El exterminio que puso en marcha Israel contra el pueblo palestino, tanto en la Franja de Gaza como en Cisjordania, es una vergüenza en pleno siglo XXI, para los Estados Unidos, los países europeos, y todo el mundo democrático.

Tratando de justificar este genocidio y limpieza étnica, los gobernantes de Israel siguen aduciendo la agresión del grupo Hamás en el sur de Israel el pasado 7 de octubre, cuando 1,200 israelíes fueron asesinados y otros 200 fueron víctimas de secuestros. Desde entonces, la violencia y exterminio contra poblaciones inocentes, especialmente niños, mujeres y ancianos ha sido puesta en marcha, bajo el alegado de que se persigue a los miembros de Hamás.

Hasta el domingo pasado 22,835 personas habían sido asesinadas por las armas y bombas israelíes contra poblaciones indefensas. El 70 por ciento de los muertos son mujeres y niños. La macabra estadística indica que en la Franja de Gaza cada 10 segundos muere un niños o una niñas. No hay electricidad, no hay agua, tampoco hay alimentos. Se trata de personas que están en una especie de cárcel que a su vez está siendo bombardeada con modernos explosivos, que penetran edificaciones y las destruyen y perforan la superficie terrestre y explosionan. No hay manera de proteger las vidas que allí aún aguardan por la ayuda o el auxilio mundial, y la justificación de Israel es que los militantes de Hamás viven en subterráneos y cuevas.

Desde la contraofensiva de Israel, en tres meses, el ejército israelí ha lanzado 26 mil proyectiles, convirtiendo a Gaza en "un lugar de muerte", como ha dicho la ONU. Ha arrasado 65 mil viviendas y matado a 109 periodistas.

Estamos ante crímenes de lesa humanidad. Allí no funcionan los organismos de derechos humanos, tampoco logra nada la Organización de las Naciones Unidas, ni las cortes penales internacionales. Todo cuanto ocurre allí es responsabilidad de Israel y sus gobernantes y de los gobernantes de Estados Unidos y Europa que han brindado apoyo a este exterminio étnico y genocidio colectivo, justificándolo en las agresiones de Hamás del 7 de octubre.

La ONG israelí B’Tselem denunció este lunes que "Israel está matando de hambre" a la población palestina de Gaza al restringir la entrada de alimentos a la Franja en plena guerra con Hamás, lo que ha causado hambruna y supone "un crimen de guerra".

"Todos en Gaza están pasando hambre", y esto "no es un subproducto de la guerra, sino resultado directo de la política declarada de Israel", que "niega deliberadamente la entrada a Gaza de suficientes alimentos para satisfacer las necesidades de la población", dijo la entidad en un nuevo informe publicado este lunes.

Según argumenta, "alrededor de 2,2 millones de personas sobreviven día a día con casi nada, y habitualmente lo pasan sin comer".

La realidad es que en este caso no hay una guerra entre un ejército de Israel y otro de Palestina. Militares israelíes controlan la Franja de Gaza y actúan libremente en ella. Bombardean, acribillan, apresan, persiguen y nunca tienen ninguna resistencia, porque no hay quien les haga oposición. Por eso hablamos de exterminio impune. No se puede comparar este genocidio con la invasión rusa en Ucrania, porque los ucranianos tienen un ejército que resiste y enfrenta a los agresores militares rusos. En la Franja de Gaza y Cisjordania la situación es muy diferente.

Organizaciones de Israel, de Estados Unidos y Europa se han expresado con indignación sobre lo que toda la humanidad ve cada día como testigo: la crueldad y la sed de sangre palestino de una nación que en el paso sufrió la embestida de los nazis y del genocida más cruento de la historia, Adolfo Hitler.

Debe haber una forma de parar este crimen de lesa humanidad. Se trata de un Estado confesando todos los días sus intenciones de borrar de la faz de la tierra a un pueblo sufrido y mártir, histórico, que ha sobrevivido a todas las agresiones anteriores, y que ahora -bajo el alegato de que habla de Hamás- busca exterminar a todos los palestinos.