Una organización que se hace llamar Antigua Orden Dominicana, está promoviendo actividades políticas, de odio, de xenofobia, de arbitrariedad y violadoras de los derechos humanos de los ciudadanos dominicanos de origen haitiano y de los migrantes haitianos que han establecido residencia y trabajan en la República Dominicana.

El nombre del grupo le sienta bien por lo de Antigua, porque sus ideas sí que son antiguas; pero es discutible que se autodenominen representante del "orden" y  de la "dominicanidad". República Dominicana es un país democrático y cristiano, y resulta que el odio no es democrático, mucho menos cristiano.

El pasado viernes estos ciudadanos llamaron al país a una concentración y protesta, frente al Palacio Nacional, contra la inmigración ilegal, contra la oferta de servicios educativos a personas de descendencia haitiana en las escuelas dominicanas, y contra la atención en salud a los migrantes haitianos que trabajan en el país y contra los dominicanos de ascendencia haitiana en los hospitales dominicanos.

Curioso resulta que en la manifestación se exhibieran la bandera de los Estados Unidos de América y consignas, nombre y símbolo de la campaña del candidato presidencial estadounidense Donald Trump (¿no que son muy nacionalistas y dominicanistas?).

Los miembros de este grupo también reclaman que no se permita la presencia de haitianos, ni descendientes de haitianos en las calles de ciudades y pueblos de la República Dominicana. Este grupo reivindica el corte o el crimen masivo cometido en 1937 por la dictadura de Rafael L. Trujillo contra los migrantes cortadores de caña que comenzaron a ser importados y contratados en territorio dominicano con motivo del boom de la industria azucarera a finales del antepasado siglo y que, como consecuencia de su proceso migratorio y laboral, fueron estableciendo descendencia en República Dominicana, hasta formar una comunidad identificada con la historia y los valores dominicanos, y se incorporaron como ciudadanos, hablando nuestra lengua, aprendiendo la historia y siendo parte de nuestra cultura.

Los militantes de la llamada Antigua Orden Dominicana visten de negro, utilizan indumentaria militar, y con claras semejanzas con el fascismo en sus proclamas, discursos, panfletos y la retórica a la que recurren para conducir a los ciudadanos hacia un odio irracional contra los haitianos (migrantes y no migrantes) contra los dominicanos negros y de descendencia haitiana, y de promoción de las ideas de la ultraderecha internacional. Y van más lejos: se arrogan el derecho de amenazar, irrumpir con violencia e impedir que se celebre cualquier acto que reivindique la parte no europea del legado cultural dominicano.

Estamos en una democracia y todas las expresiones del pensamiento son permitidas, no así que se permita llegar a vía de hecho imponiendo un pensamiento único a base de coerción y violencia. Pero no ha de olvidarse que la promoción y exaltación del trujillismo y de la figura del dictador están prohibidas por ley en nuestro país, lo mismo que intentar promover el odio racial, atribuyendo condiciones y cualidades engañosas y mentirosas contra determinadas personas. El odio no es hacia migrantes venezolanos, cubanos, colombianos, brasileños, mexicanos, que los hay en la República Dominicana. Es contra todo lo que represente identidad, memoria, descendencia, relaciones o comprensión sobre la comunidad haitiana y la descendencia africana.

No es de extrañar que en la manifestación de este viernes, en la concentración portando pancartas y mensajes de odio hacia los haitianos, había propaganda y promoción del candidato presidencial republicano, Donald Trump, quien también ha hecho campaña electoral en los Estados Unidos contra los migrantes latinoamericanos y especialmente contra los ciudadanos haitianos residentes allí, acusándoles de comer perros y gatos de las familias norteamericanas, pese a que tal noticia falsa ha sido desmentida por las autoridades.

Los fanáticos de la Antigua Orden Dominicana se montan sobre la democracia dominicana para promover su discurso discriminatorio, de violación de los derechos humanos, y aprovechando la tolerancia de las autoridades, han organizado manifestaciones y actos violentos contra la población de dominicanos y haitianos afectados por la desnacionalización de la sentencia 168-13 del Tribunal Constitucional, para intentar que depongan su derecho a ser reconocidos como dominicanos, y para que se mantengan como apátridas.

El país tiene que cuidar su imagen, como sociedad democrática, que hacer valer el Estado de Derecho de los ciudadanos que aquí viven, dominicanos o extranjeros. Y como somos un país que sustenta su actividad económica en el turismo, igualmente debe evitar que se nos tache de dementes e irracionales y auspiciadores de injusticias como la desnacionalización y la represión, y que se nos denuncie por apresar y deportar familias completas, por el color de su piel o por ser trabajadores de ascendencia haitiana.

No debemos olvidar que la República Dominicana es también un país emisor de migrantes, y que en Estados Unidos hay por lo menos dos millones de dominicanos, que nos apoyan con miles de millones de dólares en remesas y que brindan sustento a sus descendientes que aún permanecen aquí. Por tanto, hay que mirarse en el espejo de la migración que afecta a todos los países en este mundo convulso, aunque tenemos derecho a establecer normas que dispongan quién puede entrar y quien no a nuestro país.

Grupos fascistas como la llamada Antigua Orden Dominicana actúan políticamente promoviendo lo peor de nuestra sociedad, recurriendo a la mentira y a la manipulación, y no son precisamente organizaciones de las que podamos sentirnos orgullosos, por más que se empeñen en ensuciar la bandera tricolor de la República Dominicana.