Una forma de fortalecer la democracia dominicana, y de paso auspiciar la transparencia en los procesos electorales, es ayudar a la Junta Central Electoral a llevar adelante su cronograma de elecciones.

Esa colaboración se hace desde los partidos políticos y desde la ciudadanía y sus organizaciones anotando y observando en los aspectos que sean necesarios, al tiempo de vigilar para que los miembros del organismo cumplan con su deber y acojan las recomendaciones pertinentes y ajustadas a la ley.

Al contrario, una forma de boicotear las elecciones y hundir un proceso diáfano se hace con el acoso a los miembros de la Junta Central Electoral, visitándolos todos los días y presentándoles quejas sin fundamento sobre cuestiones que no han sido comprobadas. O con exigencias temerarias y extemporáneas, como hacer una auditoría a un sistema que deberá entrar a funcionar en unas cuantas horas. Es evidente que hay sectores que tienen la intención de hallar justificaciones para un posible resultado desfavorable.

Una manera de apoyar el proceso electoral es admitir que la JCE ha hecho todo cuanto humanamente ha sido posible para organizar las elecciones, ha ofrecido las seguridades fundamentales de que no habrá apagón cibernético ni energético, y que tampoco existe la posibilidad de insertar un chip en ningún lugar para cambiar los datos que reciban de las juntas municipales electorales.

Una forma de estropear la labor de la JCE es acoger como válida cualquier denuncia sin fundamento, de personeros social y moralmente reconocidos con tachas y fisuras en sus conductas, que han ido a la cárcel, que han realizado contratos deficientes y opacos, y relanzar esas denuncias como si se tratara de una seria preocupación por la transparencia y calidad de las elecciones.

Como ha escrito Monseñor Ramón Alfredo de la Cruz Baldera, obispo de la diócesis de San Francisco de Macorís, “la democracia es una construcción colectiva que se renueva y se fortalece con cada elección, con cada voto depositado en las urnas. Ir a votar este próximo domingo no es solo un derecho, sino también un deber cívico, un homenaje a aquellos que lucharon por garantizar que nuestras voces sean escuchadas”.

Quien entorpece y lanza flema fétida contra la JCE y contra el proceso electoral municipal no se reafirma en los procedimientos democráticos que está utilizando para participar en este proceso comicial.

Lamentablemente, asistimos al comportamiento de gente que no confía en la democracia, que reclama un derecho a la transparencia que nunca puso en práctica cuando tuvo la oportunidad de dirigir, y que quiere derrumbar lo que hemos construido como sociedad, solo para justificar su precaria aceptación entre los ciudadanos votantes.

Reiteramos que las elecciones son una realidad, que el trabajo de la JCE es incuestionable, que habrá observación electoral internacional y local, que habrá representantes de los partidos políticos en cada centro de votación, y que los electores deben ser testigos y defensores de este proceso de crecimiento y reafirmación de la democracia, sin que voces agoreras puedan sembrar dudas para destruir lo que la JCE y las autoridades han aportado en este delicado proceso de elección popular.

Como ha dicho monseñor Ramón Alfredo de la Cruz Baldera, nos reafirmamos en que los ciudadanos son los que deben ejercer ese derecho y que cada voto sea defendido como un apoyo significativo a nuestra democracia:

“Este 18 de febrero, hagamos que nuestra participación en las urnas sea un reflejo de nuestro compromiso con los principios que deben regir la vida en comunidad. Elijamos a aquellos candidatos que prometan no solo representarnos, sino también inspirarnos a ser mejores ciudadanos. Recordemos que, en democracia, cada voto cuenta y cada elección define nuestro futuro”.