La política en tiempo de elecciones conlleva una muy alta responsabilidad de los partidos y sus líderes. En el caso de los líderes que a su vez son candidatos, la responsabilidad es mas grande.

Un político sabe que tiene recursos a su favor y que para ganar votos todo es válido, excepto cuando se utiliza la mentira vulgar y la manipulación, y la gente lo descubre.

Lo que nos ocurre con frecuencia es que los candidatos y los políticos mienten deliberadamente. Saben que no van a cumplir con una promesa y dicen cualquier cosa con tal de conseguir los votos que necesitan para su elección.

Ahora tenemos candidatos que son representantes de los pobres, o que resultan partidarios de la propiedad pública sobre los bienes de producción, y en el pasado desoyeron todo el tiempo que estuvieron en el poder a los pobres y vendieron las empresas públicas para supuestamente capitalizar las finanzas estatales.

La paradoja no puede ser mas desconcertante. El político en campaña se siente liberado para prometer lo que sabe que la gente desea, pero al llegar al poder se convence de que aquello que prometió no es posible, o no puede hacerlo porque choca con los intereses de grupos fácticos que abonaron bien las cuentas de la campaña electoral.

La decisión siempre será de los votantes, pero mucho cuidado, porque el poder de decisión de quienes solo tienen su voto puede ser manipulado y conducido hacia encerronas indeseables.

Todo el que conoce la realidad del país, y que ha vivido los 23 años del siglo XXI, sabe que la educación es la gran deuda de todos los gobiernos, y que la pobreza es uno de los factores que nos arrastra como país hacia la desinstitucionalización. Y esas tres cuestiones (educación, pobreza y falta de institucionalidad), resultan altamente onerosas al momento de tomar decisiones por los partidos políticos que han ganado las elecciones.

Una persona que haya gobernado tres períodos ha tenido la oportunidad para transformar una gran parte de los problemas deficitarios dominicanos: educación, pobreza, falta de institucionalidad, calidad en la atención en salud, ruptura con la desigualdad, generación de empleos, aumento de las exportaciones, reducción del déficit presupuestario. Pero para gobernar nuevamente se ofrece como redentor. Y su tiempo, aunque no lo reconozca, ya pasó.

Tal vez ahora está funcionando la verdad relativa o la realidad transformada. Lo que llaman verdad alternativa. Todo cuanto se dice, mientras mas escandaloso y alarmante resulta mejores resultados ofrece, porque el hecho comunicativo no está en lo que se diga, sino en las repeticiones del nombre del candidato, en los llamados trending topics, como lo hizo Donald Trump, Jair Bolsonaro o cualquier otro de los ultraderechistas del momento.

La campaña electoral es un momento especial para experimentar. Hay quienes también apuestan al olvido. La página del día anterior de los diarios pocos la recuerdan. Las redes sociales se especializan en la distorsión, la mentira y la manipulación. Cualquier cosa puede ser anunciada, como lo hizo uno de los ejemplos derechistas mas exitosos: Para combatir el Covid hay que tomar detergente, y no vacunas. Y nada pasa. O ser misógino, atreverse abusivamente contra las mujeres, ser machistas, antiderechos de minorías, y nada pasa.

El apego a la manipulación es un arma de doble filo. En algunos lugares podría ser exitoso, en otros no. La campaña electoral en la que ya entramos contiene variadas versiones sobre los fracasos de la política dominicana, y el hundimiento de muchos liderazgos. Por suerte, la sociedad electoral dominicana varía y se mueve con la inteligencia que los candidatos muchas veces no le quieren reconocer. Eso podría estar ocurriendo en este momento.