henry en la Asamblea de la ONU fue positivo o negativo. Vale de poco en este momento. El primer ministro elaboró y pronunció un discurso para salvar su frágil gobierno. O lo tumban o lo asesinan. Y lo peor que hay es una masa nacionalista dirigida por grupos irresponsables, que no les importa las consecuencias de sus actos.

El gobierno dominicano, con una dirección clara, y con criterios sobre las consecuencias de los problemas que se están gestando en Haití, debe proceder en lo inmediato. Algunos haitianos no lo reconocerán como algo positivo, porque insisten en el caos. Algunos dominicanos dirán que no utilizamos las fuerzas con que contamos. Pero el gobierno nuestro debe evitar a toda costa el uso de la fuerza o de los equipos militares. ¿Luchar contra quién? ¿Contra ciudadanos empobrecidos, hambrientos, que andan desesperadamente buscando alimentos y agua para sobrevivir? Eso no es justo ni refleja el carácter y la voluntad del gobierno y del pueblo dominicano.

Mostremos nuestra cara más amable, la de la identidad mulata, la de los ancestros españoles, la que celebra, baila y hace un bonche con los turistas, y jamás las caras de los conocidos nacionalistas que desean fuego, campos de batallas abiertos, agresión y lucha contra los hermanos haitianos, donde quiera que se encuentren.

Aspiramos a que el gobierno del presidente Abinader desmonte la carga que lleva sobre sus hombros con este drama de la provocación y la irracionalidad de los nacionalistas haitianos y dominicanos.