De todos los discursos y disertaciones del presidente Luis Abinader sobre la crisis en Haití y sus derivaciones hacia la República Dominicana, el de este miércoles en la 79 Asamblea General de las Naciones Unidas, ha sido el más ponderado, realista, profundo, e inteligentemente hilvanado, y por eso hay que celebrar la valentía y calidad de esta presentación.
El presidente habló sobre los esfuerzos democráticos del gobierno dominicano, sobre la reducción de la pobreza, el cumplimiento de los Objetivos de Desarrollos Sostenibles, y el cumplimiento de su gobierno con los Derechos Humanos y la solidaridad frente a extranjeros que viven en la República Dominicana.
Y se refirió a los datos de inversión en salud y en educación para atender a población extranjera, particularmente haitiana, que no encuentran posibilidad de mejora en su territorio y que cruzan la frontera para vivir y trabajar en nuestro país, por compartir el territorio de la isla.
Pero fue muy claro el llamado a países que tienen una responsabilidad histórica con Haití, como Francia, Canadá, Estados Unidos, y que no han cumplido con la solidaridad que corresponde, y que se comprometieron, luego del asesinato del presidente Jovenel Moise, dejando desamparada a la comunidad haitiana, que finalmente cayó en manos y bajo control de delincuentes, secuestradores y truhanes que han tomado el control de ese hermano país.
Luis Abinader no se anduvo por las ramas. Felicitó a Kenia por enviar 400 agentes en misión especial para restablecer la seguridad, pero han sido insuficientes, otros países se comprometieron a enviar agentes para reforzar a los kenianos, y también los países no han cumplido con el aporte que se comprometieron a hacer para el fondo que brindaría estabilidad a la presencia extranjera en Haití.
Por eso, Haití sigue mereciendo una atención especial por parte de la comunidad internacional. República Dominicano gestionó y agilizó varias resoluciones del Consejo de Seguridad de la ONU sobre Haití, pero la carga sigue siendo muy pesada para el país. De acuerdo con el presidente Abinader “desde hace más de tres años, la inestabilidad en el país vecino ha generado una presión significativa sobre nuestra seguridad”.
Con firmeza y cordura, sin aspavientos ni nacionalismo de espectáculo, el presidente dominicano dijo que “Esta misión –apoyo logístico y humano- significa una excepcional esperanza para restablecer la normalidad en Haití. Un fracaso podría implicar la necesidad de adoptar medidas drásticas para proteger nuestra seguridad nacional”.
Muy claro era llamado, y serio a la vez. La comunidad internacional ha fallado en su apoyo frente a la tragedia haitiana, un país hermano sin estabilidad, sin democracia, con hambruna, con carencia de recursos y con un fallido liderazgo.
Es inaceptable –dijo Abinader- que “a estas alturas los países que han tenido incidencia en la situación haitiana o que se han comprometido con su solución, no hayan cumplido plenamente con sus promesas”. Eso quiere decir que el país vecino más cercano, con casi 400 kilómetros de frontera, ha tenido que asumir en solitario el peso de la realidad de Haití.
Hay en Haití un Consejo Asesor Presidencial, un Primer Ministro Interino, y Estados Unidos, Francia y las Naciones Unidas esperan que haya elecciones en un año, lo que no será posible precisamente por el incumplimiento de los que se comprometieron a brindar apoyo. Y Abinader lo dijo: “Llegado a este punto con grandes sacrificios, pero a prácticamente un año de la celebración de las elecciones en Haití, aún no están dadas las condiciones para ello. No podemos permitir que los esfuerzos hasta aquí alcanzados se desplomen, pues de lo contrario el colapso de Haití será inminente y sus consecuencias alcanzarán a toda la región”.
¿Qué corresponde frente a este drama? ¿El Consejo de Seguridad de la ONU seguirá sin adoptar una posición firme y de reclamo a sus miembros permanentes y transitorios? ¿Desechar las advertencias del gobierno dominicano, democrático y estable, que podría reducir su esfuerzo o ralentizar su proceso democrático y de cumplimiento de los ODS?
Está claro que será necesario que los países cumplan su compromiso frente a Haití. Y Abinader dijo que República Dominicana, mientras entienda que su estabilidad y seguridad esté en riesgo seguirá tomando decisiones para protegerse. “Mientras la seguridad nacional de mi país esté implicada, no cesaré de reclamar por la estabilidad y el desarrollo de Haití”.
Valoramos este discurso y lo consideramos una excelente pieza para consideración de la comunidad internacional, y su liderazgo, que por cierto parece poco atento a lo que acontece en la 79 Asamblea General de la ONU.